Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Conversaciones

Autor:

JAPE

En estos días en que un año terrible para la humanidad termina y otro lleno de esperanzas comienza, son inevitables los rencuentros y las visitas. Nos veremos media cara (a causa del nasobuco), chocaremos los puños y guardaremos distancia, pero siempre habrá afecto, cariño y mucha alegría. Nuestros temas de conversación serán variados, aunque terminaremos hablando de economía a todos los niveles, pues este es un fondo recurrente ahora mismo. No obstante, y por muy litigantes que sean los tópicos, siempre se imponen las palabras, las frases, los diálogos que van marcando el paso del tiempo. Me explico:

Hace apenas unas horas me encontré con mi viejo amigo Víctor. Hace más de 30 años nos conocemos y aunque ambos trabajamos en asuntos relacionados con la cultura y el humor, coincidimos esporádicamente y siempre intercambiamos anécdotas, criterios, preguntas, respuestas… que hacen que los largos intervalos que transcurren entre cada encuentro apenas parezcan días, pero no es así. El contenido cambia inobjetablemente.

En nuestros primeros tropiezos, cuando apenas quemábamos el primer cuarto de siglo en los avatares de la vida, nos preguntábamos:

—¿Por fin ligaste aquella muchacha que fue contigo al teatro?

—Estoy en eso, y también le estoy «echando bala» a una colega de la pincha que está «matando canallas»… Y tú, ¿ya te empataste con la chamaca del ISA?

Años después, en otro encuentro fortuito, los comentarios variaron:

—¡Así que te casaste con la jevita que trabajaba contigo! ¿Y ya está en estado?

—Sí, pare el mes que viene, y será una hembrita, como yo quería…

—Pues mira chama, ya yo tengo un varón de seis meses, y tienes que ir por la casa para que lo conozcas, y presentarte a la madre, que a Sandra no la conoces…

Pasaron los años, uno detrás de otro como de costumbre, y nos volvimos a encontrar:

—¡Mi hermano, qué alegría me da verte! ¡Cuánto tiempo ha pasado!

—¡Imagínate, si ya Laurita se gradúa de músico el mes que viene!

—¿No me digas? Bueno sí… es cierto, han pasado un «burujón» de años, si ya Sergito termina el técnico de nivel medio este verano…

Como dije al comienzo, hace apenas unas horas volvimos a encontrarnos Víctor y yo… en el hospital Ameijeiras:

—¿Qué haces aquí, mi hermanito?

—Vine a ver al angiólogo, tengo la circulación en candela; es posible que hasta me operen. Vamos a ver si con un plan que me acaban de poner no tengo que ir al quirófano. ¿Y tú qué haces aquí? ¿Pasó algo en la familia?

—¡Qué familia de qué! ¡Yo soy el que está embarcado! Tengo una sacrolumbalgia que no puedo estar de pie, ni sentado, ni caminando, ni acostado… ¡Esto es terrible!

Así mismo: ¡Terrible es como pasa el tiempo y no nos damos cuenta! Apenas tenemos la posibilidad de departir con los amigos. Pasan los días, los meses, los años sin saber nada de sus vidas, aunque no sé por qué razón presiento que Víctor y yo, a partir de ahora, nos veremos más a menudo.

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