Josmi soltó un fuerte grito al cielo pocos minutos después de ganar. Autor: Mónica Ramírez/ Jit Publicado: 23/08/2025 | 07:33 pm
Asunción.— Martes en la noche. El reloj marca nueve y algo. Todas las pruebas concluyeron en el estadio de atletismo del Comité Olímpico Paraguayo, en Asunción, menos una. Seis atletas de Venezuela, Chile, México, Cuba y Brasil corren los 1 500 metros del decatlón varonil de los Juegos Panamericanos Júnior. Primero entra el venezolano Carlos Córdoba, le siguen el chileno Max Moraga, el mexicano Darío Rodríguez, el cubano Josmi Sánchez… Josmi detuvo los cronómetros en 4:47.62 minutos. Cuarto lugar y campeón.
Recién terminó la carrera, en cuestión de segundos, Sánchez suelta una pregunta que resuena en los oídos de más de uno. En medio del bullicio, se escucha con tono imperante «¿Dónde está mi bandera?». Se le ve desesperado, ansioso. En su introspección, mientras completaba la prueba de 1 500 metros, tal vez repasó lo espectacular que sería él, ondeando la enseña nacional, como el gran monarca, a miles de kilómetros de su país. En las gradas, por lo menos tres personas se ponen en función de su petición. Sánchez ya tiene lo que pidió y su cara es otra. Hay que verlo. No es felicidad, es euforia.
Envuelto en la bandera cubana, se inclina al suelo y besa una pista mojada de todo un día. El ritual dura unos pocos segundos. Él sabrá por qué lo hizo. Es, quizá, la mejor forma que encuentra para agradecerle al lugar donde, durante dos fechas sucesivas, construyó el reinado más importante de su joven trayectoria.
Es el mejor del decatlón, con 7 550 puntos, después de liderar el salto de longitud, los 110 metros con vallas, el salto de altura y el salto con pértiga, además de terminar segundo en la impulsión de la bala, tercero en el lanzamiento del disco, cuarto en 1 500 metros y en el lanzamiento de la jabalina y quinto en 400 metros y en el hectómetro.
El habanero se acerca a ofrecer sus primeras declaraciones a la prensa. Luce gafa oscura, acomodada en su cabeza, reloj negro y un pulso religioso en su mano izquierda, y una indumentaria deportiva roja casi en su totalidad. Sus zapatillas son Adidas, negras mayormente. En el pecho, lo identifica el número 223. Me da por buscar su significado, si es que lo tiene, y encuentro que se le atribuye a la fe en ti mismo, a la confianza en tus ángeles de la guarda, al equilibrio, a la armonía.
Lo tengo a tres metros de mí, cuatro, para ser más exacto. Sujeta por las esquinas la bandera que nunca ha soltado. De pronto, no sé si premeditado o espontáneo, con los ojos cerrados y la cabeza hacia un cielo misterioso, pega un grito que se siente en todo el estadio. Dura poco. Es de esos gritos que la gente hace cuando quiere que el mundo se los trague, porque no aguantan más, o cuando se logra algo que demandó un esfuerzo extraordinario durante mucho tiempo.
Le pregunto por qué ese grito delirante. Me responde que hay un motivo especial. Cuenta que el año ha sido muy duro, desde la preparación hasta la consecución de su cetro. Añade que la temporada ha tenido altas y bajas para él, con lesiones y compromisos que tenía que cumplir como fuera. Ese grito significa muchas cosas, me repite, pero, más que todo, significa esfuerzo. Siente ganas de llorar, mas no lo hace.
El salto con pértiga de Josmi es uno de los mejores del mundo entre los decatlonistas. En la capital paraguaya llegó hasta 4.50 metros, cuando su récord personal es 5.20 metros. Explicó que viajó sin garrochas por exigencias de la aerolínea, situación que lo obligó a crear un plan estratégico. Ajustar la carrera y seleccionar unas pértigas adecuadas en la sede. Con todo y eso, encabezó el concurso y le sacó 30 centímetros al segundo puesto, el venezolano Carlos Córdoba.
Su título en Asunción 2025 le abrirá mejores oportunidades en la arena internacional. Foto Mónica Ramírez.
«Sentí un mar de emociones. Imagínate, fue mi primera medalla en una competencia en el extranjero. Tras ganar, pedí la bandera porque representa la responsabilidad con la que vine a este evento. La pedí con tanta energía porque soy un atleta responsable, capitán del equipo de atletismo cubano, entonces ella tenía que estar conmigo. Besé la pista por Cuba, por mí, por mi familia, por mis entrenadores, por todos. Este desempeño es el comienzo de mi carrera, me podría abrir las puertas al mundo.
«Este oro lo necesitaba, lo merecía por toda la entrega en cada día de entrenamiento. No podía dejar ir esta oportunidad de vencer. Por eso, cuando triunfé, disfruté demasiado el éxito. Fueron muchas cosas las que me vinieron a la cabeza. Grité, tenía que hacerlo para liberar un poco esas emociones. Luego de conseguir el título, tenía deseos de estar en mi casa, con mi madre y mi abuela. Mi abuela nunca me ha visto competir personalmente, solo mediante videos que le enseño. Ella nunca ha dejado de motivarme, hasta por videollamadas lo ha hecho».
Las lágrimas que no soltó durante la entrevista, las hubiese querido dejar en los hombros de su mamá, allá, en La Habana. Con ella es con quien único habló la noche de la gesta. Al día siguiente, respondió todos los mensajes de aliento y felicitaciones que guardaba su teléfono móvil y publicó un noble escrito en su cuenta en Instagram.
«Dios conmigo, ¿quién contra mí? Campeón panamericano y récord para la cita. Felicito a los chicos Max Moraga y Carlos Córdoba por su gran desempeño en esta linda competencia y a todos los que dieron el máximo en cada ocasión. Decirles a mis seguidores y a los apasionados del deporte rey que estoy sumamente agradecido con ustedes y prometo darle más alegrías a todo el que se identifica con lo que es Josmi Sánchez. Mamá, estoy brillando. Lo logramos», fueron las palabras del oriundo de Altahabana.