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Dos caminos para Ecuador

Aunque la seguridad atrapa la atención de todos al emitir hoy el sufragio, lo relevante es que se vota por un modelo de país

Autor:

Marina Menéndez Quintero

La inseguridad y la violencia; los primeros males que deberá enfrentar quien resulte electo, han vuelto a enturbiar el momento de votar en Ecuador, ahora de cara al balotaje que tiene lugar hoy y que definirá al ocupante de la presidencia para concluir este mandato hasta 2025.

Si en la primera ronda, en agosto, estremeció a la ciudadanía el asesinato del candidato Fernando Villavicencio apenas diez días antes de la votación, ahora ha conmocionado la espeluznante muerte, ahorcados y también poco más de una semana antes de que abrieran las urnas, de siete detenidos acusados de ejecutar el magnicidio, entre un total de 13. Seis de ellos eran colombianos y estaban recluidos en una prisión distante de la del séptimo sujeto: una en Guayaquil y la otra en la capital.

Pero los crímenes, que cualquiera puede imaginar fueran cometidos por las bandas delincuenciales que asolan las prisiones para evitar sus posibles testimonios, no han sido, en sí mismos, lo único que oscurece el panorama electoral.

A ello siguió un comunicado de la Fiscalía, según el cual un testigo protegido ha dado elementos —poco después de cerrar la instrucción fiscal, por lo que ese documento no será parte del actual proceso— acerca de la autoría intelectual del asesinato de Villavicencio.

La declaración del testigo todavía es reservada, pero voces de la oposición a Revolución Ciudadana (RC) —el partido que disputa la presidencia en la persona de Luisa González frente a Daniel Noboa, del derechista Acción Democrática Nacional (ADN)— culparon al «Gobierno de (Rafael) Correa», según reportaron despachos que también dieron cuenta del mentís formulado al respecto por Revolución Ciudadana.

Ello significaría un juego sucio basado en que Villavicencio, quien tenía como centro de su discurso y proyección el enfrentamiento al narcotráfico, era también enemigo político del correísmo. El propósito sería restarle votos a RC, según denuncias recientes de la agrupación izquierdista, que sostuvo similares argumentos tras el atentado al aspirante presidencial, cuando emergieron iguales y falsas inculpaciones.

Si bien esa manipuladora propaganda no resultó eficaz para evitar que, en la primera ronda, González quedara a la cabeza con 33 por ciento de los sufragios frente al 24 por ciento que recibió Noboa —resultado que los avaló para pasar a la vuelta definitiva este domingo—, lo cierto es que la candidata no obtuvo la mayoría absoluta que muchos esperaban y que le habría valido para ser nombrada ya como mandataria electa.

El Gobierno saliente de Guillermo Lasso, quien no concluye su período presidencial por haber disuelto el Congreso para evitar un juicio político, y prefirió decretar el adelanto de los comicios —la llamada «muerte cruzada»— procedió después a una purga policial y al nombramiento de un nuevo jefe de ese cuerpo. Pero sus postreras acciones no parecen más contundentes que la actitud asumida en su gestión frente a una violencia creciente.

Lasso se va con un quehacer tras el cual queda la friolera de más de cinco mil crímenes en lo que va año, cifra que se suma a los 4 660 registrados en 2022 como resultado de la penetración en el país de las bandas dedicadas al narcotráfico y, en general, del auge de la delincuencia. Claro que a estas alturas, el mandatario saliente tampoco tendría tiempo de implementar medidas profundas, y lo cierto es que estas tampoco menguarían el daño que, eventualmente, los sucesos y su manejo mediático pudieran dejar o no en las preferencias que se manifiesten hoy a favor de Luisa.

Dos modelos       

Pero el peso de la inseguridad, de relieve por esos acontecimientos, aunque de atención imprescindible hace rato, no debería desviar la atención acerca del hecho de que se están enfrentando dos modelos en Ecuador.

De González, quien desempeñó cargos de relevancia durante los dos Gobiernos de Rafael Correa, se espera una vuelta a la estabilidad social, política y económica, ausente desde la traición de Lenín Moreno al proyecto de la Revolución Ciudadana, y el retorno al neoliberalismo que él entronizó, profundizado por Lasso.

