PRIMA BALLERINA ASSOLUTA

Ella es la mezcla tan rica de nuestra cultura que la hace estrella y miliciana, dama y guerrera, excelsa y sencilla, con la vista de futuro siempre alerta, con el movimiento oculto en sus manos de plumas, con una eterna juventud que vence el tiempo y escribe la historia. Por eso, no habrá otro calificativo para Alicia Alonso más que el de «La eterna dama del ballet».

BIOGRAFÍA DE ALICIA ALONSO

ALICIA ALONSO

Alicia Alonso nació en La Habana el 21 de diciembre de1920. Su nombre completo es Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo. Hija de padres españoles, fue la más pequeña de cuatro hermanos y comenzó el aprendizaje de la danza a la edad de nueve años en la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana, específicamente en la Academia de Baile en los salones del teatro Auditórium.

En sus primeros años bailó en Cuba con el nombre de Alicia Martínez, pero para 1935 ingresa en la Academia Fernando Alonso, y el impacto de los grandes ojos negros de Alicia –o Unga, como muchos le llamaban– fue tan fuerte como el que causaron en ella los azules ojos de Fernando, su físico atlético y la experiencia de sus 20 años. Fue así como el amor se mezcló con el ballet en 1936 en Claro de Luna, obra compuesta sobre la pieza homónima de Beethoven ¡ella como el Sol y él como la Luna! Y a los quince años se casó en Estados Unidos con Fernando Alonso y tomó su apellido, con el que se le sigue reconociendo actualmente.

Desde los diecinueve años, padeció de un defecto en un ojo por lo que era parcialmente ciega. Sus compañeros tenían que estar siempre en el lugar exacto donde ella esperaba que estuviesen y utilizaba luces en sitios diferentes del escenario para que la guiaran.

Fue una de los miembros fundadores del American Ballet Theatre en 1940 y en 1943 se convirtió en una de sus bailarinas más destacadas. El 2 de noviembre de ese mismo año, protagonizó Giselle en una sustitución emergente a Alicia Markova, la cual no pudo bailar. Desde entonces se hizo mundialmente famosa con el personaje de la inocente campesina, engañada y convertida en Willy.

Entre 1955 y 1959, Alicia bailó cada año con los Ballets Rusos de Montecarlo como estrella invitada. Fue la primera bailarina del hemisferio oeste en actuar en la entonces Unión Soviética y la primera representante americana en bailar con el Bolshoi y el Kirov en los teatros de Moscú y Leningrado en 1957 y 1958 respectivamente.

Durante décadas Alicia Alonso siguió haciendo giras mundiales en países europeos, en Asia, en el norte y sur de América y bailó como estrella invitada en el Ballet de la Ópera de París, con el Royal Danish Ballet, con el Bolshoi y con otras muchas compañías.
Ha representado sus versiones de Giselle, el Grand Pas de Quatre y La Bella Durmiente del Bosque para la Ópera de París entre otras. También ha representado Giselle en la Ópera de Viena y en el teatro San Carlo de Nápoles, en Italia; La Fille Mal Gardée en la Ópera de Praga y La Bella Durmiente en el Teatro alla Scala en Milán.

Pero su espíritu fundacional no se limitó al extranjero: tanto ella, como Fernando y Alberto Alonso, nunca olvidaron que sus raíces estaban en Cuba. Todo lo que Alicia aprendió en Estados Unidos, lo trajo a su patria donde, para mayor dificultad, gobiernos indolentes no se interesaban por el desarrollo cultural. La única institución, privada y burguesa, que se dedicaba con cierta seriedad a fomentar el ballet era la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana, y desde 1940 hasta 1947, Alicia actuó cada año en sus funciones en el Auditórium, además de traer al país numerosas figuras internacionales para que, al menos, una parte del pueblo se mantuviera al tanto de lo que ocurría en otras latitudes.

Para Cuba realizó su primera coreografía, El juicio de Salomón en 1942, y con Pro-Arte estrenó varias obras de Alberto Alonso, quien estaba enfrascado en una nueva estética del ballet en Cuba, que cristalizó en el efímero Antes del alba en 1947.
Había llegado el momento de una nueva estrategia para el ballet cubano y volvía la magia a ayudar a su imagen mística: una suspensión de la temporada del Ballet Theatre dejaba libre a sus bailarines, coyuntura aprovechada por ella y por Fernando Alonso para fundar la primera compañía profesional de ballet en Cuba. El debut fue en el Auditórium el 28 de octubre de 1948, con solo nueve bailarines cubanos y el resto eran miembros del Ballet Theatre como Melissa Hayden, Barbara Fallis y Royes Fernández, entonces desconocidos.

Como su nombre era ya símbolo de prestigio internacional, la compañía se llamaría Ballet Alicia Alonso durante los primeros seis años, para en 1955 comenzar a llamarse Ballet de Cuba.

Inseparable es la historia del ballet en Cuba de la vida de Alicia. El trabajo desarrollado por ella y su compañía se encaminó a llevar el ballet a todas las capas sociales con funciones masivas en estadios a precios muy económicos, asociación con lo más avanzado del arte cubano de entonces, y políticamente identificado con las aspiraciones de los cubanos.

Eso conllevó a que en 1950, después de giras por América con la compañía, se fundara la Academia de Ballet Alicia Alonso, donde se creó el primer plan de becas para niños sin recursos económicos, sin precedentes en Cuba.

Entonces llegó el 10 de marzo de 1952, con Batista y su golpe de Estado y, como consecuencia previsible, años más tarde la tiranía lanzaría su zarpazo contra Alicia y el Ballet de Cuba.

Desde que comenzó su vida profesional ella sólo había recibido una condecoración del gobierno cubano, la Orden Nacional Carlos Manuel de Céspedes y el título de «Dama» en 1947. Para 1956, el tirano crea el Instituto Nacional de Cultura, al cual pensaba adscribir a nuestros artistas más prestigiosos, en primer lugar a Alicia Alonso y al Ballet de Cuba.

Recibe una comunicación de ese Instituto solicitándole la incorporación de la compañía a la fachada batistiana y su respuesta no se hizo esperar, en carta abierta a Guillermo de Zéndegui, director de la institución, del 16 de agosto de 1956.
La represalia llegó también de inmediato al retirarle una exigua subvención que recibía, en medio de un homenaje nacional que se le preparaba a Alicia por sus logros en el mundo, homenaje que se convirtió en Acto de desagravio, organizado por la FEU y las fuerzas progresistas. Alicia declaró disuelto el Ballet de Cuba y su ausencia de los escenarios cubanos mientras durara el gobierno de Batista.

Se niega así a apoyar a la dictadura de Batista y se marchó de la Isla, a la que regresó con el triunfo revolucionario de 1959. Desde entonces, se dedicó a romper prejuicios y esquemas, a imponer su estilo y a crear una escuela de danza en Cuba que hoy se encuentra entre las más reconocidas del mundo.

Pero su sacrificio como estrella mundial redundó en la formación de una sólida compañía de ballet en un país donde la danza era conocida sólo por sus bailes populares y presentar al mundo una escuela que irrumpiría en la escena mundial, la primera –y hasta ahora la única– en América: la escuela cubana de ballet. Alicia Alonso y Ballet Nacional de Cuba serían términos inseparables a partir de estos años.
Pero de nuevo tuvo que enfrentarse a dificultades aparentemente insolubles: sus ojos volvían a poner en riesgo su vida en las tablas y este mismo año, durante una gira con el Ballet Nacional de Cuba por Hungría, interrumpe sus actuaciones para someterse a una nueva operación en España que la obligaba a abandonar la escena… tal vez para siempre. Sin embargo, su férrea voluntad y su amor por la danza la llevaron a no abandonar el ejercicio magisterial y en 1974 monta su versión de La bella durmiente del bosque de nuevo en la Opera de París.

En ese mismo año, luego de más de tres décadas, su matrimonio con Fernando Alonso se disuelve, lo que significó un golpe sentimental. Sin embargo, lejos de replegarse en infortunios, en noviembre de ese año reaparece en la escena sorpresivamente en el ballet Mujer y poco después se hace cargo de la Dirección General del Ballet Nacional de Cuba. La Alonso se crecía con nuevos retos: recuperada su visión parcialmente y recuperada físicamente de su reposo, encontraría en el periodista Pedro Simón el nuevo compañero para su vida en 1975, quien actualmente es su esposo, director del Museo Nacional de la danza y de la revista Cuba en el Ballet.

Alicia se reconoce como la más longeva artista del ballet en escena. Gracias a ella Cuba exhibe un arte de primer mundo e irradiaba con su escuela a todos los confines. Multiplicada en sus bailarines. El descanso no tiene significado para ella y sigue creando coreografías, tomando ensayos, ocupando la Dirección General del Ballet Nacional de Cuba.

