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De la matanza de la Universidad Kent a la COLUMBIA Act

La represión e intimidatorias leyes mordazas se aplican contra las manifestaciones pro-Palestina que se extienden por los predios universitarios estadounidenses, donde se denuncia la complicidad de la administración Biden con los crímenes de guerra de Israel en Gaza

Autor:

Juana Carrasco Martín

EL 4 de mayo de 1970 un hecho conmovió a la sociedad estadounidense. La Guardia Nacional del estado de Ohio abrió fuego contra jóvenes estudiantes de la Universidad de Kent que protestaban por la invasión a Camboya, anunciada el 30 de abril por el entonces presidente Richard Nixon. Era la generalización en la península indochina de la guerra contra Vietnam y también se extendían a todas los campus del país las manifestaciones que, además, colmaban las calles de las principales ciudades de Estados Unidos en rechazo a una guerra que el pueblo calificaba de innecesaria, y estaba costando centenares de miles de vidas de jóvenes estadounidenses.

La agresiva represión policial se ensañó con quienes las autoridades tildaron de «grupo de revolucionarios antiamericanos». Fueron asesinados cuatro estudiantes: Allison Krause, Jeffrey Glen Miller, Sandra Lee Scheuer y William Knox Schroeder; otros nueves resultaron heridos. La justificación y dictamen oficial no se hicieron esperar: «los policías dispararon en defensa propia».

A 54 años, una nueva historia se escribe en más de cuatro decenas de universidades norteamericanas y tiene similitudes. Se expanden las protestas contra la complicidad de altos centros de estudio y del gobierno de Estados Unidos con Israel, cuando están armando al bestial genocidio y destrucción del pueblo palestino en Gaza.

El presidente Biden ha firmado y convertido en ley, luego de su abrumadora aprobación por los cuerpos legislativos, los 26 000 millones de dólares de una nueva ayuda a Israel, la que se suma a los 3 800 millones de dólares anuales que Washington suministra al régimen sionista.

En los días finales de abril, la represión policial en las universidades también se amplía y en el caso de los administradores de la Universidad de Columbia —la universidad que entrega los Premios Pulitzer de periodismo y que ahora ha prohibido la entrada de la prensa a los Campamentos de Solidaridad con Palestina— han aceptado la presión del Congreso para que repriman a profesores y estudiantes por su discurso contra el sionismo israelí.

Sin embargo, aplausos, canciones de los derechos civiles de los años sesenta y tambores ha sido el desafío de los manifestantes acampados en la Universidad de Columbia a la fecha límite para disolverse que le dieron esas autoridades, que desde el lunes de esta semana comenzó a suspenderlos por su negativa a abandonar el campamento pro palestino en el campus. «Aquellos que no cumplieron comenzaron a ser suspendidos alrededor de las 17.30 horas del lunes, y fueron considerados no elegibles para completar el semestre para graduarse»; además, estarán «restringidos» de todos los espacios académicos, residenciales y recreativos.

Estudiantes judíos de la universidad neoyorquina que fueron arrestados, expresaron en carta abierta  publicada en The Hill: «Nos unimos al campamento porque Columbia canaliza el dinero que debería gastarse en nuestra educación hacia empresas que construyen máquinas para matar, mutilar y desplazar a nuestros hermanos palestinos. El campamento continuará hasta que los estudiantes, profesores y ex alumnos obliguen a los líderes universitarios, que no representan a nuestra comunidad, a romper estos vínculos financieros»… «Como judíos, también estamos obligados a practicar los valores que aprendimos en la sinagoga y en la Torá, que aconsejan el valor de toda vida y el valor de la libertad…». Está más que clara la «infracción»: los manifestantes piden un alto el fuego y un cese de la ayuda militar estadounidense a Israel, pero se les niega la libertad de pensamiento y la libertad de expresión que precisamente tienen cada 4 de mayo un Día Internacional acordado por la ONU. Contradictoria coincidencia con la fecha de la masacre de Kent.

Hipócritas y malvadamente manipuladores y mentirosos, presentan las muchas protestas como peligrosas para los estudiantes judíos. Las tildan de antisemitas. ¿Acaso pretenden desconocer que también el palestino es un pueblo semita?

