Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Los instantes son únicos e irrepetibles

He tratado de llevar adelante mi profesión con la mayor calidad, bebiendo de la savia de los maestros que me antecedieron y multiplicando saberes tanto en el ejercicio práctico como en el teórico, dijo Balán

Autor:

Roberto Chile

Con Juvenal coincidí en innumerables coberturas de prensa dentro y fuera de Cuba. Lo he visto trabajar. Jamás flaquear. Viajé a Pakistán en enero de 2006, tres meses después del terremoto que devastó a ese país en octubre de 2005. A mi llegada a Islamabad, me encontré a Juvenal junto a los enviados del Sistema Informativo de la Televisión Cubana en plena faena periodística, desafiando las adversidades y los peligros de aquella misión en la que nuestro personal de salud escribió una hermosa página de heroísmo y humanidad.

En viajes por el mundo, recorridos a lo largo y ancho de la isla y otras actividades de Fidel estuve compartiendo —a veces forcejeando— el mejor ángulo visual con este fotorreportero, compañero y amigo, a quien aprecio y admiro por su profesionalismo y virtudes humanas.

Juvenal Balán, fotoperiodista del periódico Granma, ostenta —gracias a esas cualidades y otras imprescindibles para la profesión— desde hace unos días el Premio Nacional de Periodismo José Martí por la Obra de la Vida, y una larga hoja de servicios a la Patria como periodista y fotógrafo. Con su ejemplo y dedicación, y con sus imágenes lo demuestra cada día.

—Coméntame sobre tu estancia en Pakistán como corresponsal cubano, a partir de tu fotografía Médicos cubanos de la Brigada Henry Reeve.

—Pasada la medianoche, a punto de acostarme, el timbre del teléfono interrumpió el silencio. Del otro lado del auricular me informaron que debía estar a las cinco de la mañana en la Terminal 5 del Aeropuerto Internacional José Martí, para abordar un avión que partiría con una brigada médica cubana a prestar ayuda al pueblo pakistaní tras el devastador terremoto que lo azotó el 5 de octubre de 2005.

«Tras un largo vuelo arribamos a Islamabad. Costó trabajo posar el avión en la pista porque querían desviarlo hacia otro destino. Al final, por la pericia de los pilotos, el IL-62 de cubana aterrizó en tierra pakistaní.

«No teníamos relaciones diplomáticas con ese país, pero aun así llegó a Pakistán la ayuda solidaria de Cuba. La primera impresión que recibimos fue de catástrofe. El aeropuerto abarrotado, aviones de todas partes del mundo tratando de aterrizar para ofrecer ayuda, helicópteros militares transportando a las víctimas desde el lugar del sismo hacia los hospitales. Aquello era un caos. En esas condiciones llegaron nuestros médicos a territorio pakistaní e inmediatamente comenzaron sus primeras acciones.

«Tras una exploración por el lugar del epicentro en Balakot, se instaló allí el primer hospital de campaña. El propio personal de salud cubano armó sus tiendas y en ellas durmieron durante varios meses, sobre sacos, en el suelo.

«A medida que pasaban los días se incrementaba la ayuda cubana. Las montañas del Himalaya se poblaron de médicos nuestros. Los 32 hospitales de campaña estaban dotados con quirófanos y equipamiento de primera generación para asistir a los damnificados.

«La misión fue dura. El idioma no fue una barrera gracias al lenguaje universal de los gestos.  Los niños pakistaníes sirvieron de traductores de inglés y eso facilitó la comunicación entre los pacientes y nuestros médicos, quienes se las agenciaron para crear su propio diccionario con palabras y frases en las lenguas pakistaníes.

«El 31 de diciembre del 2005 el clima cambió bruscamente, bajaron las temperaturas y la tierra se cubrió de nieve. Eso tampoco fue impedimento para el contingente cubano que siguió mitigando el dolor y la muerte.

«Compartir esos momentos con la misión médica internacionalista cubana más grande de la historia, fue un reto para nosotros los periodistas y a la vez un compromiso que cumplimos con estoicismo.

«Tener la oportunidad de testimoniar la labor de nuestro ejército de batas blancas en Pakistán fue una experiencia imborrable. Ver caminar a nuestras mujeres con sus mochilas en la espalda desafiando la nieve, para llevar salud y vida hasta asentamientos donde jamás había estado un médico, deja profundas huellas. Porque fuimos testigos del altruismo y la solidaridad que solo una Revolución como la nuestra es capaz de ofrecer».

—Antes que fotógrafo fuiste soldado. Allí en el ejército diste tus primeros pasos como fotoperiodista cuando todavía no habías llegado al periódico Granma. ¿Cuánto te aportó la vida y la formación militar?