Junto a ello está el glamour de cada función donde, cual reina, es aplaudida al entrar en su palco presidencial y ocupar el centro para iluminar la sala. Solicitada por periodistas, fotógrafos, artistas, realizadores de filmes y videos, la Alonso –pese a sus persistentes problemas de visión y otras dolencias que le dificultan la locomoción– no pierde una sola función de su compañía en el Gran Teatro de La Habana, asiste a la mayoría de sus giras internacionales, preside eventos, recibe medallas y condecoraciones de todo el orbe, cumple sus compromisos como Embajadora de Buena Voluntad de la UNESCO, y responde a los reclamos de su patria en la cultura y la sociedad.

Ella es la mezcla tan rica de nuestra cultura que la hace estrella y miliciana, dama y guerrera, excelsa y sencilla, con la vista de futuro siempre alerta, con el movimiento oculto en sus manos de plumas, con una eterna juventud que vence el tiempo y escribe la historia. Por eso, no habrá otro calificativo para Alicia Alonso más que el de «La eterna dama del ballet». 

Alicia y la FEU

Resulta imposible hablar de Alicia Alonso sin hacer alusión a la cultura cubana, al Ballet, y a la destacada relación de la Prima Ballerina Assoluta con la juventud en las diferentes etapas.
Los lazos que llegarían a ser históricos, entre la joven compañía y el público universitario vienen desde la fundación del Ballet Alicia Alonso, hoy Nacional de Cuba, en 1949. Era el inicio como lo sentenciara Alicia Alonso de un matrimonio feliz que hasta la actualidad regala los más hermosos frutos.
La Federación de Estudiantes Universitarios se vincula mucho con Alicia y comienzan a dar funciones populares de ballet en el Estadio Universitario. La FEU sustentaba económicamente las funciones populares. Y ahí comienza a educarse el público cubano por el ballet.
El triunfo de la revolución encuentra al ballet en un estado lamentable, porque Batista en los últimos años de su mandato tenía una decadencia total de su prestigio internacionalmente, y comienza a ensayar una política que la llamaba «la neutralidad de la cultura», tratando de lograr que colaboraran con cargos oficiales en el campo de la cultura, para ello otorgaba una pequeña ayuda a algunas instituciones. Batista otorga una subvención al ballet de Alicia Alonso y comienza a presionar exigiendo que la compañía se presentara en actos oficiales. Alicia rechaza la exigencia y en el año 1956 Batista le retira la subvención al ballet Alicia Alonso.
Desde que comenzó su vida profesional ella sólo había recibido una condecoración del gobierno cubano, la Orden Nacional Carlos Manuel de Céspedes y el título de «Dama» en 1947. Para 1956, el tirano crea el Instituto Nacional de Cultura, al cual pensaba adscribir a nuestros artistas más prestigiosos, en primer lugar a Alicia Alonso y al Ballet de Cuba.
Es así como Alicia Alonso recibe una comunicación de ese Instituto solicitándole la incorporación de la compañía a la fachada batistiana y su respuesta no se hizo esperar, da a conocer una carta pública de denuncia y se niega a bailar en Cuba mientras Batista siguiera en el poder.
En carta abierta a Guillermo de Zéndegui, director de la institución, del 16 de agosto de 1956, Alicia escribe:
Permítame, Dr. Zéndegui, rechazar esa solución. Tanto Fernando Alonso, mi esposo, como yo, no hemos trabajado con el fin de percibir mensualmente una determinada cantidad de dinero, sino con un horizonte más amplio: el de realizar, en el terreno del ballet, una labor cultural de carácter histórico. (…) Lo que Ud. propone parece más bien, una limosna o un soborno (…) tenemos fe en el pueblo de Cuba y estamos seguros que (…) nos brindará su respaldo para no permitir que esta manifestación artística jamás le sea arrebatada.
La represalia llegó también de inmediato al retirarle una exigua subvención que recibía, en medio de un homenaje nacional que se le preparaba a Alicia por sus logros en el mundo, homenaje que se convirtió en Acto de desagravio, organizado por la FEU y las fuerzas progresistas.
El Estadio Universitario de La Habana acogió aquella actuación de la prima ballerina y su compañía como una acción por la libertad y por la vida. El espíritu del cisne que iluminó aquella noche, marcó el camino de la lucha de una generación en aras de la Patria.
Alicia declaró disuelto el Ballet de Cuba y su ausencia de los escenarios cubanos mientras durara el gobierno de Batista. Era octubre de 1956… y el Granma desembarca en diciembre de ese propio año.
Se niega así a apoyar a la dictadura de Batista y se marchó de la Isla, a la que regresó con el triunfo revolucionario de 1959. Desde entonces, se dedicó a romper prejuicios y esquemas, a imponer su estilo y a crear una escuela de danza en Cuba que hoy se encuentra entre las más reconocidas del mundo.
Después del primero de enero se iniciaba una nueva etapa en su carrera, que era la del ballet cubano. Nuevamente la organización estudiantil más antigua de la Isla la acoge en la inolvidable Operación Cultural, en tanto se llama al reto de la continuidad y al compromiso permanente entre la FEU y el Ballet Nacional de Cuba.
En la celebración de su cumpleaños noventa, el 21 de diciembre de 2010 le fue conferida la Moneda Conmemorativa Aniversario 90 de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), durante una gala artística que tuvo por sede el capitalino teatro Karl Marx.
Esta distinción reconocía la labor de la eterna dama del ballet por acercar a la juventud al arte, colectivizar su importancia cultural y social. Al mismo tiempo reafirmaba la relación de ella con una de las organizaciones juveniles y trascendentales en Cuba, la Federación Estudiantil Universitaria.

PREMIOS Y RECONOCIMIENTOS

  • 1971: Medalla y diploma de Universidad de Oriente
  • 1971: Medalla y diploma de Dirección Nacional de la Federación de Mujeres Cubanas
  • 1971: Medalla y diploma de Universidad Central de Las Villas
  • Diploma y Carnét de Honor como “Miembro Fundador”
  • 1968: Medalla y Diploma de Honor
  • 1968: Orden “30 Años de Dedicación al Arte”
  • 1966: Diploma de Reconocimiento
  • 1963-1967: Placa “Mujer destacada en el Arte”
  • 1961: “Palma de Revolución” al más destacado artista
  • 1947: Orden Nacional “Carlos Manuel de Céspedes” y Título de “Dama”
  • 1970: Gran Premio de la Ciudad de Paris
  • 1968: Medalla de Honor
  • 1966: Primer Premio
  • 1966: Premio “Anna Pavlova”
  • 1966: Gran Premio de la Ciudad de Paris
  • 1965: Orden del Pueblo Mongol
  • 1964: Orden del Trabajo de Primera Clase
  • 1958: Premio Anual
  • 1954: Orden del Mérito al Ballet
  • 1951: Primera Dama del Ballet
  • 2006: Diploma de Honor
  • 2003: Título de Huésped Ilustre
  • 2002: Doctorado “Honoris Causa a las Artes”
  • 1996: Orden al Mérito de Duarte, Sánchez y Mella (Grado de Comendador)
  • 1993: Doctorado Honoris Causa
  • 1991: Placa de Reconocimiento
  • 1990: Diploma de Honor
  • 1987: Condecoración “General Rumiñahui”
  • 1984: Medalla de la Ciudad de Lima
  • 1984: Título de Ciudadana Honoraria de Buenos Aires
  • 1984: Medalla “Anchieta”
  • 1984: Medalla “Pedro Ernesto”
  • 1982: Condecoración de la Orden Mexicana “El Águila Azteca”
  • 1984: Condecoración al Mérito Cultural de Primera Clase
  • 1984: Orden “Vasco Núñez de Balboa” Grado de Gran Oficial
  • 1981: Medalla de Oro Conmemorativa del II Aniversario del Triunfo de la Revolución Sandinista
  • 1977: Honorable Medalla de Oro “Musgrave”
  • 1975: Diploma “Directora Honoraria del Ballet Nacional de Panamá”

Artículos Publicados por Juventud Rebelde

 sobre Alicia Alonso

La Prima Ballerina Assoluta del Ballet Nacional de Cuba dialoga con JR sobre pasajes de su vida y de los Festivales Internacionales de Ballet de La Habana 
José Luis Estrada Betancourt 
23/10/2010 

Le fascinaba el pelo largo, y las toallas de la casa le permitían pintárselo de todos los colores. Entonces la pequeña Alicia Ernestina de la Caridad Martínez del Hoyo, la menor entre los cuatro hijos de Antonio Martínez, teniente del Ejército; y de Ernestina, modista de alta costura, se encerraba en su cuarto y, alzada por los tacones y la música que la envolvía, comenzaba a danzar como una ninfa. De repente, pura magia del destino, sus brazos asumían la fluidez y el encanto del agua incontenible, y su cuerpo todo adquiría el misterio de los bosques, la altivez y el encanto de las palmas.

Ese resultó el comienzo en el arte de quien luego se convertiría en una leyenda: la gran Alicia Alonso. «De los cuatro hermanos, el primero estudió de todo, pero no fue nada; la segunda, aunque se interesó por la danza, se convirtió en maestra; y el tercero, dueño de una memoria prodigiosa, se transformó en arquitecto...», contó recientemente, entrevistada por la periodista Magda Resik en el espacio Encuentro con... que, organizado por la Asociación Hermanos Saíz, la tuvo como invitada especialísima el Día de la Cultura Cubana.

