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Mirta Plá en el recuerdo

 El aniversario 80 del nacimiento de Mirta Plá, este año, adquiere una connotación especial para la danza cubana

Autor:

Ahmed Piñero Fernández

De amar las glorias pasadas, se sacan fuerzas para adquirir las glorias nuevas.
José Martí

De entre las múltiples efemérides que la danza cubana festeja este año, el aniversario 80 del nacimiento de Mirta Plá adquiere una connotación especial.

Mirta es de esas personas entrañables que quien tuvo el privilegio de conocerla, cuando pronuncia su nombre, suele hacerlo con una tierna sonrisa.

De nombre original Mirta Esteny Plá Cabal, nació en la barriada del Cerro, el 23 de julio de 1940. Inició sus estudios de danza en 1950, en el Conservatorio Municipal de La Habana —que por entonces dirigía Alberto Alonso—, donde había matriculado inicialmente en la especialidad de piano.

Un año después ingresó en la Academia de Ballet Alicia Alonso, como parte de un sistema de becas que otorgaba la escuela, para que niños con talento y sin recursos económicos pudieran disfrutar de manera gratuita del aprendizaje de la danza. Allí recibió clases de quien llegaría a convertirse en una leyenda, pero también de Fernando Alonso, Alexandra Fedórova, León Fokine y José Parés.

El debut profesional de Mirta Plá se produjo cuando aún era alumna de la Academia, el 15 de marzo de 1953, en el Teatro América. Siempre rememoró aquel debut con especial cariño.

«(…) lo recuerdo perfectamente, como si fuera hoy mismo. Aún yo no era profesional y como faltaban muchachas para el cuerpo de baile, se me dio la posibilidad de bailar en el Vals de las flores, de Cascanueces. Éramos seis bailarinas, yo estaba muy nerviosa porque en esa escena había dos momentos en los que debía bailar un brevísimo solo. Recuerdo muy bien que era una frase de 16 tiempos, una sencilla diagonal hacia adelante y hacia atrás. Yo estaba muy nerviosa, a pesar de que la practiqué muchísimo. Esa constituyó mi primera actuación importante con la compañía y también mi primer solo».

En realidad, aquella actuación fue el inicio de una brillante carrera que la llevó a ubicarse entre las figuras más prominentes del ballet iberoamericano.

Un hecho destacado en su vida artística tuvo lugar en 1959. Como es conocido, en 1956, el Ballet Nacional de Cuba (BNC, entonces Ballet de Cuba) se vio en la necesidad de interrumpir sus actividades por una absurda e insultante medida tomada por el Gobierno de Fulgencio Batista. Al reorganizarse la compañía, en las audiciones para conformar el nuevo elenco, Mirta obtuvo el primer lugar junto a bailarines extranjeros de más experiencia escénica. Ese triunfo le permitió formar parte de la agrupación como solista.

En 1962 fue promovida a la categoría artística de primera bailarina, rango que mantuvo hasta 1993, cuando decidió abandonar la escena para dedicarse por completo a la docencia.

Su última actuación sobre las puntas tuvo lugar el 23 de septiembre de 1992, en el hoy Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, interpretando el papel de Odette, en escenas del segundo acto de El lago de los cisnes, junto a Pablo Moré y el cuerpo de baile del BNC, durante una Gala de Honor por la Copa Mundial de Atletismo.

Años más tarde, en 1998, como parte de los festejos por las cinco décadas de la fundación de la compañía, reapareció ante el público en dos actuaciones especiales: el 28 de octubre, el mismo día del aniversario, en la Gala Inaugural del 16to. Festival Internacional de Ballet de La Habana, donde se transformó en Mademoiselle Cerrito en un montaje especial de Grand pas de Quatre; y dos días después cuando encarnó a la duquesa Bathilde, en una representación de Giselle.

Para los éxitos que alcanzó en su amplísimo repertorio, fue esencial, además de la solidez técnica, su hermosísima presencia escénica. Y es que Mirta Plá puede considerarse como una de las bailarinas más bellas de toda la historia del BNC.

Si recordáramos sus interpretaciones más destacadas, habría que citar aquellos papeles en los que fluían de manera muy natural su femineidad, su bella línea, su gracia y serenidad escénicas, el encanto de su sonrisa y el dulce lirismo que emanaba de cada una de sus caracterizaciones. Sin dudas, Mirta se destacó sobre todo en los personajes de soubrette, es decir, ese tipo de papeles que se distinguen por una especial femineidad, cierta ligereza y alegría: Swanilda, en Coppélia; Lisette, en La fille mal gardée; o la ya mencionada Mlle. Cerrito, en Grand pas de Quatre, una de sus actuaciones más recordadas, por la que obtuvo, además de la Estrella de Oro (compartida junto a Josefina Méndez, Loipa Araújo y Marta García) en el Festival Internacional de Danza de París de 1970, un Premio Especial que le otorgó el jurado de ese certamen.

