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Dos Georgias en latitudes y raseros diferentes

Está sucediendo en Tbilisi una situación parecida a la ocurrida en el Kiev del Maidan, cuando se llevó a cabo el golpe de Estado contra el entonces presidente Víktor Fiódorovich Yanukóvich

Autor:

Juana Carrasco Martín

Esto es, a grandes rasgos, lo que está sucediendo en Georgia, la nación ubicada en la costa del Mar Negro, en la intersección entre Europa y Asia, que hasta 1991 fue una de las 15 repúblicas que integraban la Unión Soviética: el Parlamento aprobó en primera lectura (76 a favor, 13 en contra), el proyecto de Ley sobre agentes extranjeros, que restringiría las actividades de organizaciones en las cuales el 20 por ciento de sus finanzas procedan de otros países. La presidenta Salomé Zurabishvili, quien, por cierto, está en Nueva York, dijo que la vetaría.

Miles de georgianos se lanzaron a las calles en Tbilisi, la capital, durante ese enfrentamiento entre las cúpulas de gobierno, rodearon la sede legislativa en rechazo a la decisión, lanzaron cocteles molotov contra la policía, fueron reprimidos con cañones de agua y gases lacrimógenos y varios manifestantes fueron detenidos. Hay heridos de uno y otro lado.

La mandataria dijo que las protestas «representan una Georgia libre». «Hoy, los que apoyan esta ley y los que han votado a favor de esta ley están violando la Constitución. Nos están sacando a todos de Europa», enfatizó.

Ned Price, vocero del Departamento de Estado de EE. UU. metió la cuchareta, como corresponde a quien quiere tener al mundo bajo su férula, y dijo que los manifestantes «pacíficos» de Georgia tienen derecho a reunirse libremente y «pedir a sus gobiernos que respondan por sus actos». A lo que añadió la omnipresente amenaza si no se hace lo que dicen cuando calificó el proyecto legislativo de «un tremendo retroceso en las aspiraciones del pueblo de Georgia y en la posibilidad de que EE. UU. siga siendo un socio para el pueblo de Georgia», y no descartó la posibilidad de que los responsables de reprimir las protestas en Georgia pudieran ser objeto de sanciones estadounidenses.

Por cierto, en Estados Unidos hay una ley que data de 1938, en plena vigencia y aplicación, que se nombra Ley de Registro de Agentes Extranjeros de EE. UU. (FARA), la cual establece la condición de agente extranjero no solo para los medios de comunicación y las organizaciones no gubernamentales, sino también para otras personas jurídicas y físicas, y si no cumplen su registro están los castigos, sanciones administrativas y penas de prisión de hasta cinco años. Dato para que se entienda: nuestros corresponsales de Prensa Latina en territorio estadounidense son «agentes extranjeros» e igual ocurre con otros de países que Washington considera adversarios o enemigos.

No me quedan dudas de que está sucediendo en Tbilisi una situación parecida a la ocurrida en el Kiev del Maidan, cuando se llevó a cabo el golpe de Estado contra el entonces presidente Víktor Fiódorovich Yanukóvich, aquellos polvos de 2014 que trajeron estos lodos del enfrentamiento armado en suelo ucraniano con peligro de extenderse al Viejo Continente en una guerra de la OTAN encabezada por Estados Unidos contra Rusia.

Un caso igual y diferente

Hay otro Georgia donde también están ocurriendo manifestaciones, pero la mirada a lo que allí ocurre es bien disímil desde la apreciación de los medios occidentales y de las autoridades estadounidenses. Se trata del estado sureño de Estados Unidos,  donde ciudadanos de Atlanta, su capital, protestan contra los planes de construir el Centro de Capacitación en Seguridad Pública de Atlanta, donde se capacitarán oficiales en su campo de tiro, sendero natural y una «aldea simulada» para que se entrenen los policías y practiquen redadas, en esa zona boscosa que es pulmón de la ciudad, lugar de esparcimiento, santuario de la naturaleza para los vecinos del lugar en este planeta tan maltratado. La población —participen o no en las manifestaciones que se llevan a cabo desde hace varios meses—, le llama Cop City, la Ciudad Policía.

El proyecto de Ley sobre agentes extranjeros ha dividido a la sociedad postsoviética georgiana.Foto: Reuters.

El pasado domingo, 35 personas fueron detenidas por la policía de Atlanta, que les llamó «un grupo de violentos agitadores» y 23 de ellos fueron acusados nada menos que de «terrorismo doméstico», todo porque no quieren que se ejecute el proyecto de 90 millones de dólares y 85 acres de terreno, aprobado por el Concejo Municipal de Atlanta en 2021, bajo esta premisa que constituye cuando menos una burla para un país donde la violencia policial constituye condición sine qua non, es parte de un esfuerzo por «mejorar la moral, la retención y el reclutamiento» para las fuerzas del orden de Atlanta.

Así se describe en el proyecto de la fundación sin fines de lucro Atlanta Police Foundation, la que de seguro no recibe financiamiento extranjero, pero tendrá entre sus donantes a no pocos de los poderosos de la Georgia estadounidense, y que a nivel de todo el país, el Gobierno federal se encarga de militarizar con un buen suministro de material y vehículos de guerra salidos de los arsenales del Pentágono.

 

La muerte del líder ambientalista Manuel Páez Terán ha exacerbado la indignación ciudadana en la ciudad de Atlanta.Foto: Courrier International.

Las manifestaciones contra Cop City se incrementaron con la ocurrencia de un incidente en circunstancias poco claras, la policía de Atlanta disparó y asesinó al activista y defensor ambiental hispano Manuel Tortuguita Paéz Terán, mientras acampaba en el área boscosa del South River Forest, como parte de quienes han llegado desde otros lugares del país para oponer resistencia al centro represivo y defender el bosque.

Para la Georgia estadounidense, los denuestos e improperios, las acusaciones falsas y el hacer valer la ley, el orden contra lo que llaman caos, disturbios, terrorismo. Para la Georgia euroasiática, las alabanzas de la llamada democracia y las amenazas contra quienes se opongan a la injerencia extranjera. 

Así de mal anda el mundo.

 

El rechazo al Centro de Capacitación en Seguridad Pública ha alcanzado dimensiones multitudinarias.Foto: El Tiempo Latino.

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