«¿Que cómo me hice bailarina? Tal vez contribuyó el ambiente donde me crié. Mi madre era muy sensible, le gustaba tocar el piano, y en las noches nos reuníamos alrededor de ella mientras uno de mis hermanos cantaba... Mira, creo que definitivamente yo bailaba desde que me hallaba en el vientre de mi madre.

«Después de regresar de un viaje a España, donde por petición de mi abuelo me aprendí todas las danzas de la Península, mi madre me llevó a Pro-Arte Musical. Llegué tarde a mi primera clase con el maestro Nicolai Yavorsky quien, con un movimiento ágil de su picante toallita, me dio ahí donde duele, y me hizo colocarme en la punta de la barra. Creo que ese día cogí tortícolis intentando mirar a todas partes, buscando captarlo todo. Cuando regresé a la casa me acerqué a mi mamá y le aseguré: “Esto es lo que más me gusta en el mundo”».

Aprendí, aprendí...

«Nací hace unos cuantos años atrás, y quizá no se puedan imaginar cuán estrictas eran las reglas por entonces, pero así y todo me casé con Fernando Alonso y partí hacia Estados Unidos, donde empecé a trabajar arduamente, pero era superfeliz», afirma la prima ballerina assoluta.

«Después de mis experiencias en Broadway y con el American Ballet Caravan, ingresé en 1940, por determinación de Lucia Chase y Oliver Smith, sin audicionar, en el Ballet Theatre (después devendría American Ballet Theatre, ABT)».

Apenas dominaba la lengua de Shakespeare cuando decidió probarse con los espectáculos musicales. «Acabada de arribar a Norteamérica, y estaban haciendo unas audiciones en Broadway a las cuales me presenté. Pero había un problema: casi no sabía hablar inglés. Cuando el empresario solicitó que interpretáramos una canción, les pregunté a mis amigas el significado de las palabras, de manera que en lugar de cantar, lo que hacía era representar la letra, actuar, y mover la boca como si estuviera interpretándola. Entonces, el empresario dijo: “Esa muchacha lo hace muy bien, pero apenas la escucho. Que le acerquen el micrófono”. Y cuando le explicaron que la cuestión era que no sabía inglés, soltó tremenda carcajada... “No me la quiten, a esa yo la quiero”, pidió. Así clasifiqué (sonríe)...».

Dwight Deere Wiman se nombraba el productor que supo descubrir el talento irrepetible de la Alonso, y del grupo que después con ella fundarían el Ballet Theatre. Antes Alicia aprovecharía al máximo su estancia en el American Ballet Caravan, que se especializaba en obras que trataban temas norteamericanos con música norteamericana, al estilo de Billy the Kid, Rodeo... «Jamás olvidaré que al final de Fiesta de cumpleaños, cada uno debía colocar en el escenario una letra con la cual se conformaba la palabra “Felicidades”, pero me equivoqué y la puse donde no debía. Me percaté cuando el auditorio comenzó a reír. Aquello decía cualquier cosa menos “Felicidades”, mas fue un éxito total».

Estando en el ABT, ya entre las primeras figuras, su padre la descubrió fotografiada en la revista Life Magazine. La seleccionó un fotógrafo norteamericano, quien la inmortalizó mientras ella ejecutaba diferentes posiciones de ballet. Así su padre tuvo conocimiento de que Alicia empezaba a hacer historia. «Tiene que haberse sorprendido mucho, cuando un amigo se le acercó con la revista en las manos: “Teniente, mire aquí a su hija”. Él me vio, pero no dijo ni una sola palabra, según me contó luego mi madre. Caminó hasta El Carmelo donde compró todos los ejemplares que había. Pero no para desaparecerlos, sino para mostrárselos y regalárselos a sus amigos».

Y efectivamente, mientras destacaba como estrella del ABT, su nombre empezó a pasar de boca en boca. Su danza era única, asombrosa, diferente. Mas eso exigía de la Heroína del Trabajo de la República de Cuba una entrega sin límites. «Nunca falté a una clase. Para mí era como una religión. Incluso, cuando andábamos de gira y viajábamos en trenes, yo no paraba de caminar en punta por el pasillo, e improvisaba una barra en cualquier lugar. Todo el tiempo me lo pasaba estudiando. Investigando por qué determinado paso no me salía, buscando el origen, la mejor forma de ejecutarlo.

«Siempre supe que si uno quiere conseguir algo no debe detenerse hasta conseguirlo. No puede estar nunca satisfecho, exigirse cada vez más. Y en lo personal cada vez me la ponía más complicado. En el ABT no perdía tiempo, sino por el contrario: me lo aprendía todo, incluso la parte de la coreografía que le correspondía a los varones, además de que intentaba ayudar a los demás, porque siempre tuve alma de maestra.

«La perfección no existe, pero las cosas se pueden hacer invariablemente mejor. Esa convicción ha signado la vida de los hombres. Es por eso que se han logrado tantos avances en las ciencias, en la tecnología... Bueno, también hemos inventado la bomba atómica, algo que me entristece, porque no consigo explicarme por qué en lugar de inventar cómo matar, no inventamos cómo vivir; cómo disfrutar de la belleza de la vida...

«Trabajé muy duro. Y jamás me he dado por vencida, gracias a ello nació una Escuela Cubana de Ballet. Juro que no lo hice adrede... Pero, bueno, no lo puedo negar... Soy la base. Y me siento orgullosa por eso, porque es la historia de mi vida».

Un festival y su historia

Aún estaba de gira con el Ballet Theatre y venía de vacaciones por un tiempo a la Isla, pues la compañía, por cuestiones económicas, estaría alejada de los escenarios durante un largo período. Sin embargo, desde hacía tiempo, a Alicia ya le rondaba la idea de hacer en Cuba un festival. «Corría 1960 —por cierto, el año en que bailé por última vez en Estados Unidos—, de manera que no me costó mucho contagiar con mi entusiasmo a mis compañeros del American Ballet Theatre, que no se habían presentado más en Cuba desde 1947, pero, claro, entonces el Festival no existía.

«Así que en ese primer encuentro estuvo el ABT, que ha permanecido cinco décadas alejado de Cuba hasta ahora, que vuelve cuando el Festival también cumple 50 años. También participaron las hermanas Contreras, Irma y Margot, con el Ballet Nacional de Venezuela; una pareja del Ballet Bolshoi de Moscú que actuó con el entonces Ballet de Cuba (todavía no había adoptado el nombre de Ballet Nacional de Cuba, lo cual ocurrió en 1961, al regreso de una extensa gira por los antiguos países socialistas); el Ballet de Bellas Artes de México, y el Ballet Español de Ximénez-Vargas.

«Fue un Festival modesto, pues solo había un teatro en funciones: el Auditórium de La Habana (hoy Amadeo Roldán), el cual acogió no solo la representación de clásicos como el II acto del Lago de los cisnes, Giselle, Las Sílfides y Coppelia, sino también obras contemporáneas como Juana en Rouen, de Ana Leontieva; Concierto, de Alberto Alonso, y Mulato, de Ramiro Guerra. Yo bailé, recuerdo, Bodas de Aurora con Igor Youskevitch, y el pas de deux de “el Hada Garapiñada y su Caballero” del ballet Cascanueces, con Royes Fernández. Llevábamos a escena lo que teníamos a mano. Las funciones eran combinadas: el Ballet de Cuba, como anfitrión, con el resto de los bailarines que nos visitaban.

«Si bien es cierto que en aquellos primeros años de la Revolución la compañía actuaba por doquier en escenarios improvisados (hasta en la cama de un camión), lo cual nos facilitó ir atrayendo poco a poco a un público que aseguraba que no le gustaba el ballet, también los festivales fueron jugando un rol muy importante a la hora de enamorar a miles de espectadores, como los que hoy hacen casi estallar las salas donde nos presentamos».

—¿Pensó entonces que el Festival continuaría?

—Tanto fue así que nació con el nombre de 1er. Festival Internacional de Ballet de La Habana, lo que quiere decir que esperábamos, estábamos seguros, de que no dejaríamos de reunir en Cuba a figuras renombradas de los cinco continentes. Y también a coreógrafos, críticos, fotógrafos, productores, periodistas... de todas las latitudes.

«Esta cita inicial duró poco más de dos semanas (comenzó el 15 de marzo y concluyó el 2 de abril), y para convocar a la segunda tuvimos que esperar seis años. Pero cuando se descorrieron las cortinas del Teatro García Lorca para dejar inaugurado el 2do. Festival con El lago de los cisnes, donde me acompañó el argentino Rodolfo Rodríguez como el Príncipe Sigfrido, supe que este evento, único por sus características en el mundo, tendría larga vida. De hecho ya al año siguiente estábamos nuevamente de fiesta, con una amplia representación sobre todo de compañías de los antiguos países socialistas, porque el bloqueo de Estados Unidos impedía que participaran bailarines del mundo occidental. Esa vez solo bailaron para los cubanos, si mal no recuerdo, unos primeros bailarines de Francia y de Japón.

