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La USA de Trump con mira 2020 o miopía electoral

Exacerbados el antagonismo y la polarización en Estados Unidos por la parodia que es el proceso de impeachment, el año se comportará como un péndulo donde pocos pueden definir a quién favorecerá cuando cese su movimiento

 

Autor:

Juana Carrasco Martín

«A pesar de todo el gran éxito que nuestro país ha tenido en los últimos tres años, hace mucho más difícil tratar con líderes extranjeros (y otros) cuando estoy teniendo que defenderme constantemente de los demócratas de no hacer nada y su falsa estafa del impeachment. ¡Malo para EE. UU.!». Por supuesto, este es un tuit del magnate-presidente Donald Trump casi cuando finalizaba un año tan estremecido por y para él como 2019.

Dos elementos son claves para ver qué depara a Estados Unidos el 2020 y ambos giran alrededor de la presidencia: el proceso de impeachment, por el cual se pretende destituirlo; y las elecciones generales del 3 de noviembre, en las cuales quiere reelegirse. Por supuesto, a esto se añade algo tan  importante como las decisiones políticas de Trump en el orden interno y aquellas que determinan sus relaciones con el resto del mundo.

Quizá como nunca antes, los estadounidenses muestran la partición casi proporcionalmente a la mitad de su percepción de la nación y de los aconteceres en la sociedad. Justo antes de que la Cámara de Representantes, encabezada por la demócrata Nancy Pelosi, decidiera que el Senado juzgue a Trump por dos artículos de impeachment —abuso de poder y obstrucción al Congreso—, el 48 por ciento de los adultos de ese país favorecía el juicio político y la destitución,  y el 48 por ciento se oponía a ello.

Sin embargo, en la indagatoria de la NBC/WSJ, las respuestas a otras preguntas mostraban que un buen número de los ciudadanos están preocupados por la conducta del mandatario y esto puede tomarse como una advertencia para sus propósitos electorales. En dígitos se resumía así: el 54 por ciento desaprobaba la manera en que maneja la Presidencia y el 44 por ciento la aprobaba.

Para algunos analistas, el impeachment no significa absolutamente nada como obstáculo a la carrera trumpiana, toda vez que el definitorio Senado está controlado por los republicanos, y la afiliación partidista ha determinado, prácticamente sin fisura alguna, las posiciones —algo que debe profundizarse a medida que se acerque noviembre, razón suficiente para hablar de hipocresía moral ante la Constitución y sus dictados como carta magna, tanto por parte de los demócratas como de los republicanos.

En pocas palabras, no piensan como nación, sino de acuerdo con los intereses políticos y con ello exacerban el antagonismo y la polarización del país, al punto de que puede resultar un tiro por la culata para el partido que se identifica con el azul y la figura del burro —símbolo humorístico creado, al igual que el elefante, por Thomas Nast, el satírico artista precursor de la caricatura política cuando dibujaba para Harper’s Weekly, de 1862 a 1886.

Son necesarios argumentos, destinados a ser analizados y discutidos punto por punto, para ver con claridad en la bola de cristal de los meses por venir hasta noviembre. Guiarse solo por las encuestas no necesariamente lleva a la posible verdad.

En campaña electoral

Si Trump no es condenado por el Senado —que es lo casi seguro—, por supuesto que la experiencia le servirá para fanfarronear más aún y avanzar con mayor seguridad hacia los comicios; y si es reelecto en noviembre se redoblarán los escenarios de guerra comercial abiertos contra adversarios tan poderosos como China y hasta con aliados europeos o de nuestro hemisferio. A mediano plazo será la economía mundial —incluida la de los propios Estados Unidos— la que sufra las consecuencias.

Por demás, todo apunta a que las dos alas del Congreso no sufrirán variación en cuanto a cuál fuerza política controlará a cada una, por tanto, seguirán siendo la arena de las trifulcas internas. Buen argumento para que se vuelva irresistible la siempre presente tentación del jefe del ejecutivo de actuar por su propia cuenta y con sus poderes, reconocidos o no, sin consultar al legislativo.

Pero no nos dejemos deslumbrar por esa percepción bajo el llamado bipartidismo y las habituales peleas en año electoral.

