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Rusia, Occidente y el mar (con pespunte) Negro

Poco después del roce con Londres, el presidente ruso, Vladimir Putin, echaba una luz que también es brasa: «Es una provocación llevada a cabo no solo por el Reino Unido, sino también por Estados Unidos»

 

 

Autor:

Enrique Milanés León

Más allá de la pandemia actual, que tiene sus propios rollos, los terrícolas vivimos como en una especie de película estrambótica en la que aún nadie se ha convertido en «un monstruoso insecto» —como le ocurrió a Gregorio Samsa, el personaje kafkiano—, pero cualquiera se despierta una mañana de un sueño inquieto y se entera en todos los periódicos del mundo de que, nada menos que en una parada de ómnibus de la formal Inglaterra, alguien encontró olvidadas 50 páginas de un informe clasificado del Ministerio de Defensa británico sobre un delicado incidente con Rusia en aguas del mar Negro.

El material —¿puesto allí para hacer amena la espera del autobús en ruta?— incluía detalles de la travesía del destructor británico HMS Defender, que saltó a los titulares cuando violó la frontera marítima rusa el pasado 23 de junio.

Según el periódico The Guardian, el Ministerio de Defensa comunicó que «fue informado de un incidente en el que documentos de defensa sensibles fueron recuperados por un miembro de la población. El departamento se toma muy en serio la seguridad de la información y se ha iniciado una investigación. No sería apropiado hacer más comentarios», pero lo cierto es que los comentarios inundan los noticieros desde que una persona, que quiso permanecer en el anonimato, entregó a la BBC el insólito hallazgo.

Tercera Guerra Mundial no...tal vez la segunda y media

Muy rápidamente, los hechos negaron la idea del «paso inocente» del barco por aguas vedadas: el 25 de junio, The Telegraph explicó —fuente del Ministerio de Defensa mediante— que la decisión final sobre la ruta del destructor por aguas rusas, cerca de las costas de Crimea, fue tomada por Boris Johnson y comunicada al mando del barco dos días antes del incidente. Que donde manda primer ministro… no manda capitán.

Johnson no solo consideró que la actuación era «totalmente correcta», sino que fue más allá, al señalar: «No reconocemos la anexión de Crimea; fue ilegal, esas son aguas ucranianas y era totalmente correcto utilizarlas para ir de un punto A a un punto B».

La gravedad de esa intromisión pudo verse cuando, desde un punto C, medios rusos usaron —por primera vez desde el supuesto fin de la Guerra Fría, en 1991— munición real para disuadir de su trayectoria a una nave de la OTAN.

La negrura geopolítica del mar Negro —que con apenas 436 402 kilómetros cuadrados suele ubicarse entre los más militarizados del mundo— no hace más que acentuarse. Poco después del roce con Londres, el presidente ruso, Vladimir Putin, echaba una luz que también es brasa: «Es una provocación llevada a cabo no solo por el Reino Unido, sino también por Estados Unidos».

En el espacio televisivo Línea directa, Putin afirmó que, antes de la maniobra del buque británico, Estados Unidos envió a la zona un avión de reconocimiento: «Lo veíamos bien, lo observábamos y era obvio que estaban tratando de revelar nuestras acciones con la ayuda de un avión de reconocimiento. Lo vimos y lo supimos», comentó el líder ruso, quien negó que el incidente pudiera conducir a la Tercera Guerra Mundial, pero expuso en su respuesta una idea no menos ilustrativa del tamaño del problema: «Incluso, si hubiéramos hundido el barco, es poco probable que estuviéramos al borde de la Tercera Guerra Mundial…».

Ese «…si hubiéramos hundido el barco…» permite entender mejor el alcance de lo que había afirmado antes el vicecanciller ruso, Serguei Riabkov: «… podemos apelar al sentido común, exigir que se respete el derecho internacional, pero si eso no ayuda y no nos entienden nuestros colegas, también podemos bombardear blancos concretos. La seguridad de nuestro país está por encima de todo».

Visto el caso, asaltan varias preguntas: ¿en el encuentro con Putin, entendió Biden a su traductor y su traductor a Biden? ¿Es fortuito que en la Unión Europea se desoiga la recomendación de Alemania y Francia, sus dos pesos pesados, de dialogar con Moscú? ¿Sería el incidente en aguas crimeas un preludio planificado de la maniobra, ya en curso, Sea Breeze, liderada por Estados Unidos y Ucrania, con la participación de más de la mitad de los países de la OTAN?

¿Sea Breeze o Sea Freeze?

En efecto, en vez de Brisa Marina, esta maniobra pudiera llamarse Helada Marina, acorde con el acelerado «cambio climático» de la geopolítica, en pleno regreso a la tensa frialdad del planeta bipolar. Un reporte del sitio alemán DW.com refiere que esta vez toman parte 32 países, entre ellos, los vecinos del mar Negro, excepto Rusia, así como 17 de los 30 miembros de la OTAN.

Cerca de 5 000 soldados, 32 buques de guerra, 40 aviones militares y 18 comandos especiales pondrán más «aguamalas» a una zona que muchos definen como la línea de la discordia entre Rusia y Occidente, tal como fuera el Berlín con muro en tiempos de Unión Soviética.

Llevada a cabo todos los años desde 1997 en la costa noroccidental del mar Negro —organizada por Ucrania y financiada «generosamente» por Estados Unidos—, Sea Breeze ejecuta, desde el 28 de junio y hasta el 10 de julio, su edición más potente.

Con tan frecuentes aprestos de guerra, es poco probable que en el mar Negro muchos «quisieran ser un pez». Hace poco, tan solo en abril, los rusos hicieron su ejercicio militar, pero en su defensa cabría apuntar que lo hacen en su territorio, sin fuerzas ajenas ni bloques belicistas.

Rusia, que declaró partes del mar Negro ante Crimea como zona bloqueada para barcos extranjeros, había llamado a Estados Unidos y a sus aliados de la OTAN a no participar en esta maniobra, pero la petición, como se esperaba, no fue escuchada.

Dado el asedio constante, Moscú insiste a Occidente en otra cosa: la admisión de Ucrania en la OTAN es otra línea roja. La eventual membresía ucraniana pondría en el tablero otra variable explosiva: el artículo 5 de la Carta Atlántica que obliga a los aliados a intervenir militarmente en el conflicto de un socio. Sería mucha discordia para tamaña manzana.

La línea de flotación de la tierra

El mar Negro no hace más que calentarse. Por los días de la disputa Moscú-Londres hubo además un rifirrafe con un destructor neerlandés, pero lo cierto es que, dadas sus múltiples aristas picantes, el incidente con el HMS Defender mostró más a las claras adónde puede llevar la geopolítica cuando falla la brújula de la prudencia entre las naciones.

En Reino Unido hubo, a la sazón, debates domésticos. Más allá de demostrar apoyo a Kiev, sugerir que Londres no teme navegar por aguas que considera ucranianas y tantear el pulso del Kremlin bajo presión, se dice que el asunto provocó la discordia entre el ministro de Asuntos Exteriores, Dominic Raab, y el secretario de Defensa, Ben Wallace, quien habría propuesto el recorrido. No es que Raab se volviera prorruso; por el contrario, a él le preocupaba que Moscú pudiera «usar el incidente a su favor».

La pacifista británica Lindsey German dio su visión del hecho cuando recordó al Gobierno británico algo que, en el puente de mando, los poderosos parecen olvidar: la diplomacia de las cañoneras es cosa del pasado. En efecto, puede que, después de los cañonazos en cualquier mar de este mundo, la que se hunda sin remedio sea la tierra.

 

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