«Con dolor en mi alma, para este 3er. Festival no pude estar en la clausura, pues había sido invitada por mi gran amigo Antón Dolin —mi primer partenaire en Giselle cuando debuté en 1943—, a la apertura del Teatro Wilfred Pelletier, de Montreal.

«Después hubo siete años de receso y a partir del 1974, en que se produjo la cuarta edición, el Festival tuvo una frecuencia bianual que se mantiene hasta nuestros días. Lo decidimos tomando en consideración que los artistas extranjeros tenían contratos firmados que a veces les impedían actuar aquí, pero en realidad ya cuenta con medio siglo de hermosa historia.

«Quizá un hecho curioso vinculado con el evento sea que a partir de cierto momento empezamos a dedicarlos a diferentes temáticas, aunque se mantenían algunas características como que el Ballet Nacional de Cuba era la compañía anfitriona, con la cual bailaban las estrellas de otros países, la presencia siempre de los grandes clásicos y el estreno mundial o en la Isla de obras de los más diversos estilos.

«Se desarrolló uno memorable como aquel donde se veía al ballet en su relación con otras artes. En esa ocasión se organizaron galas centradas en el ballet y el cine, y el teatro dramático, las artes plásticas, la literatura, el folclor... Otra vez decidimos mostrar el desarrollo adquirido por este arte en Latinoamérica... Así buscamos diferentes clases de leitmotiv para poner de relieve cómo todavía se mantiene vivo, seduce. ¡Cómo todavía emociona!».

—En este 22 Festival se les rendirá homenaje a figuras universales como Galina Ulánova, Vladimir Vasiliev y José Lezama Lima...

—Justo. Siempre me unió una gran amistad con Galina y Vladimir. Sin embargo, no tuve esa cercanía con Lezama.

«Dadas las características de los festivales, a partir de 1960 hubo una presencia notable de bailarines de Europa del Este. Y lógicamente los vínculos del BNC con la escuela ruso-soviética se hicieron muy estrechos. Venían estrellas del Bolshoi, del Kirov y de otras compañías (por supuesto también del resto de los países), lo cual fue muy favorable porque se trataba de bailarines desconocidos en Cuba, pero que poseían un alto nivel técnico e interpretativo.

«Específicamente, con el ballet soviético las relaciones fueron muy próximas, y dentro de este existían personalidades que mantenían una cercanía especial conmigo. Ese era el caso de Galina Ulánova y de Vladimir Vasiliev. A Galina la conocí desde mi primer viaje a la Unión Soviética en 1957, y después nos encontrábamos cada vez que actuábamos en aquella nación, además que coincidíamos como jurado en los Concursos Internacionales de Ballet de Varna, Bulgaria; de Moscú...

«Ulánova defendió constantemente el ballet cubano, y valoró sinceramente los aportes de nuestra escuela, que se distinguía de las otras reconocidas. Ello se empezó a notar, sobre todo en los certámenes competitivos, en los que, cuando yo llegaba con mis muchachas y muchachos, algunos decían: ¿¡Cuba!?, como si se hubiese aparecido el coco (sonríe), porque sabían que la porfía iba a estar fuerte. Sin embargo, Galina siempre se contó entre quienes nos apoyaban. Entre nosotras surgió así una admiración mutua muy grande.

«Asimismo, Vasiliev, quien resultó premiado en Varna por el jurado que yo integraba (por cierto, Galina también), desde joven estuvo muy pegado al BNC. Del mismo modo que la Ulánova, él asistía a nuestras funciones cada vez que nos presentábamos en su tierra. De modo que estaba escrito que bailáramos juntos alguna vez.

«Sucedió en 1980. Sin dudas, Vladimir, representando al Bolshoi, era, junto a Nureyev, el bailarín ruso más destacado de su época. Bailaba por todo el mundo, pero se mantuvo fiel a su teatro y su escuela, que esa vez se unió a la cubana, representada por mí. Para muchos esta actuación constituyó un verdadero acontecimiento artístico.

«El Bolshoi tenía una versión de Giselle que se diferenciaba de la nuestra. Pero conversamos, cada uno cedió un poquito, y nos pusimos de acuerdo. Él, poseedor de una personalidad notable y de una técnica envidiable, se mantuvo estupendamente hasta el final, aunque en el segundo acto noté que algo estaba ocurriendo. ¿Qué pasa?, le pregunté con discreción. Niet, niet, niet..., fue su respuesta. Y es que estaba bailando con el menisco lastimado. Hasta el último momento realizó un esfuerzo sobrehumano para sobreponerse al dolor. Mas en ningún instante dejó de ser solícito, todo un caballero.

«Esa resultó una Giselle inolvidable porque el cuerpo de baile del BNC estuvo, como de costumbre, brillante, y formaron parte del elenco primeras figuras de la compañía, como Aurora Bosch, como la reina de las wilis, y Loipa Araújo como la duquesa Bathilde... En fin, Vladimir, quien está invitado especialmente a esta edición del Festival, es una persona encantadora, y nuestra amistad ha permanecido viva hasta el día de hoy...».

—¿Y en el caso de Lezama, cuyo centenario se está celebrando en este 2010?

—Conocí a Lezama, tuve ese honor, pero como te dije no hubo esa amistad entre nosotros. En 1949 él escribió un bello texto sobre mí que publicó en el Diario de la Marina, y que por un azar concurrente, vio la luz el 21 de diciembre, día de mi cumpleaños, aunque estoy convencida de que él ni siquiera lo imaginaba. El artículo se llamaba Alicia Alonso o un punto rosa. Me sorprendió porque allí Lezama, con su enorme sensibilidad poética, de cierta manera se anticipaba a algo que después asegurarían los críticos y conocedores: que mi modo de bailar se iba a constituir en estilo, y veía en él una expresión de cubanía. Ya él presagiaba el surgimiento de la Escuela Cubana de Ballet.

«Luego, tras el triunfo de la Revolución me encontraría varias veces con él. Y cuando Nicolás Guillén fundó la UNEAC, Lezama y yo estuvimos entre los primeros vicepresidentes de dicha institución. Es decir, que coincidimos en múltiples reuniones, pero fue, tristemente, quizá porque siempre estaba muy ocupada pues no paraba de bailar, una relación de lejos... Más tarde, en los 70, él escribiría otro texto maravilloso que titularía Fiesta de Alicia Alonso.

«Para este Festival he preparado una gala dedicada a ese gran ensayista, novelista, poeta. Estrenaré Muerte de Narciso, inspirado en su emblemático poema; y La noche del eclipse, aunque se incluirán otras obras que tienen que ver con su ámbito cultural: Apolo, mi Desnuda luz del amor; el afamado bailarín Vladimir Malakhov hará un solo con La muerte del cisne, en tanto también subirá a la escena Habanera suite, del coreógrafo español Ramón Oller.

«En cuanto a Muerte de Narciso, pues esta pieza utiliza la música de Julián Orbón, vinculado al afamado grupo Orígenes, y contará con los diseños de Ricardo Reymena y de José Luis Fariñas, mientras que La noche del eclipse toma dos personajes de la literatura cubana muy amigados con Lezama: Juana Borrero y Carlos Pío Urbach. Titulé ese ballet de ese modo, porque estos dos jóvenes —como los Romeo y Julieta de las letras—, se encontraron por primera vez en casa de la poetisa —él era un matancero que estaba de visita en La Habana—, una noche en que había un eclipse de luna. Así inició ese amor extraordinario. No cuento toda la historia de Juana y Carlos, sino solo muestro sus personalidades y el momento del encuentro».
Creatividad incontenible

—Después de anunciarse que este año estrenaría mundialmente estas dos obras: Muerte de Narciso y La noche del eclipse, conocimos que le regalará al público también Impromptu Lecuona...

—(Sonríe). Pensaba que serían solo esas dos, pero un sábado, sentada aquí en mi casa, me llegó de repente la inspiración. Ocurrió en cuanto escuché una versión sinfónica de La comparsa y otra de La malagueña, dirigidas por Barenboim. Inmediatamente llamé a mis asistentes y enseguida me puse a trabajar. A la semana el ballet ya estaba listo. ¡Terminado! Montado y bailado por los muchachos de la compañía que permanecían en Cuba, mientras el otro grupo actuaba en Australia. Serán más de 50 bailarines en escena, liderados por la primera bailarina Bárbara García. En estos momentos el BNC está tan reforzado que puede dividirse en dos. ¿Qué le parece? La nuestra es una compañía impresionante: fuerte, virtuosa y sólida.

«Impromptu Lecuona, de cuyo nacimiento se cumplen 115 años en este 2010 (ha pasado un tanto inadvertido entre nosotros), se incluirá en la gala inaugural, que como de costumbre contará con La Marcha, la cual tiene un atractivo especial: la música pertenece a Gaspar Villate, un destacadísimo compositor cubano. Estas composiciones no han sido escuchadas, de modo que resulta un gran rescate. También se exhibirá por primera vez en Cuba el documental realizado por Televisión Española que abre la serie Imprescindibles, y se nombra Alicia Alonso. Para que Giselle no muriera».

—¿Cuándo supo que el Festival había alcanzado plena madurez?

