Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Teresa

Reina que no quería serlo, pero Reina de las Letras. Muchacha que voló a tantos sitios, pero que siempre encontró cobija entre los suyos

Autor:

Reinaldo Cedeño Pineda

¿Con qué palabras se despide a una poeta, a una amiga, a una cubana? «¿Para qué sirve la poesía?», le preguntaron un día y no dudaste: «Para que la muerte sea menos muerte y para que la vida sea más vida».

Teresa de la Poesía, Teresa de la Caridad, Teresa nuestra. Hija, hermana, madre de tu Daniela. No sé qué hago aquí yo que siempre te di la bienvenida, muchacha de La Escalera, muchacha de Las altas horas, muchacha que echabas hacia atrás una hebra del cabello, con aquel gesto tuyo. Muchacha que recorres las piedras de La Cabaña entre libros, editora de tantos, de mi primer libro. Reina que no quería serlo, pero Reina de las Letras. Muchacha que voló a tantos sitios, pero que siempre encontró cobija entre los suyos.

Una vez, en Guantánamo, en el parque, cuando muchos cruzaron las aguas, hallé unos versos tuyos como una escala, como una salva:

Los locos encontraron cerrada la puerta del jardín

los cuerdos también la encontraron cerrada

los cuerdos se tendieron allí sin llave

y sus cuerpos se llenaron de hormigas

y hojas secas.

Los locos rieron

mirando con fijeza

y pasaron todos a través de la puerta.

 Seamos locos, volvámonos locos de amor, de cubanía locos, desmesuradamente locos, para darte las gracias, gracias, mil veces gracias, Tere. Aquí te quedas, dentro de tus amigos, dentro de nosotros, en tu tierra, en tu Santiago, como decía Martí, como decías, en la infatigable Santiago.

(*) Palabras de despedida. Casa del Caribe, Santiago de Cuba, 31 de enero de 2023.

La Isla

Isla mía no quiero hablar de isla.

Te hemos explicado y no aprendemos de ti:

agua en canasta es nuestro conocimiento.

Negamos la orilla y en tierra firme

echamos a caminar buscando el límite

la línea protectora que nos libre del susto

de lo inmensurable.

Eternos habitantes en la sajadura del agua

en el temblor rumoroso

necesario al pie como otro precisa

la superficie lunar.

Isla mía islas

en cada uno el resplandor

de la hora finita de la tarde

que saca a pasear

como el humo de los años felices

el rostro particular transformado en máscara.

Isla mía no quiero hablar de isla

y soy rodeada de mar y miro al mar

como miran los pájaros comunes

los mudables colores

la marea circular inalterables.

Los altoparlantes piden el hermoso sacrificio.

Ya no vivimos cercados por las aguas

somos el agua misma agua elemental

graciosos líquenes

animales minúsculos que se cruzan

con los hermosos ahogados

sin nadie que nos vista y acaricie

para descansar en tierra.

Bukowsi

No tuve que dejarles mi hermoso cisne

pues no había invierno ni lagos congelados

donde mueren los cisnes.

Y es lo único que no he tenido que dejarles.

Los mismos que arrastraban sus zapatos de polvo

y echaban su distracción sobre los seres vivientes

pidieron para sí todo lo que tenía:

gatos de mirada equidistante

haciendo equilibrios sobre las alambradas

pájaros comunes que anidaron en mis árboles.

Los vi desde el cercado

ya no tenían ese brillo en la mirada

y morían contemplados por las miradas sin brillo

de los que hablaban de la comida y el verano

y uno me miró

para que lo pusiera a morir a salvo en mi corazón

pero fui cobarde y lo dejé allí

como tú les dejaste tu hermoso cisne

y nadie me ha vuelto a mirar con la misma necesidad.

 

Poemas de Teresa Melo

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