LA OPERACIÓN VA EN SERIO

A finales de la semana pasada, el Senado de Estados Unidos aprobó una resolución que calificaba a los grupos de estudiantes pro-palestinos en varias universidades de «antisemitas, repugnantes y moralmente despreciables», añadiendo que «simpatizaban con la violencia genocida contra el Estado de Israel y ponían en riesgo la seguridad física de los judíos».

En correspondencia, un proyecto bipartidista —la Ley COLUMBIA, que demuestra que pueden ser iguales una manzana verde o una madura si tienen dentro un gusanito que las pudre—, fue presentado en la Cámara por los representantes por Nueva York, el demócrata Ritchie Torres y el republicano Mike Lawler, destinado a crear «supervisores de antisemitismo» en las universidades financiadas por el gobierno federal de Estados Unidos, con la aviesa mirada enfocada en los campamentos solidarios.

La propuesta legislativa, cuyas siglas corresponden a College Oversight and Legal Updates Mandating Bias Investigations and Accountability Act, y traducida al castellano se lee como Ley de Supervisión Universitaria y Actualizaciones Legales que Exigen Investigaciones Prejudiciales y Responsabilidad, establece que el «incumplimiento de la supervisión resultaría en la pérdida de fondos federales».

Esto endurecería la ofensiva contra el activismo pro-Palestina al que se agrega el pretendido y anticonstitucional ostracismo académico, la represión física de la policía antidisturbios que lanza gases lacrimógenos, utiliza pistolas Taser, golpea y arresta desde la costa Este a la Oeste y desde el Norte hasta el Sur de la geografía del imperio.

La sentada de Columbia, tiendas de campaña solidarias que semejan a las de los desplazados palestinos en esta nueva Nakba, se expanden, aunque autoridades universitarias hacen en algunos lugares el juego a la represión afirmando que los manifestantes piden la muerte de judíos, obviando que no pocos judíos participan en esas manifestaciones.

En los días recientes las detenciones se cuentan por cientos y, entre otras, han ocurrido en la Universidad Northeastern en Boston, en la Universidad Emory de Atlanta, donde también participan universitarios de centros cercanos; en las famosas y elitistas Yale en Connecticut, y Harvard en Massachusetts. La policía reprime también las manifestaciones en la Universidad de Texas, en Austin, en la USC (Universidad del Sur de California), y en la U. Brown, en Providence, Rhode Island, donde se han instalado los campamentos en protesta contra la guerra de Israel en Gaza.

Varios senadores estadounidenses, partidarios de la guerra, incluso el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, y Jonathan Greenblatt, de la Liga Antidifamación, han pedido que la Guardia Nacional ataque a los manifestantes en Columbia, tal y como sucedió en Kent State en 1970 y también tienen etiquetas para los manifestantes pacíficos, que incluyen a universitarios judíos. Les llaman terroristas, turbas, perturbadores, antisemitas, son vilipendiados y arrestados, incluso con violencia.

Hacer la pregunta es responderla. ¿Por qué este despertar de los jóvenes universitarios? La motivación o causa la da Israel desde hace casi siete meses con las brutales atrocidades que de manera desproporcionada dicen que son en respuesta al sorpresivo ataque de Hamás del 7 de octubre, pero que realmente es la política mediante las armas puesta en ejecución por el régimen sionista para obtener su objetivo esencial: exterminar la presencia palestina en un territorio que quieren solo para ellos y expandir el llamado Gran Israel.

La amoral salvajada que están cometiendo Netanyahu y su gabinete de guerra en Gaza y también en el resto de los territorios ocupados, ha provocado el rechazo de una buena parte de la opinión pública estadounidense, otrora partidaria confiada de Israel, su más fiel aliado. Y ahora le quieren aplicar, como instrumento intimidatorio, una ley mordaza.

No está de más repetir la pregunta: ¿Haciendo caso omiso a su cacareada libertad de expresión, acaso quieren repetir lo ocurrido hace 54 años en Kent?

La administración Biden ya ordenó al Departamento de Justicia, al Departamento de Seguridad Nacional y al Departamento de Educación que se asociaran con las autoridades del campus para investigar «incidentes antisemitas», un paso hacia la despiadada criminalización de la libertad de expresión, supuestamente amparada por la Constitución que comienza con una falsedad: «Nosotros, el pueblo…»  

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