—Desde el principio este fue un evento de alta convocatoria y con un número cada vez más creciente de seguidores que quedaban atrapados para siempre. Es impresionante la cantidad de público que asiste a las funciones, lo que, al menos en Cuba, rompe con la tesis de que el ballet es un arte de élite. En Cuba, sin ninguna demagogia y con mucho placer y orgullo podemos decir que el ballet es un arte del pueblo.

—Alicia, han pasado algunos años desde que se despidió de los escenarios, en Italia, con Farfalla...

—Yo no quería hacer algo dramático de mi despedida de los escenarios. Pensaba que era cruel para los que seguían mi carrera y, por supuesto, para mí. De hecho nadie sabía que Farfalla sería el último ballet que bailaría. Ni siquiera él (se refiere, señalándolo, a Pedro Simón, su esposo y director del Museo Nacional de la Danza y de la revista Cuba en el ballet).

«No era precisamente una danza. Era como una pantomima que realizaba sentada, y con mis manos iba representando mi vida: desde niña hasta que realicé mi vuelo final. Farfalla significa mariposa en italiano. Y mi vida se asemejaba a una de ellas. Cuando pequeña era como una oruguita, que cuando descubrió que bailar era su mundo, solo añoraba alimentar ese afán; y luego, con el tiempo, mientras mi danza se perfeccionaba, mi existencia se llenaba de colores. De tan frágil apariencia, estos animalitos extraordinarios, de belleza asombrosa, y de disímiles formas, son capaces de desarrollar enorme velocidad y precisión...

«Sí, resultó una decisión difícil. De hecho, aún no se me quitan los deseos de bailar... Y lo sigo haciendo a través de mis enseñanzas. Estoy enseñando todo lo que sé, no me guardo nada. Y me siento muy bien con ello, porque vivo cada vez que entrego lo que sé».

Estrella del Siglo sin discusión 
21/03/2019

La prima ballerina assoluta Alicia Alonso, recibió oficialmente, en el Gran Teatro de La Habana, que lleva su nombre, la distinción que la acredita como Estrella del Siglo, de manos de Daniel Martín, presidente del Instituto Latino de la Música (ILM).

De ese modo, el ILM reconoció la obra de toda una vida de la legendaria artista, quien ha dejado una huella perdurable en el tiempo. Así se convirtió en la primera bailarina del mundo y la primera personalidad cubana viva en recibir este galardón, precisó Prensa Latina.

La bailarina y coreógrafa ha sido verdadera promotora de la cadencia latina desde la danza clásica, afirmó Martín. Para el Presidente del Instituto que acaba de cumplir en febrero 98 años de fundado, la Alonso es un faro que ha desarrollado una carrera de excelencia.

Nadie mejor que Alicia Alonso para ser comparada con una estrella, en el particular firmamento de este siglo, convulso, cuajado de violencia y guerras sin apellido. Alicia Alonso es una flor, un perdurable don de la naturaleza, aseguró la poetisa y ensayista Nancy Morejón en un texto leído por la locutora Rosalía Arnáez.

Por su parte, la primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba y recién nombrada subdirectora artística de la compañía, Viengsay Valdés, en un breve encuentro con la prensa se refirió a la carrera de Alonso, y aseguró que se continuará el trabajo que situó a la escuela cubana de ballet en un alto lugar en el mundo.

Alicia: de la danza al mito 
José Luis Estrada Betancourt 
22/10/2018

Es una verdad absoluta: el estreno de Alicia Alonso en el rol estelar de Giselle, aquel 2 de noviembre de 1943 en el Metropolitan Opera House, marcó un hito en la historia de la danza mundial. De ese notable acontecimiento se cumplirán 75 años, un aniversario que será recordado de muchas maneras, entre ellas con una exposición que quedará inaugurada este miércoles 24, a las 4:00 p.m., en el Museo Nacional de Bellas Artes.

Será justamente en el quinto piso del Edificio de Arte Universal (San Rafael e/ Zulueta y Monserrate, La Habana Vieja), donde el público podrá apreciar, a través de imágenes fotográficas y una selección de carteles históricos pertenecientes a los valiosos fondos del Museo Nacional de la Danza, cómo la prima ballerina assoluta fue apoderándose más y más del emblemático personaje hasta convertirse en un mito.

Gladys Collazo, presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, tendrá a su cargo las palabras de apertura de Alicia Alonso-Giselle: aniversario 75, un complemento perfecto a las funciones que de ese clásico acogerá el Teatro Nacional de Cuba durante el 26to. Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, que como ya se conoce comienza el próximo domingo.

Antes, las muestras Desde el paraíso (Nancy Reyes), Giselle (Leysis Quesada) y A través del lente (Anni Collier) continuarán rindiendo homenaje no solo al recordado debut de la gran artista, sino también a las siete décadas a las cuales arriba el Ballet Nacional de Cuba el venidero 28 de octubre, día en que a las 12:00 m., en su sede, se efectuará una cancelación de seis ediciones postales y una hoja filatélica.

Desde el paraíso, Giselle y A través del lente provocarán admiración a los espectadores a partir de esta tarde (4:00 p.m.) y hasta el 6 de noviembre, fecha de cierre del Festival, en los vestíbulos del Teatro Nacional: las dos primeras en la sala Avellaneda, y la tercera en la Covarrubias.

Giselle siempre entre nosotros 
Eusebio Leal Spengler
21/11/2004

Querían fundar una compañía en esta Isla, para que los cubanos no tuvieran que dejar su patria, sino que pudieran estudiar una carrera y tuvieran la seguridad de poseer una compañía ya hecha, donde pudieran desarrollarse. Para que no les pasara como a ellos, que tuvieron «que salir a pescar a ver qué era lo que cogíamos». Así desgrana Alicia Alonso los sueños que llevaron a fundar el Ballet Nacional de Cuba

Porque no iba a estar en Cuba cuando se cumpliera el aniversario 65 de la fundación de la compañía danzaria insigne de la Isla, ni tampoco cuando llegara el momento en que se recordara el día en que comenzó a poner el mundo a sus pies con su debut en el rol estelar de Giselle, hace ya siete décadas y media, me apresuré a entrevistar a la prima ballerina Alicia Alonso.

Sabía que, incluso, para el 2 de noviembre todavía estaría por la península ibérica, donde acaban de condecorarla. Por tanto, el 28 de octubre se hallaría muy lejos para poderle decir cuánto ha significado para esta tierra que ella entregara su arte infinito, su inmensa humanidad y todo su talento en función no solo de enraizar un estilo de bailar cubaní-simo, sino también de crear una escuela criolla de prestigio internacional, justo cuando su carrera en Estados Unidos alcanzaba la cúspide.

—Alicia, ¿y estaban las condiciones creadas para fundar el Ballet Nacional de Cuba?

—Ciertamente no, eso no ocurrió hasta después de 1959, pero antes de ese momento contábamos con una academia sólida, esa donde se formaron las Cuatro Joyas. De modo que cuando triunfó la Revolución ya la compañía estaba ahí, al punto. Por eso cumple ahora 65 años. No obstante, recuerdo que al principio había muchos prejuicios con los hombres que se inclinaban por este arte...

—¿Cómo resolvieron ese problema?

—Con charlas. Demostrándoles cómo baila un hombre y cómo lo hace una mujer. En las fábricas..., a todos los lugares iba yo a dar charlas, acompañada por una pareja de bailarines.

«De esas charlas, la más graciosa que viví fue con unos militares, muy jovencitos. Ellos sentados donde se encontraban y yo encima de una tarimita. Esa vez le indiqué a la muchacha que hiciera un arabesque y al muchacho que la cargara. “Cógela con cuidado y, luego, utilizando la técnica que has aprendido, bájala lentamente... Dan una vuelta y saluden”, les indiqué. En cuanto empezaron a hacerlo, aparecieron los murmullos y comentarios. Y yo gozaba por dentro. Ya había escogido a mi “víctima”, uno que estaba en la primera fila y era el que más hablaba. «A ver, tú, sube a la tarima, por favor. Ven, quiero que hagas eso mismo ahora», le pedí. ¿¡Cómo!?, fue su reacción. Él se echó para atrás, pero sus compañeros rompieron a chiflarle y a empujarlo hacia delante, mientras él se ponía colorado como un tomate. “Ven, no temas, yo te voy a explicar. Ponte detrás de ella, tómala por la cintura por aquí, coloca tu mano en su pierna un poquito por encima de la rodilla. Cuando yo diga uno, dos y tres, la subes. Haces un poquito de plie, y con tus brazos la alzas, pero ten cuidado cuando la bajes, que la puedes lastimar. La tienes que bajar con suavidad, como si sostuvieras algo muy frágil. ¡Y con elegancia, por favor!”.

«Óigame, el muchacho lo intentó: “No puedo, no puedo”. Y la gente rompió a gritar. “Vamos, que no se diga”. Con mucho esfuerzo la subió, pero tuve que indicarle al bailarín que la agarrara. “¿Ustedes ven, compañeros, que no es fácil bailar? No se trata de cogerle la pierna o tocarle la cintura. Esto es un arte, en el que no te puedes dar el lujo, además, de lastimarla”. Y rompieron los aplausos. “¿Aprendiste?”, le pregunté. “Sí, sí, sí, sí”, decía el pobrecito, que estaba colorao ¡y sudandoooo! Esta historia no la había contado con tanto detalle, usted es el primero que la escucha completa».