Al hablar de Mirta Plá no pueden olvidarse sus interpretaciones en El lago de los cisnes, Las sílfides, Giselle… y aquí se impone rescatar la memoria que, hasta el momento, no ha habido bailarina —al menos en Cuba— que en la escena en la cual Giselle implora a la Reina de las Willis por la vida de Albrecht, emocionara al público hasta la ovación. Ese instante tan sencillo (¡inolvidable instante!), en el que Mirta Plá emanaba placidez, sosiego… belleza, forma parte de los grandes momentos del ballet cubano.

Igualmente habría que destacar otros personajes que asumió de manera memorable: Madame Taglioni, en Grand pas de Quatre; Nikya en la escena El reino de las sombras, de La bayadera; Terpsícore, en Apolo; Alfonsina Storni, en el ballet Alfonsina, de Gustavo Herrera, inspirado en la célebre poetisa uruguaya; o la princesa Aurora, en La bella durmiente del bosque, otra de sus antológicas creaciones.

Pero asimismo habría que decir de Consuelo, personaje que ella hizo suyo en el estreno del ballet Tarde en la siesta, de Alberto Méndez, coreógrafo además del inolvidable Paso a tres, un divertimento en el cual de forma humorística se muestran algunos errores o accidentes del trabajo escénico de los bailarines y los recursos profesionales para disimularlos, y que Mirta tuvo la oportunidad de darlo a conocer junto  a Aurora Bosch y Jorge Esquivel.

Con su talento, la Plá supo adecuarse también de manera muy airosa a aquellos personajes que exigían un temperamento algo más fuerte e impetuoso, y ofrecer caracterizaciones muy personales. Ese fue el caso, por ejemplo, de Carmen, en el ballet homónimo de Alberto Alonso; Yocasta, en Edipo Rey; la tercera pareja, en In the nigth, o Myrtha, la reina de las Willis, en Giselle, cuya interpretación —con 23 años de edad recién cumplidos— quedó para la posteridad en el filme dirigido por Enrique Pineda Barnet.

Aurora Bosch, Josefina Méndez, Mirta Plá y Loipa Aráujo en el Grand Pas de Quatre. Foto: Cortesía del BNC

Integrante con Josefina Méndez, Loipa Araújo y Aurora Bosch de una prodigiosa generación de bailarinas cubanas, conocida internacionalmente como Las cuatro joyas (citando rigurosamente a Arnold Haskell), Mirta Plá fue, en ese grupo de estrellas, la primera en muchas cosas: en debutar, en alcanzar el rango de prima ballerina y en obtener, como cubana, una medalla en un evento competitivo internacional.

Mirta Plá fue, también, la primera en dejarnos. Murió en Barcelona, ciudad en la que desempañaba una significativa labor pedagógica, el domingo 21 de septiembre de 2003, a la 1:00 p.m. (hora de Cuba), 7:00 p.m. (hora de España). Unos meses antes, el 29 de abril para ser más preciso, había hecho su última aparición pública en el país que la vio nacer, para recibir junto a Loipa, Aurora y Josefina, el Premio Nacional de Danza.

No por casualidad utilicé como exergo un pensamiento martiano. Y cité al Maestro, pensando especialmente en las nuevas generaciones de bailarines, en los jóvenes estudiantes de ballet, en el nuevo público, que con gran entusiasmo asiste a las funciones del BNC —la compañía de Mirta Plá y a la que ella contribuyó a engrandecer y a dar a conocer en el mundo entero— para que de alguna manera se acerquen a una de las figuras esenciales del ballet cubano, que ha sido, y es, admiración y orgullo de Cuba.

En lo personal, prefiero recordarla con alegría y escucharla pronunciar con su acento dulce, entre cómplice y gracioso, aquella frase tan suya para expresar sorpresa y asombro: «Me has dejado en el balance de la Taglioni». Prefiero recordarla así, porque parafraseando a Alicia Alonso, cuando reunió a toda la compañía para anunciarnos el fallecimiento de esa artista verdaderamente grande, siempre que exista un bailarín cubano, siempre que existan el Ballet Nacional de Cuba y la escuela cubana de ballet, allí estará hermosa, radiante, espléndida, por siempre, Mirta Plá.

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