En su programa destacan medidas para garantizar la justicia social y fortalecer el papel del Estado. La recuperación de políticas públicas y de instituciones como el Ministerio Coordinador de Seguridad y el de Justicia; retomar el control sobre el sistema de seguridad ciudadana, ampliar el presupuesto de salud y reincorporar al personal sanitario despedido ilegalmente, son algunas de ellas. También propone restructurar las carteras del Interior y de Gobierno.

En el ámbito económico descuella su intención de recuperar la inversión estatal en los sectores sociales, establecer un sistema masivo de créditos a tasas bajas para desendeudar a las familias de menos ingresos y reactivar políticas públicas para la producción agrícola, además de desarrollar sectores productivos distintos a la explotación petrolera.

El joven Noboa, hijo del magnate del banano y cinco veces candidato sin lograr la presidencia Álvaro Noboa, presenta propósitos loables según la intención que expresan como, por ejemplo, reducir la violencia, eliminar la desocupación juvenil y generar empleo, tríada que identificó en una entrevista reciente como «los tres temas urgentes».

Además, habla de construir en el primer año de un eventual Gobierno, al menos, 200 000 casas, y de otorgamiento de créditos para el desarrollo y no solo para el consumo. Daniel Noboa expone, con razón, que mejorar la educación es indispensable para acceder al empleo, así como el empoderamiento económico resulta básico para hacer disminuir la delincuencia.

Sin embargo, analistas del patio lo han calificado de populista y alertan que detrás del discurso, el candidato de ADN representa un proyecto que usará al Estado para la defensa de los privilegios y las riquezas del grupo al que pertenece, al tiempo que profundizará el modelo neoliberal impulsado por el actual mandatario.

Noboa es parte de una familia millonaria que se enlista entre las más ricas de Ecuador, y se comenta que es un defensor a ultranza de la empresa privada.

Alguien lo ha llamado «el candidato millonario», y la revista Crisis lo ha considerado «hijo digno de su clase», mientras advertía que, de obtener la presidencia, Ecuador «terminaría por consagrarse como una verdadera república bananera».

Una de sus propuestas preocupantes es la afirmación que formuló a la publicación Primicias acerca de conversaciones que ha sostenido ya, dijo, con Estados Unidos e Israel, en busca de asistencia internacional para «hacer un borrón y cuenta nueva» en la atención a los privados de libertad, y realizar lo que llamó «reformas profundas en las cárceles». Noboa ha hablado de prisiones «barcazas» como medida transitoria para ubicar a los delincuentes más peligrosos.

En este aspecto de la seguridad, sus posturas se parecen a las de Lasso, bajo cuyo mandato se anunció, a inicios de este mes, que militares de Estados Unidos podrán realizar actividades en territorio ecuatoriano para detener el narcotráfico y la trata de personas. El acuerdo todavía deberá ser aprobado por la Corte Constitucional.    

 «Campaña» para el 25

Cierto es que se está eligiendo para acabar un mandato y lo que quedan son 17 meses de gobierno, podrían pensar algunos al reparar en el escaso tiempo que resta a quien sea electo, porque en 2025 habrá las presidenciales correspondientes. Pero un año y medio es tiempo suficiente para allanar o «enyerbar» el terreno con vista a esa insoslayable y cercana nueva cita con las urnas. Todo dependerá de la gestión en este lapso.

La «adivinanza» que plantean las encuestas ha tornado imposible predecir quién será ese candidato; además, los observadores están alertados, por la sorpresa que resultó la ubicación de Noboa en segundo puesto durante la primera vuelta, pues no estaba contemplado en los sondeos.

En el tiempo que media entre aquella y esta votación, Noboa fue ubicado por encima de González por la mayoría de los estudios de opinión, pero esa tendencia cambió después de su reciente debate, en el cual los observadores estimaron que ella expuso más argumentos y resultó más convincente. Las encuestas posteriores arrojaron alternativamente ligera ventaja para uno u otro, o empate técnico.

Aunque pueda resultar raro que un cara a cara televisado fuera suficiente para inclinar el favor hacia uno u otro aspirante, ello podría resultar efectivo en una franja de indecisos que los sondeos consideran en torno al 17 por ciento de los votantes. 

En unas horas se conocerá qué firma predijo mejor, y cómo será el futuro inmediato para los ecuatorianos.

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