—Gracias, Alicia, muy gentil de su parte. ¿Pudiera darme más detalles del momento en que sustituyó a Alicia Márkova? Así como es de arrestada, de valiente, uno se imagina que interpretar Giselle fue para usted como tomarse un vaso de agua...

—No fue nada sencillo. Te voy a contar el principio. La inglesa Alicia Márkova, primera bailarina, estaba considerada una de las más sobresalientes bailarinas del mundo y entre las mejores Giselle de todos los tiempos. En Nueva York, ella era la única a la que habían visto interpretando a Giselle hasta entonces. Es verdad que era muy buena. Pero yo, que hacía una de las amigas de Giselle, no me perdía ni una sola función. Terminaba mi parte y salía corriendo para colocarme en la pata del teatro a observarla. También me fijaba en la entrada de los hombres, del Duque, de la madre, en la pantomima...

«No olvidaré que había temporada en el Metropolitan Opera House, y yo me preparaba en los ballets que me tocaban... Como sabes, ya era solista, aunque una solista un poco rara, pues lo mismo me ponían en el cuerpo de baile que a defender cualquier papelito. Pero Márkova se enfermó y el Metropolitan ya se había vendido. Y como buenos empresarios no querían perder la función. Le preguntaron al resto de las primeras bailarinas, pero ellas respondieron: “No, nosotras no hacemos de suplentes de nadie”. Creo que amén de eso, era muy difícil que alguien conociera ese ballet como yo, de atrás para adelante y de adelante para atrás. Todos los papeles. Yo bailaba Giselle en mi mente todo el tiempo.

«Bueno, el hecho fue que todas se negaron, y el coreógrafo y primer bailarín Antón Dolin, propuso: “Pregúntenle a la Alonso”. Estaba ensayando en el salón de arriba, pues ese día me tocaba matiné y noche. Cuando se me acercaron dije: “Si Mr. Dolin quiere bailar conmigo, yo me atrevo”. “Ven, vamos a ensayar”, me convidó él y empezó a explicarme la pantomima. “Pero si tú te lo sabes”, se asombró. En fin, que cumplí con mis funciones: una interpretando a uno de los dos cisnes en El lago..., y la otra como la novia de Billy The Kid. Cuando terminé me fui para mi casa, pero no podía conciliar el sueño.

«Al día siguiente, estaba calentándome en el Metropolitan, porque quería repasar todo lo que me había indicado Dolin, pero él llegó y me sugirió: “Olvídate de todo, simplemente baila. Baila y no mires a nadie. Be yourself...».

—Y fue usted misma inmediatamente...

—Mi boca no paraba de temblar. Me maquillé, me puse mis cositas y otras que me prestaron, porque no tenía un traje de Giselle... Esa noche permanecerá en mi memoria por siempre. Ahora mismo estoy hablando con usted y veo el teatro, la gente... cuando salí y el público rompió a aplaudir... Me elevé por los cielos, y el aplauso final fue tremendo, muy lindo, muy lindo. Ya el público me conocía como solista, había balletómanos que me conocían, pero nunca pensaron que yo llegaría a bailar Giselle.

«Por poco me desmayo, pero de felicidad. ¡Al fin había bailado el papel de Giselle. Tanto lo soñé, y al fin lo había logrado... Bueno, cuando me fui al camerino a prepararme para el segundo acto, tocó a la puerta un coleccionista de objetos y prendas de bailarines. “Alicia, ¿puedo pasar?”. “Claro, adelante”, lo invité a que entrara. Se arrodilló ante mí y me pidió que le extendiera mis piernas. Me zafó las zapatillas que estaban rotas. “Oh, my God, tienen sangre”, exclamó. Las tomó en sus manos y se las llevó. Desde entonces lo estoy persiguiendo y no lo he encontrado. Ni a él ni a las zapatillas, para traerlas para Cuba, porque quisiera que estuvieran en el Museo Nacional de la Danza. Ya las encontraré».

—Alicia, y cuando se cerró el telón...

—Estuve a punto de desfallecer. Tiqui, tiqui, tiqui... (su voz imita el sonido de los dientes chocando entre sí). Temblaba como una hojita. Mis compañeros vinieron y me felicitaron. Entonces se me acercó Mr. Dolin, me abrazó y me besó. “My baby, te portaste muy bien”, enfatizó de una manera muy cariñosa.

«Como todas los flores que recibí estaban dirigidas a la Márkova, las recogí y fui a verla al hotel donde vivía. Estaba comiendo algo cuando llegué. “Mrs. Márkova, aquí tiene las flores que le enviaron a usted. Se las traigo porque son suyas. Muchas gracias por prestármelas por un momento”. “¿Cómo le salió?”, se interesó. “No como a usted, me tuve que esforzar”. Me miró con frialdad y yo di media vuelta y me marché. Me di cuenta de que era difícil hablar con ella, porque era muy celosa del papel. Y muy... celosa».

—¿Hubo después mucha rivalidad entre ustedes dos?

—No nos hablábamos, sobre todo después de aquellas críticas fabulosas que salieron publicadas. George Martin, del The New York Time, el crítico más temible de Nueva York en esos momentos, escribió críticas preciosas. Él dejó para la posteridad aquello de que yo había nacido para que Giselle no muriera... En este 2013 se cumplirán 70 años de ese momento, casi nada.

—Desde que entró en el Ballet Theatre, ¿lo hizo como solista?

—No. Cuerpo de baile.

—¿Y le resultó muy difícil conseguirlo?

—No, su respuesta fue rotunda. Fue muy rápido. Un ascenso rápido, rápido. Es que ya estaba muy preparada técnica y artísticamente. Y ansiosamente (sonríe con ganas). No me perdía nada. Observaba atentamente todos los pasos. Ese resultó un entrenamiento excelente para mí, pues de esa manera me aprendí todos los ballets, todos, todos. Si algún día se me daba una oportunidad de interpretarlos solo debía practicar la técnica, el estilo, y listo.

«Por esa razón logré asumir el rol principal de Giselle, a pesar de que, como ya te conté, entré como cuerpo de baile. Y es que me lo sabía todo, hasta el papel de las solistas. Si alguien fallaba, enseguida estaba lista para reemplazarla. Decía: “Yo quiero bailarlo, creo que me lo sé”. Y me probaban: “Ven, Alonso, ven acá. Báilelo”. Y yo, pim, pum, pum, pum. Entoces me decían: “Esta noche lo tienes que bailar”. Y ya está. Así fue mi carrera. Suena fácil, pero tuve que trabajar muy duro, mañana, tarde y noche, mañana, tarde y noche, mañana, tarde y noche, para llegar a ser lo que fui».

—Quiere decir que usted no dejó pasar ni un solo chance...

—Ni uno solo. Me aprendía hasta los papeles de los hombres, de los extras, de todos. Era una esponja que absorbía cuanto me rodeaba, como si estuviera en mí toda la fuerza de gravedad del universo. Por eso cuando vine para Cuba me sabía al dedillo todos los ballets.

«Fernando Alonso, mi primer esposo, llegó primero, y enseguida se dirigió a la escuela que teníamos aquí. Porque queríamos fundar una compañía en esta Isla, para que los cubanos no tuvieran que dejar su patria, sino que pudieran estudiar una carrera y tuvieran la seguridad de poseer una compañía ya hecha, donde pudieran desarrollarse. Para que no les pasara como a nosotros que tuvimos que salir a pescar a ver qué era lo que cogíamos. ¿Me entendió?».

Alicia 
Ahmed Piñero Fernández 
20/12/2016

Hace hoy 96 años nació Alicia. Así, sencillamente Alicia. Porque, al menos en Cuba, su apellido es innecesario. Es muy difícil, por no decir imposible, encontrar a un cubano que no sepa quién es Alicia Alonso. No importa su ubicación geográfica, tampoco su nivel intelectual. Cuántas veces hemos ido en un transporte público abarrotado, y en medio del calor y la incomodidad hemos escuchado esa frase jocosa y lapidaria: «Me tienes en puntas de pie, como Alicia Alonso».

Y si tiene alguna duda, lo exhorto, lector, a que repita el mismo experimento que hice en una oportunidad: acérquese a un niñito, a un ama de casa, un obrero, un constructor, un deportista, un escritor, un campesino… Pregúntele: «¿Sabe usted quién es Alicia?». Fíjese, entonces, en el rostro de su interlocutor y notará, seguramente, una mirada brillosa por el asombro y el orgullo: «¡Alicia!... ¡Alicia Alonso, una gran bailarina!», o como respondió aquel negro camionero sudoroso, con una sonrisa amplia y una voz emocionada por eso que llamamos «sentido de pertenencia»: «Coño, mi hermano, ¡Alicia!... Alicia es un pedazo de Cuba».