—El ejército fue el puente para reorientar mi destino profesional. Allí forjé mucho más la disciplina, los valores, la entereza. Como periodista militar incursioné en las historias de vida de las generaciones históricas y de las nuevas generaciones que se formaban en el frente de la defensa. Las coberturas de ejercicios y maniobras, y después, el cumplimiento de la misión internacionalista como corresponsal de guerra, no solo aumenta la experiencia profesional, sino también, prepara para la vida, para emprender cualquier proyecto y enfrentar cualquier tarea por difícil que sea.

«La experiencia como periodista militar me preparó para enfrentar las coberturas de huracanes, desastres naturales, terremotos, tsunami y, por qué no, también para sumergirme en otras esferas que permiten transmitir a quien recibe el mensaje, la realidad vivida y la espiritualidad que la rodea».

—¿Qué es lo que más te emociona de tu trabajo? ¿Y lo que más te agobia o frustra?

—Me emociono cuando veo mi trabajo publicado y alguien a quien respeto por su experiencia y profesionalismo me felicita por los resultados. También cuando recibo el reconocimiento de quienes lo reciben como espectadores. Y lo que más me agobia es, cuando alguien desde una posición burocrática u organizativa y sin conocer a fondo nuestra profesión, toma decisiones que entorpecen la labor que hacemos con amor, desinterés y sensibilidad para inmortalizar los momentos que vivimos, que pasan y no vuelven”.

—¿Cuál ha sido tu mayor contribución al fotoperiodismo cubano?

—Nunca he pensado en ello. Desde que decidí que el fotoperiodismo sería el sentido de mi vida, he tratado de llevar adelante mi profesión con la mayor calidad, bebiendo de la savia de los maestros de la profesión que me antecedieron, y multiplicar saberes tanto en el ejercicio práctico como en el teórico, pues para adiestrar o dirigir profesionales, hay que ser ejemplo.

«Mi humilde contribución quizás haya sido aportar un granito de arena en la labor colectiva de testimoniar para hoy y para mañana, parte de la historia dentro y fuera de Cuba de este heroico pueblo».

—¿Cuáles han sido los momentos más difíciles de tu labor como fotorreportero y las mayores satisfacciones y alegrías?

—El momento más difícil ocurrió cuando ejercía mi profesión como corresponsal de guerra y testimoniaba la acción de los caravaneros en el destacamento de protección de columnas Venceremos, o cuando sobrevolábamos en helicópteros el teatro de operaciones, o cuando durante una celebración por el aniversario del personaje de Elpidio Valdés, creado por Juan Padrón, en la fortaleza de la Cabaña, estaba tratando de capturar una imagen con un gran angular y el cañón de la ceremonia explotó delante de mí, pero no dejé de apretar el obturador. Por suerte no sufrí ningún daño, aunque si hubo varios heridos que fueron atendidos de inmediato y trasladados al Hospital Central de las FAR Luis Díaz Soto.

«La mayor alegría, el día que recibí una felicitación del Comandante en Jefe Fidel Castro, transmitida por Bruno Rodríguez, entonces Jefe de la Misión cubana en Pakistán, por un trabajo que realizamos sobre la labor de nuestros médicos atenuando el dolor y la muerte. Además, alegría también por tener la dicha de vivir y ejercer mi profesión en tiempos de Fidel, al cual acompañé en diferentes coberturas en Cuba y en el exterior.

«El fotoperiodismo me ha permitido conocer colegas que son verdaderos maestros del periodismo cubano a quienes admiro como personas y por la obra que han legado; testimoniar la vida y la obra del pueblo cubano en sus diferentes facetas; ver al pueblo desfilando en toda Cuba los Primero de Mayo; estar presente en una colada de acero en Antillana; hacer una cobertura en un central azucarero o en un corte de caña; disponer de tiempo para reflejar el trabajo de una maestra que diariamente recorría cerca de 10 kilómetros en las estribaciones de la Sierra Maestra para impartir educación especial a un solo alumno en sillón de ruedas y serias afectaciones de nacimiento.

«El fotoperiodismo también me ha dado la posibilidad de conocer parte del mundo, pueblos heroicos como el vietnamita; visitar la celda donde Nelson Mandela estuvo encarcelado por más de 25 años en Suráfrica; conocer la casa natal de Máximo Gómez en República Dominicana; estar en cobertura de prensa en Naciones Unidas donde la delegación cubana siempre lleva nuestra verdad; recorrer los lugares vinculados a José Martí en Nueva York; ver de cerca las torres gemelas, así como estar en el quirófano junto a un equipo de cirugía, lidereado por mujeres, en un hospital de campaña en Data, en el norte pakistaní o en Puerto Príncipe, Haití, inmortalizando la labor de nuestros galenos por las víctimas del terremoto de enero del 2010.

«Por esas, y por muchas otras razones, doy gracias a la vida por haber escogido la profesión de fotoperiodista en Cuba en tiempos de Revolución».

(Fragmentos de la entrevista publicada en Cubaperiodistas)

 

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