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¿Movimientos en el tablero?

Muchas especulaciones tras las breves visitas de Anthony Blinken a Brasil y Argentina

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Muchas expectativas y no tantos trascendidos arrojó la minigira que acaba de realizar el secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, a Latinoamérica, con apenas dos paradas en países que representan polos opuestos: el Brasil liderado por Luiz Inácio Lula da Silva y la Argentina que descuartiza el presidente Javier Milei.

Aunque de modo oficial no se dieron a conocer pronunciamientos trascendentes, el contexto de ambas visitas —primeras que realiza Blinken a esas naciones desde su puesto como responsable de la política exterior de Washington— abre espacio para las interrogantes en torno a las motivaciones que tendría la Casa Blanca para estos viajes relámpago, realizados al socaire de la reunión ministerial del G20, que acaba de celebrarse en Río de Janeiro y en la que, obviamente, el Secretario de Estado participó para ratificar el «sí, pero no» de su administración con respecto a Israel, cuyos desmanes sigue protegiendo a pesar de manifestarse «preocupado» por la matanza de casi 30 000 civiles palestinos desde octubre.

Está en el trasfondo de ambos viajes el deseo expreso de Estados Unidos de estrechar los lazos con una región que le resulta la más cercana y en cuyos recursos naturales, según ha revalidado en los últimos meses la comandante del Comando Sur, Laura Richardson, Washington sigue teniendo un interés que pudiera sentir bajo amenaza por los crecientes lazos de China con ella, y la extensión de las inversiones de la nación asiática.

Pero más que esas verdades geoestratégicas pudieran estar pesando en la administración Biden, desde el punto de vista táctico, la beligerancia en el plano internacional de Brasil, que ha vuelto a ocupar su puesto en ese entorno, como había anunciado Lula, y cuyo liderazgo tanto en el G20 —cuya presidencia pro tempore ostenta—, como en el prometedor grupo Brics y otros conglomerados que apuntan a lograr cada vez menos dependencia de Washington, aconseja tener a Brasilia como un ente «cercano» más que como enemigo.

El encuentro, del que no se divulgó mucho, se selló con un saludable estrechón de manos y la aseveración de Blinken de que fue positivo. «A medida que nos acercamos a los 200 años de relaciones entre Estados Unidos y Brasil, nuestros vínculos son más fuertes que nunca», afirmó el alto funcionario estadounidense luego de reconocer a la nación sureña como «un socio clave en muchos temas».

«Hablamos del G20, la iniciativa para mejorar las condiciones de los trabajadores que lanzamos con el presidente Biden, la protección del medio ambiente, la transición energética, la ampliación de los lazos de inversión y cooperación entre nuestros países y sobre la paz en Ucrania y Gaza», reseñó, por su parte, Lula, en la red social X.

Muchos especularon que en el ínterin de la entrevista estarían las tensiones provocadas por la prepotencia del primer ministro Benjamín Netanyahu luego de que el Jefe de Estado brasileño comparara la masacre israelí contra el pueblo palestino con el holocausto nazi, tras lo cual el Premier sionista lo declaró como persona non grata.

Pero hay otros acontecimientos que pudieran resultar más importantes para la Casa Blanca, como su impotencia para doblegar a Venezuela; ahora, en el propósito no conseguido de imponer a la política derechista María Corina Machado, inhabilitada desde 2015 por la justicia de su país, como candidata de un sector de la oposición derechista con vista a las presidenciales que tendrán lugar este año.

A pesar del decretado reverdecimiento de algunas de las sanciones contra Caracas que Estados Unidos había suavizado —incluyendo la usurpación de un avión venezolano, cuyo traslado a territorio estadounidense acaba de facilitar Argentina, y que seguro agradeció a Javier Milei—, las autoridades bolivarianas siguen su propio camino.