De Alicia Alonso se ha escrito mucho. Aún está pendiente una valoración múltiple de la artista. Sería hermoso y oportuno que alguna editorial cubana se decidiera a publicar, como lo merece, la recopilación de opiniones emitidas sobre su entidad humana, su arte y magisterio. Un riguroso trabajo de selección, ordenamiento y clasificación de los textos publicados en la Isla y el extranjero (incluso, algunos inéditos), de muy distinta naturaleza, en cuanto a su intención y características. Una suerte de bibliografía pasiva de la artista que constituiría, sin dudas, un inapreciable material de consulta para bailarines, artistas de las artes escénicas, investigadores, periodistas y público en general.

Y me refiero no solo a las opiniones de la crítica especializada y de otros profesionales de la danza, sino también a lo que han dejado plasmado escritores y otros intelectuales (aquellos juicios excepcionales de autores cubanos como José Lezama Lima, Dulce María Loynaz, Antón Arrufat, Fina García Marruz, Jorge Mañach o Miguel Barnet, entre otros; o de extranjeros de la talla de Aquiles Nazoa, Antonio Gala, José María Caballero Bonald, Francisco Nieva…) y hasta lo que llamo la «Visión poética de Alicia Alonso», que agruparía los textos de Alejo Carpentier, Cintio Vitier, Eliseo Diego, Carilda Oliver Labra, Nancy Morejón, Thiago de Mello… inspirados en el arte de la prima ballerina assoluta.

Gracias al talento de Alicia Alonso, Cuba, y con Cuba, América Latina toda, se ubicó por primera vez en el mapa danzario internacional.

No fue hasta sus triunfos en Estados Unidos, a principios de los años 40, que mundialmente se empezó a hablar del ballet cubano. La Alonso se hizo representativa de nuestro país, y con su arte lo situó, por primera vez, en la historia de siglos del ballet. Asimismo, aprovechó la proverbial facilidad de nuestra gente para el movimiento y la integró en su danza. Su peculiar y novedosa forma de bailar hizo que críticos y espectadores notaran marcadas diferencias en el sentido del ritmo, en el estilo, en el fraseo, en el acento…, al ejecutar los mismos pasos que otros bailarines. Sin proponérselo, inició el camino estético de la hoy mundialmente reconocida escuela cubana de ballet.

Profundamente cubana, no cedió jamás ante empresarios y directores —a riesgo, incluso, de su propia carrera—, quienes insistían en modificar su apellido auténticamente latino por otro de sonoridades eslavas.

La Alonso hizo del ballet en Cuba un arte popular y al alcance de todos. A partir de la fundación del hoy Ballet Nacional de Cuba en 1948, y hasta 1956, cuando la compañía se vio en la necesidad de interrumpir su trabajo, se presentó gratuitamente o a precios módicos en funciones populares en teatros, plazas públicas, estadios y anfiteatros. A una de esas funciones corresponde la siguiente anécdota, que habla por sí misma de la hermosa relación que la artista estableció con el público:

«Mantener la compañía no era cosa fácil —recuerda el tenor cubano Bernardo Rosas. El Gobierno ofrecía una ridícula subvención que no alcanzaba para nada y se necesitaba dinero para todo: alquilar el teatro donde se ofrecían las funciones, el vestuario, los decorados, para pagarle a los músicos de la orquesta y a los miembros de la compañía... Un día, era muy a principios de los años 50, se ofrecía en matiné Coppelia, con Alicia como Swanilda, y Enrique Martínez como Franz, en el Teatro Nacional (hoy Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso). La función estaba programada para las 10:00 a.m., y a las 10:30 a.m. no había comenzado aún. El público, que colmaba hasta el último asiento, comenzó a impacientarse. De pronto salió a proscenio Fernando Alonso, entonces director del conjunto danzario, y explicó que los músicos de la orquesta se negaban a tocar si no se les pagaba, por lo que había que suspender la función. De repente, desde lo más alto del teatro se oyó una voz que gritó: “¡Que sea sin música, pero que Alicia baile!”».

Ante esa espontánea muestra de admiración y cariño populares, la representación se ofreció, en su totalidad, acompañada por un piano. Cuando Alicia-Swanilda asomó su cabeza por la puertecita para hacer su entrada, el teatro se vino abajo con unos aplausos que no tenían para cuando acabar. Todo el vals lo bailó llorando de la emoción, y no al compás de la música de Delibes, sino de aquellos aplausos que le tributaba un pueblo agradecido. Esa fue, según Bernardo Rosas, su Swanilda más exuberante.

Después del triunfo revolucionario, la Alonso llevó el ballet a escuelas, talleres, fábricas, unidades militares y a las más intrincadas zonas rurales, posibilitando a todos el disfrute del arte coreográfico. Por eso no es solo nuestra «artista nacional», como la definiera Alejo Carpentier, es también un fenómeno sociológico.

En una oportunidad, Alicia fue a almorzar a un restaurante habanero. Al llegar, la calle estaba semidesierta. Nadie sabe cómo ni en qué momento comenzó a divulgarse la noticia de que ella estaba allí. Al salir, la calle estaba llena de gente, de gente de pueblo, que había ido a saludar y a aplaudir a su querida artista. De pronto, un niño, que por su aspecto procedía de una familia muy humilde, se le acercó y casi desafiante le dijo: «Yo sé quién tú eres. Tú eres Cecilia Valdés», lo que provocó la risa, ¡que no burla!, de todos los que estábamos, y es que había reconocido en la mujer que tenía delante de él, a un símbolo de nuestras esencias nacionales.

A principios de los años 80 llegó hasta la casa de Alicia Alonso un joven soldado, procedente de la zona más oriental de la Isla. Según él, había venido a La Habana solo para encontrarse con la artista y dar cumplimiento a un compromiso de guerra. Semanas antes aquel joven era un combatiente internacionalista, en Angola. Durante los días en África, a él y a sus compañeros les habían proyectado un filme en el que la vieron bailar. Ver el arte de la gran bailarina cubana desde la distancia provocó en todos una gran emoción. Días después, en medio de una batalla, derribaron un avión enemigo. Y entonces llegaron a un acuerdo: el primero de ellos que regresara a Cuba llevaría como «trofeo» un fragmento de ese avión para obsequiárselo a Alicia Alonso. Y es que aquellos jóvenes no vieron en el filme a una bailarina ni a una artista: tenían, como me dijo aquel camionero, un pedazo de Cuba».

El debut de Alicia Alonso en la danza ocurrió el 29 de diciembre de 1931 en el gran vals de La bella durmiente, y para mí ha constituido siempre un hermoso misterio: a principios de ese mismo año, en La Haya, dejaba de existir la notable bailarina rusa Anna Pávlova, cuyo nombre fue sinónimo de ballet para cientos de miles de personas en el mundo entero. A la edad de ocho años la pequeña Pávlova asistió, por primera vez, al ballet, y esa representación cambió por completo su vida. En el Teatro Marinsky se bailaba en aquella ocasión La bella durmiente.

Alicia Alonso, la bailarina, nació al arte el mismo año que Pávlova dejaba de existir. Es casi providencial tal confluencia de acontecimientos, como providencial parece la historia de nuestra gran bailarina, en la que una devoción absoluta, casi religiosa, al arte danzario ha sido una constante.

Sus primeras actuaciones profesionales tuvieron lugar en Estados Unidos en 1938, en comedias musicales. En 1940, el año de su fundación, se incorporó al Ballet Theatre, compañía en la que inmediatamente tuvo a su cargo destacados papeles. En 1943, al debutar en el personaje titular de Giselle comenzó una de las carreras más impresionantes y prolongadas de la danza escénica de todos los tiempos.

Hasta el momento, no ha habido, no ya quien la supere, ni siquiera, quien la iguale. Ella es, en la historia danzaria de nuestra época, un fenómeno único e irrepetible.

Publican nuevo libro con fotografías inéditas de Alicia Alonso
03/07/2019

Con el libro Alicia Alonso. Una mirada a su vida a través del lente, la Editorial Ocean Sur se adelanta a los próximos festejos por el centenario de la artista, a celebrarse a lo largo de 2020

Cuando uno piensa que lo ha visto todo de Alicia Alonso, una artista cubana y universal de casi de 99 años de edad, aparece hoy un nuevo libro con varias fotos inéditas de su extraordinaria vida, destaca PL.

La Editorial Ocean Sur, proyecto para América Latina de la Editorial Australiana Ocean Press, acaba de publicar el libro Alicia Alonso. Una mirada a su vida a través del lente, título con el cual la casa editora se adelanta a los próximos festejos por el centenario de la artista, a celebrarse a lo largo de 2020.

Muchas bailarinas cuentan que se han lastimado la espalda tratando de imitar esta posición, advirtió el director del Museo de la Danza, Pedro Simón, sobre la imagen de portada de la danzante en pleno segundo acto de El lago de los cisnes.

Sin embargo, esa es de las fotos más conocidas; hay otras en Carmen, Giselle, de Alonso niña, de las primeras actuaciones, de la incansable profesional en los salones de ensayo, en los camerinos y junto a su actual esposo en las calles de varios países, que no se habían difundido nunca.