Cuando se trata de temas cruciales para mantener la hegemonía y el poder de Estados Unidos sobre el mundo, son uno solo. Republicanos y demócratas aprobaron recientemente un proyecto de ley de defensa de 738 000 millones de dólares para el año fiscal 2020. La votación fue de 377 a 48.

Las fuerzas guerreristas que representan a la poderosa industria militar se impusieron, una vez más, sobre un progresismo pacifista; esto motiva una carrera armamentista en la cual involucran necesariamente a la OTAN y al convulso escenario del Medio Oriente y la siempre en alerta región del extremo asiático, con algunos países como blanco —Rusia, Irán, China, la República Popular Democrática de Corea, y en las Américas a Venezuela, Cuba y Nicaragua.

Otro ejemplo de esa unidad imperial se dio un día después del impeachment del presidente Trump, los republicanos y demócratas en esa misma Cámara aprobaron una rescritura del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) de la administración Clinton, el acuerdo de libre comercio de 25 años que envió fábricas y empleos de Estados Unidos a un México de mano de obra más barata —todo lo contrario a lo prometido por Trump. Una vez más, la votación fue de 385 a 41.

Por demás, el jefe de la Casa Blanca tiene terreno ganado para la campaña electoral, mientras que los demócratas se desangran —de finanzas e imagen pública— en la batalla interna por ver quién los representará en la boleta, la cual se irá precisando en los debates, y en las primarias y caucus que comienzan el 3 de febrero por Iowa, y solo será refrendada en la Convención Nacional de ese partido, a celebrarse del 13 al 16 de julio en el Fiserv Forum, de la ciudad de Milwaukee, estado de Wisconsin.

No pocos consideran que ninguno de la veintena o más de aspirantes demócratas todavía en la carrera por la candidatura presidencial es tan popular entre los votantes de su propio partido, como lo es Donald Trump entre los republicanos, donde tiene una base fiel de individuos con igual posición extremista, racista, xenófoba, retrógrada y nacionalista como la de él.

La economía en la balanza

Sin embargo, hay un elemento que no puede soslayarse, ¿cómo se comportará la economía en ese año clave? Hasta ahora, en la administración del 45to. presidente de EE. UU. se ha comportado a su favor, y la crucial tasa de desempleo está en uno de los niveles más bajos, tema que enarbola y se adjudica constantemente para demostrar su valía, pero…

La élite empresarial estadounidense tiene una preocupación asociada a la política comercial proteccionista de la que ha hecho gala Trump en sus enfrentamientos en ese campo. Cuando a mediados de 2019 la National Association for Business Economics hizo una encuesta para conocer qué podrían esperar en el futuro mediato, en la respuesta de 53 economistas asomó un tufillo nada agradable, la posibilidad de una recesión a fines de 2020. Si esto no estalla antes, la pelea está todavía a favor del vecino de la Avenida Pensilvania, en Washington D.C., aunque algunos veían esa posibilidad a mediados de año.

Estados Unidos no sería el único con una economía desacelerada. La revista Forbes, a fines de octubre, mencionaba a Reino Unido, Alemania, Italia, Irán, México, Brasil, Turquía y Argentina entre los afectados. 

En julio pasado, el informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) predijo que el PIB (Producto Interno Bruto) de EE. UU. crecería 2,6 por ciento en 2019, pero en 2020 solo sería del 1,9 por ciento. De todas formas hay otras proyecciones más optimistas y hablan de una ralentización más que de una recesión en una economía que ha estado en expansión desde el año 2009, aunque Trump se autoadjudique la bonanza.

Ahora bien, volvamos a las elecciones: ¿cómo se proyectarán los votantes en noviembre? La ola de protestas que tocó a más de 600 ciudades en vísperas del debate en la Cámara de Representantes, exigiendo el impeachment, ¿tendrá su prolongación ante las urnas? ¿Quién será el opositor demócrata, un representante del establishment partidista como Joe Biden; alguno del progresismo como Elizabeth Warren o Bernie Sanders, capaces de estimular la participación «alternativa»; o el más reciente incorporado a la puja, otro multimillonario devenido político, como el magnate de medios comunicacionales Michael Bloomberg?

La suerte está echada en 2020.

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