Un diálogo nacional con la presencia de otras fuerzas opositoras distintas a la Plataforma Unitaria Democrática que insiste en postular a Machado, transcurre en Venezuela para fijar el cronograma de las presidenciales de este año, independientemente de lo que diga y haga EE. UU., al tiempo que reclama lo que corresponde: levantamiento total e incondicional de todas las medidas coercitivas unilaterales dictadas por la potencia contra la economía nacional.

Se va Juan González

Fuentes periodísticas allegadas a la administración estadounidense han comentado que, precisamente, la imposibilidad de doblegar la soberanía venezolana está en el trasfondo de la aceptada renuncia de Juan González, hasta ahora asesor de Biden desde el Consejo de Seguridad Nacional, para su política hacia el Hemisferio Occidental.

Aunque su dimisión se presenta como una transición hacia la campaña electoral del Presidente habida cuenta de los muchos problemas que afronta su imagen de cara a la pretendida reelección, algunas fuentes entienden que la renuncia debe ser interpretada como una oportunidad para examinar la política de Estados Unidos hacia Venezuela.

A pesar de que la escasez y el encarecimiento de los hidrocarburos debido a las medidas punitivas contra Rusia aconsejaba flexibilizar las sanciones impuestas al sector petrolífero de la nación bolivariana, esos análisis relacionan a González con la emisión por la OFAC (Oficina de Control de Activos del Departamento del Tesoro) de las licencias que permitieron primero a algunas transnacionales operar con el crudo venezolano y, luego, medio levantaron el banderín a Pdvsa y al sector minero relacionado con el oro, al que otra vez acaban de reimponerle las medidas de aislamiento mediante el castigo a la empresa Minerven.

Quienes así piensan, presentan las más recientes rondas de conversaciones entre el Gobierno y la derecha venezolanos como «un logro» de esa política y lo que llaman «¡concesiones!» de Estados Unidos cuando, en verdad, el diálogo y el camino político para enrumbar las diferencias políticas ha sido una posición de siempre de Miraflores.

Habida cuenta de la imposibilidad ahora de injerir en el proceso electoral o detener la actuación de la justicia venezolana contra políticos sobre los que pesan denunciados vínculos con intentos magnicidas, esos analistas comentan que la política aconsejada por González hacia Caracas ha sido un fracaso, y estiman que la mano de EE. UU. debe ser más dura.

No obstante, quien se dice sustituirá a González en el puesto fue su colega en los tiempos de Biden como vicepresidente de Barack Obama, y se le describe como «un lobo» de su misma camada: Daniel Erikson, actual subsecretario adjunto de Defensa para el Hemisferio Occidental.         

Supuestamente, esas tensiones de Washington en relación con su política hacia Venezuela habrían estado en la agenda no confesada de Blinken durante su estancia en Brasil; pero esas solo han sido especulaciones de quienes no conocen el respeto a la soberanía de que hace gala Lula, y su defensa a la libre determinación de Caracas. 

Un paseo en Buenos Aires

En comparación con esa madeja de elucubraciones que rodeó la primera etapa del corto periplo latinoamericano del Secretario de Estado, su presencia en Argentina fue un paseo, seguramente sin tiranteces, de la mano de un mandatario que se adivina admirador del imperio.

Para el presidente Javier Milei, la visita ha sido un bautismo que al menos propagandísticamente —aunque solo de cara a sus más convencidos acólitos—, le exorciza del temprano disgusto que ha causado en buena parte de la ciudadanía su deseo de imponer de golpe y porrazo el plan privatizador y de enflaquecimiento del Estado con que llegó al poder, con el consiguiente saldo negativo que está dejando ya en la gente.

Con el favor del FMI, pero todavía sin acabar de renegociar la gigantesca deuda externa que contrajo Mauricio Macri, —quien es hoy, otra vez, muy cercano al Gobierno—, y sin que parezca saber, en verdad, cómo conducir la golpeada economía nacional, las promesas de reverdecimiento del intercambio comercial por parte de Blinken, entre otros ofrecimientos, constituyen un espaldarazo para la Casa Rosada, donde Washington debe tener hoy a su mejor socio en América Latina.

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