La diseñadora gráfica Yailín Alfaro se encargó de compilar imágenes que, según su criterio, sirvieran para reflejar la carrera y la vida grandiosa de una mujer admirada en los cinco continentes.

Uno de los capítulos la muestra junto a personalidades mundiales como Pablo Picasso, Gene Kelly, Stevie Wonder, Jimmy Carter, Margot Fonteyn, Galina Ulanova, Pablo Neruda, Fidel Castro, Maurice Bejart, Ivette Chauviré y Jerome Robbins.

El relato gráfico se complementa con textos de José Ramón Neyra para precisar datos de la infancia de la bailarina, el entorno familiar, sus primeras clases de baile, los inicios de su vida profesional, en Cuba y Estados Unidos, hasta su consagración como una primera figura del ballet mundial.

Alonso recibió los primeros ejemplares impresos del libro en su casa, en esta capital, de manos de Alfaro y el presidente de las editoriales Ocean Press-Ocean Sur, David Deutschmann.

Presentación de nuevo libro elogia la impronta de Alicia Alonso en Giselle 
Rosa Míriam Elizalde
03/11/2018

La presentación de un libro por críticos y ensayistas que congrega testimonios de la impronta de Alicia Alonso en Giselle, es la propuesta que rememora hoy su debut en el reconocido personaje.

El Vigésimosexto Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso celebró ese acontecimiento la víspera con una puesta de la obra cumbre del Romanticismo danzario, interpretada por los primeros bailarines del Ballet Nacional de Cuba Viengsay Valdés, Sadaise Arencibia, Grettel Morejón, Dani Hernández, Rafael Quenedit y Raúl Abreu.

Este sábado el poeta, ensayista y crítico cubano Roberto Méndez presentará el libro Alicia Alonso o la eternidad de Giselle, de Mayda Bustamante, publicado por la Editorial Cumbres, de Madrid, España, como parte de las actividades adyacentes al evento, reportó PL.

El compendio, profusamente ilustrado, constituye la más completa antología de textos críticos sobre el tema y los autores, expertos de distintos países, reflejan los aportes de Alonso al rol protagonista de Giselle.

La actividad tendrá lugar a las 11:00, hora local, en la popular Calle de Madera de la Plaza de Armas, en La Habana Vieja, dentro del casco histórico de esta capital.

Alonso debutó en Giselle el 2 de noviembre de 1943, en el Metropolitan Opera House de Nueva York, junto al prestigioso bailarín inglés Anton Dolin como Albrecht y el elenco del American Ballet Thetre (ABT), compañía de la cual fue una de sus estrellas.

El libro de Bustamante también permite apreciar cómo las contribuciones de la bailarina se extienden más allá de su extraordinaria interpretación, pues la versión coreográfica que creó de la obra aún cautiva a los especialistas en múltiples escenarios y, en 1966, recibió un premio en un festival en París, Francia.

Los primeros bailarines del ABT, Hee Seo y Cory Stearns, serán hoy los protagonistas de la función de Giselle, prevista para realizarse a las 17:00, hora local, en la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, junto a la compañía del país caribeño.

Alicia Alonso es nombrada Estrella del Siglo del Instituto Latino de la Música 
Juan Manuel Montoto Pascual 
26/12/2018

El Instituto Latino de la Música honrará a Alicia Alonso como Estrella del Siglo en febrero de 2019. A la Prima Ballerina Assoluta se le distingue con tan importante galardón por haber llevado al mundo, desde la danza clásica, la cadencia latina, a través de su prestigiosa escuela cubana y universal de ballet.

El Instituto, además, otorga dicha condición a la destacada personalidad de la cultura de la Isla y directora general del Ballet Nacional como regalo por el 98 cumpleaños de la gran intérprete más genuina de Giselle.

Recientemente, Benny Moré, el Bárbaro del Ritmo, como se le conoce dentro y fuera de Cuba, fue nombrado Estrella del Siglo, condición que le será entregada a su hija en La Habana.

El premio se da por vez primera, motivado por el ya cercano centenario del Instituto Latino de la Música. Lo recibirán estrellas (o sus hijos) que marcaron la historia del arte en este siglo, y que alguna vez tuvieron que ver con la institución fundada en la capital mexicana en 1921, como Libertad Lamarque, Pedro Infante, Javier Solís, Agustín Lara, entre otros. Estos últimos recibirán el galardón en el Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México, en abril del próximo año.

Gran premier de la serie Tito Reacciona sobre Alicia Alonso
Juan Manuel Montoto Pascual
16/05/2019

El 21 de octubre venidero tendrá lugar en La Habana la gran premier de un episodio de la serie Tito Reacciona, de la productora ILM Kids, acerca de la vida y obra de Alicia Alonso, creada y presidida por Daniel Martín Subiaut, con la colaboración del Ballet Nacional de Cuba, en homenaje a prácticamente un siglo de vida de Alicia.

En octubre se estrenará en español e inglés, en el año de su centenario. Este capítulo será apreciado por niños y adultos en otros idiomas en los que la serie ha sido aclamada: ruso, mandarín, francés e italiano.

Los capítulos tienen una duración aproximada de tres a cuatro minutos, en los que el protagonista, un niño youtuber llamado Tito, muestra a sus contemporáneos quiénes son sus artistas favoritos.

Con Tito Reacciona se busca sembrar en la infancia la curiosidad y el conocimiento acerca de los artistas que, por distancias generacionales, podrían no tener una identificación directa con ellos; por ello se acude a un lenguaje audiovisual sencillo y al dibujo animado como forma de motivación que conecta, interesa e impulsa a buscar más información acerca de la figura invitada.

Después del estreno el material se proyectará en las salas de cine (previo al filme de turno) durante varias semanas y se trasmitirá en la programación infantil de la Televisión Cubana de manera permanente. Internacionalmente se apreciará en YouTube, entre otras plataformas.

El primer capítulo de la serie tiene como invitado al maestro Leo Brouwer y fue estrenado en idioma español el pasado 3 de mayo. Se puede ver en https://www.youtube.com/watch?v=b-vy85NNkwI

Anterior a la presentación del episodio de Alicia Alonso, se estrenarían unos cuatro capítulos de la serie, siendo Alicia la única bailarina en aparecer en la primera temporada, en la que participan artistas de México, Estados Unidos, Cuba y el Caribe.

Inauguran exposición de la plástica dedicada a Alicia Alonso
Juan Manuel Montoto Pascual
12/10/2018

El sábado 20 de octubre, a las 4:00 p.m., en la Sala Alejo Carpentier, del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, se inaugurará la muestra personal Mi amiga Alicia, del destacado artista de la plástica Nelson Domínguez, en homenaje a la Prima Ballerina Assoluta en el marco de la celebración del 26to. Festival Internacional de Ballet de La Habana, del aniversario 70 de la creación del Ballet Alicia Alonso, actual Ballet Nacional de Cuba y de la Jornada por el Día de la Cultura Cubana.

La exposición se estructura en cuatro actos precedidos por un prólogo, encargados de armar la historia, que el espectador debe ir descubriendo a medida que se interna en la sala.

«Lo polifacético en la obra de Nelson Domínguez se hace evidente en esta muestra que reúne diferentes manifestaciones como el dibujo, la pintura, el grabado, la escultura, el diseño de mobiliario, e incluso la escritura». Así lo expresa en las palabras del catálogo la curadora de la muestra Gabriela Hernández Brito.

Estrella del Siglo sin discusión
21/03/2019 

El ILM reconoció la obra de toda una vida de la legendaria artista, quien ha dejado una huella perdurable en el tiempo. Así se convirtió en la primera bailarina del mundo y la primera personalidad cubana viva en recibir este galardón.

La prima ballerina assoluta Alicia Alonso, recibió oficialmente, en el Gran Teatro de La Habana, que lleva su nombre, la distinción que la acredita como Estrella del Siglo, de manos de Daniel Martín, presidente del Instituto Latino de la Música (ILM).

De ese modo, el ILM reconoció la obra de toda una vida de la legendaria artista, quien ha dejado una huella perdurable en el tiempo. Así se convirtió en la primera bailarina del mundo y la primera personalidad cubana viva en recibir este galardón, precisó Prensa Latina.

La bailarina y coreógrafa ha sido verdadera promotora de la cadencia latina desde la danza clásica, afirmó Martín. Para el Presidente del Instituto que acaba de cumplir en febrero 98 años de fundado, la Alonso es un faro que ha desarrollado una carrera de excelencia.

Nadie mejor que Alicia Alonso para ser comparada con una estrella, en el particular firmamento de este siglo, convulso, cuajado de violencia y guerras sin apellido. Alicia Alonso es una flor, un perdurable don de la naturaleza, aseguró la poetisa y ensayista Nancy Morejón en un texto leído por la locutora Rosalía Arnáez.

Por su parte, la primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba y recién nombrada subdirectora artística de la compañía, Viengsay Valdés, en un breve encuentro con la prensa se refirió a la carrera de Alonso, y aseguró que se continuará el trabajo que situó a la escuela cubana de ballet en un alto lugar en el mundo. 

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