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Las canas de Haydée (+video)

Una historia familiar de «Monchi», Ramón Infante García, uno de los esgrimistas cubanos fallecidos en el sabotaje de la aeronave de Cubana en Barbados

Autor:

Julieta García Ríos

La mujer envejeció de golpe. En horas su cabello negro se aclaró y en la madrugada del 7 de octubre de 1976 amaneció cubierta de canas. Entonces apartó de sus prendas la alegría y se arropó con las de las tonalidades moradas, por ser la gama preferida de su hijo.

Él era Ramón Infante García, «Monchi», el menor de cinco hijos, el más espigado. El espadachín que en cada viaje le traía sus medallas y solía colocárselas al cuello; y ella se sentía feliz, orgullosa.

La noche antes había sentido que su menuda figura se helaba. La digestión se le había paralizado cuando desde la cocina de la casa de Felito, el hijo mayor, escuchó por la televisión sobre el accidente de un avión de Cubana de Aviación en las costas de Barbados.

La nuera intentó disimular la conmoción. Pensó que la anciana no había oído la noticia que la dejó perturbada. Pero Haydée escuchó y no aceptó engaños: «Yo estoy esperando a mi hijo, y si viene en ese avión... de ahí no se salva nadie».

Haydée era una mujer dura, curtida en el clandestinaje, acostumbrada al peligro. En su casa en Guantánamo había ocultado armas durante la guerra contra la tiranía batistiana. Sus hijos sabían de su temple. Quizá por eso se negó a desplomarse de pronto y quedó alerta al dolor que podía estar acechando. 

 Contratiempos

«Esa vez fui tres veces con Monchi al aeropuerto, y en el último intento me dijo: “Si hoy no nos vamos, prefiero no viajar”, rememora en la terraza de su casa, en la barriada habanera de Nuevo Vedado, Félix Infante (Felito), hermano del esgrimista, acompañado de su esposa Margarita Castillo.

«Son varios los percances y el vuelo no se ha dado», le dijo al hermano el primer espadista cubano en convertirse en tricampeón nacional en el deporte revolucionario (1969, 1971 y 1974).

Algo andaba mal. ¿Acaso él como otros lo presentían? ¿Los contratiempos eran señales de mal augurio? Se sabe que Nancy Uranga, antes de partir, le comentó a su esposo, el futbolista Antonio Garcés: «Tengo el presentimiento que no te voy a ver más». Monchi, en cambio, había escrito una carta de despedida a su hermana Lili, la más allegada.

Razones tenían para preocuparse. El 21 de septiembre partieron de La Habana hacia Caracas los 24 integrantes de la delegación deportiva cubana que asistiría al 4to. Campeonato Centroamericano y del Caribe de esgrima. Hicieron escala en Kingston, donde se les informó que sus pasaportes no estaban en regla.

Para garantizar la organización del congreso previo a la competencia regional, Demetrio Alfonso y Luis A. Morales, presidente y secretario, respectivamente, de la Federación Centroamericana y del Caribe de Esgrima, debieron adelantarse a la capital venezolana.

Al resto de la delegación, ante un fallido intento de continuar viaje por Panamá, se le orientó regresar al país en el vuelo de Cubana del siguiente día. Sin embargo, el 22 de septiembre no hubo capacidad para todos. Solo 15 retornaron.

Los otros siete continuaron sus gestiones para seguir hacia Venezuela, pero fueron infructuosas y debieron volver a La Habana.

El día 25 Felito vería por última vez a su hermano. Al dejarlo enrumbado en el aeropuerto José Martí, se marchó feliz. «Allí vi a Orlando López, su entrenador, y a Manuel Permuy, un hombre corpulento que iba vestido de traje oscuro».

Esa noche de sábado finalmente llegaban a Caracas. En este segundo grupo iban Permuy, jefe de la delegación, los espadachines y el armero Jesús Gil.

Los integrantes de los dos equipos de florete (femenino y masculino), el de sable y sus  entrenadores viajaron después.

El lunes 27 de septiembre el equipo Cuba se completó en tierras venezolanas, y pese a las adversidades del viaje, su desempeño en el torneo fue insuperable. Se adueñaron de 13 de las 24 medallas en disputa, incluyendo todos los títulos.

La boda

Marieta González tardó en contarle a su novio que esperaba un hijo suyo. Al saberlo la vida le dio un vuelco a Ramón Infante. El «jabao» alto, de ojos claros que llevaba «espendrum», quiso casarse con premura. Ya tenía 27 años de edad.

La fecha pactada fue el 20 de septiembre, justo antes de salir hacia el Centroamericano. La ceremonia fue organizada en San José de las Lajas, en la casa de Felito y Margarita, quien se encargaría de coser el vestido blanco de la novia.

«Mi suegra Haydée y mi cuñada Lili vinieron desde Guantánamo. Asistieron a la fiesta los amigos más cercanos y algunos compañeros de equipo. Entre los familiares de Marieta estaba hasta Mayito, el flaco que luego sería cantante de Van Van».

Margarita cuenta del gusto de su cuñado por el pollo asado y los frijoles negros. Lo recuerda queriendo enseñarle ese pasillo del twins, en el que se daba un brinquito lateral. Lo rememora cargando siempre con un libro cuando iba a visitarlos; «el viaje era largo, desde el municipio de Playa, donde vivía junto a mi mamá, hasta San José».

El duelo

Haydée quiere la verdad, está casi segura de que perdió a su hijo. Margarita corre a avisarle a Felito del accidente del avión de Cubana, quien salió de inmediato hacia el aeropuerto en busca de Jesús Rojo, un funcionario de Cubana que tal vez podría informarle de algo.

«Sabía que solo él podía decirme lo que realmente había pasado si mi hermano venía en ese vuelo; pero el oficial de guardia me dijo que Rojo viajaba en el avión del accidente».

Cuando volvía a casa, de madrugada, supo que era cierto, que su hermano menor y sus amigos deportistas estaban entre las 73 personas a bordo del vuelo 455 de Cubana. El dolor fue mayor cuando se confirmó que no era un accidente, sino un sabotaje.

Con voz serena, Félix, hoy un coronel retirado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, recuerda su indignación cuando se confirmó que la CIA estaba detrás del crimen y que los asesinos habían sido identificados: Orlando Bosch, Luis Posada Carriles, Hernán Ricardo y Freddy Lugo.

«Queríamos que nos los entregaran para aquí haber hecho justicia según nuestras leyes, con su derecho a la defensa, pero haber hecho justicia. Aún queda Posada Carriles, quien sigue jactándose del crimen».

El hijo de Monchi nació el 28 de enero de 1977. Su madre dio a luz en Guantánamo, porque luego del sepelio la abuela Haydée quiso cuidar del embarazo y al bebé hasta que estuviese fuerte. Cuentan que la anciana murió en el 2009, a la edad de 94 años. Desde el 6 de octubre de 1976 llevó las canas y no pasó un día en que no recordara  a su hijo.

                        

             Félix Infante (Felito), hermano mayor del esgrimista.                      Margarita Castillo recuerda que a su cuñado le gustaba leer.

Fotos: Laura Borges

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