Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Entre sopas y fideos

Opté por viajar en el metro para ir a una instalación deportiva pensando que iba a llegar más rápido que por el transporte de los Juegos

Autor:

Norland Rosendo

TOKIO.― El otro día opté por viajar en el metro para ir a una instalación deportiva pensando que iba a llegar más rápido que por el transporte de los Juegos. Abordé fácil el primero, pero cuando fui a hacer la conexión equivoqué la ruta.

Aquí todo está en el idioma nacional y un inglés a lo japonés, que no siempre es inteligible para quienes no pasamos, a fuerza de tanta repetición, del arigato, arigato (gracias) que ellos acompañan con una leve reverencia. Porque entre las tantas virtudes de los nacidos en esta tierra está la educación.

Son tan serviciales que uno a veces se queda con la boca más abierta que cuando ve la competencia de béisbol olímpica y se acuerda de que Cuba no clasificó.

Aquel día me bajé donde suponía que debía cambiar de línea y esperé los «larguísimos» dos minutos que demoró el otro metro. Cada cinco minutos pasa uno… (Voy a poder redactar un trabajo antes de que comience la competencia, pensé durante dicha espera). Llegó, monté y a viajar. Son dos paradas, me habían explicado.

Una, dos. Aquí mismo. Salí hacia la puerta de salida guiado por el grupo. Una vez fuera no lograba ubicarme bien, pues no veía ninguno de los referentes dados.

Caminé en una dirección, luego en sentido contrario. Nada de nada. ¿Quién me habrá mandado a mí a hacerme el experto en metros tokiotas? A esa hora a preguntar. Lenguaje de señas. Ojos estirados, japoñol, japonglish, garabatos en una hoja, hasta que unos gestos del deporte en cuestión me salvaron. Un joven dijo: Ahhh (..., no entendí nada), y me hizo señas de que lo siguiera.

Me llevó hasta la estación del metro. Sacó su móvil, buscó en un sistema de localización y dijo en un inglés más rudimentario que el mío: línea 2. Notó que todavía estaba medio desubicado y entró conmigo. Él en su idioma y yo en el mío, muy animada la charla en la que solo entendí: béisbol, Despaigne (Alfredo, el pelotero).

Al momento llegó la serpiente rodante. Con los dedos me indicó tres. Lo dijo con gestos y en japonés (supongo), porque en inglés sí estoy seguro que no fue.

Iba con susto, pero al fin llegué; y primero que el transporte de los Juegos. Pienso en lo grande que es esta civilización, cuyos fundamentos se asientan en la nobleza, la solidaridad.

Pero mi historia de viajero errante salvado por un amigo desconocido no es la única. Yunier Sifonte, el colega de Cubadebate, vivió algo parecido. En su caso, un hombre se bajó de su metro para explicarle y solo cuando lo dejó encaminado se subió al siguiente.

Arigato, arigato...

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