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Sin vodka en Catar

Algunas federaciones prohibieron exhibir la bandera y el himno ruso en sus competencias y vetaron de cualquier competición internacional a deportistas, organizaciones, equipos, selecciones y dirigentes que representen a Rusia

Autor:

Luis Autié Cantón

El deporte ruso sufre, desde que comenzara el conflicto en Ucrania hace un par de semanas, una ola de sanciones muy importantes.

Fue el Comité Olímpico Internacional quién comenzó a agitar las aguas, y desde entonces la marejada ha ido aumentando, de manera paulatina. Primero, la decisión fue anular la sede de eventos que debían realizarse en territorio ruso —dígase la Champions League, el Gran Premio de Fórmula 1 de Sochi, los encuentros de la Liga Mundial de Waterpolo, las series mundiales de natación artística y de saltos sincronizados o las eliminatorias de la FIBA al Mundial de baloncesto, por citar algunos— aunque después la cosa pasó a mayores y algunas federaciones prohibieron exhibir la bandera y el himno ruso en sus competencias y vetaron de cualquier competición internacional a deportistas, organizaciones, equipos, selecciones y dirigentes que representen a Rusia.

Por ejemplo, si bien hasta el pasado miércoles el Comité Paralímpico Internacional (IPC, por sus siglas en inglés), abrió las puertas a la posibilidad de dejar que los deportistas rusos y bielorrusos participaran en los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing de manera individual, siempre bajo bandera neutral y sin incluir sus resultados en el medallero paralímpico, la decisión fue revocada.

Según Andrew Parsons, presidente del IPC, la decisión se tomó debido a amenazas emitidas por varios equipos de no competir si no se les denegaba la participación a los atletas de estos dos países.

«En el IPC creemos firmemente que el deporte y la política no deben mezclarse. Sin embargo, por causas ajenas a su voluntad, la guerra ha llegado a estos Juegos y entre bastidores muchos gobiernos están influyendo en este importante acontecimiento», expresó Parsons.

La tapa al pomo la puso la decisión combinada de la FIFA y la UEFA de excluir a Rusia de todas las competiciones. ¿Cómo se traduce esto? No hay Mundial de Catar —el evento más esperado del año— para los del gigante europeo. Ojo, recordemos que Rusia fue el país anfitrión de la anterior edición de ese evento, disputado en 2018.

El próximo 24 de marzo, los dirigidos por Valeri Karpin se medirían a Polonia en Moscú, en las semifinales de su repesca para la cita catarí, un partido que por ahora queda descartado. Polonia, además, ha insistido en que no jugará contra los rusos bajo ningún pretexto, una postura compartida por la República Checa, otro de los rivales de Denis Chéryshev y compañía en el repechaje.

Con este panorama, la Federación de Fútbol de Rusia anunció en un comunicado su decisión de presentar un recurso ante el Tribunal Arbitral del Deporte para revertir la decisión de las entidades futbolísticas y efectuar el partido de repesca (y restablecer, de paso, la posibilidad de participar en Catar). Alegan que la decisión carece de base legal y que fue tomada bajo la presión de las federaciones de fútbol rivales, y que es «discriminatoria para un gran número de deportistas, entrenadores, empleados de clubes o de la selección nacional».

Tanto la UEFA como la FIFA, al respecto, recalcaron que el «Bureau del Consejo de la FIFA y el Comité Ejecutivo de la UEFA son las más altas instancias de decisión de esas dos organizaciones cuando se trata de cuestiones urgentes».

Habrá que esperar el desarrollo de los acontecimientos. Por lo pronto, al parecer, no se tomará vodka en los estadios de Catar.

 

 

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