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Conciencia y sensatez se movilizan en EE. UU.

Es urgente que el razonamiento y la responsabilidad se impongan en Estados Unidos sobre el fanatismo intolerante e irracional de quienes quieren llevar al mundo a una guerra quizá mundial y nuclear

Autor:

Juana Carrasco Martín

Es preciso y urgente que la conciencia, el razonamiento y la responsabilidad se impongan en Estados Unidos sobre el fanatismo intolerante e irracional de quienes quieren llevar al mundo a una guerra «convencional», con capacidad suficiente para transformarse en regional, quizá mundial y nuclear.

Ya una parte importante de la nación-imperio se moviliza para impedir la mayor catástrofe; reflexiona ante el problema descarnado y destructivo en que el Estado sionista de Israel ha puesto a su principal aliado y sustentador al agredir a Irán, argumentando la falacia de ser una amenaza con armas nucleares.

El actual ocupante de la Casa Blanca, quien se cree también un «elegido» con poder omnímodo, da muestras de ser incapaz de ver los hechos que se han estado desarrollando: el genocidio del pueblo palestino, su implacable y cruel aniquilamiento, el arrasamiento de Gaza, la virulencia del extremismo sionista, el avance de los colonos judíos sobre los territorios ocupados de la Cisjordania, la pretensión de Benjamin Netanyahu de ser el hacedor de una distopía, el Gran Israel.

Donald Trump quiere ser partícipe y gran beneficiario para apoderarse, como primer botín, de toda una franja mediterránea; él piensa y actúa como magnate inmobiliario, a la vuelta de la esquina de unas cuantas bombas ve hoteles y campos de golf.

Es incapaz de hacer conexiones necesarias, no reflexiona ni tiene la habilidad de prever las consecuencias finales si decide poner la fuerza militar de Estados Unidos al servicio del sionismo. Ahora mismo hace lo que mejor sabe, vocifera bravuconadas y amenazas terríficas y le exige a Irán «rendición incondicional». Responde a lo que según un funcionario israelí reveló a CNN, que la guerra con Irán se basa en la idea de la entrada de que Estados Unidos se unirá en algún momento. Netanyahu quiere un ataque estadounidense a la planta nuclear subterránea iraní de Fordow.

Ante tal peligro inminente, se impone la urgencia de la razón y la conciencia en la clase política estadounidense, sin color de partido, como no sean todos los colores de la humanidad.

El pasado martes se pusieron en movimiento legisladores de la Cámara de Representantes y del Senado para tratar de impedir la locura que ha puesto a todo el planeta al borde del abismo.

Los representantes Thomas Massie (republicano por Kentucky) y Ro Khanna (demócrata por California) presentaron una Resolución Bipartidista sobre Poderes de Guerra para evitar que el presidente Trump declare la guerra contra la República Islámica sin la autorización del Congreso. Una resolución similar sobre Poderes de Guerra presentó en el Senado Tim Kaine (demócrata por Virginia).

«La Constitución no permite que el poder ejecutivo cometa unilateralmente un acto de guerra contra una nación soberana que no ha atacado a Estados Unidos», declaró Massie. «El Congreso tiene la facultad exclusiva de declarar la guerra contra Irán. La guerra en curso entre Israel e Irán no es nuestra guerra. Incluso si lo fuera, el Congreso debe decidir estos asuntos de acuerdo con nuestra Constitución».

Por su parte, Khanna reafirmó ese concepto al que añadió un punto esencial: «El pueblo estadounidense no quiere verse arrastrado hacia otro conflicto desastroso en Oriente Medio».

Sin embargo, sabemos que este es un paso que luego de la 2da. Guerra Mundial se ha violado por presidentes de cualquiera de los dos bandos electorales y han iniciado por su cuenta, liderado o acompañado más de una guerra sin la anuencia formal del Congreso que, por demás, han asentido sin la formalidad, habida cuenta de que buena parte de los legisladores representan al complejo militar industrial que contribuye generosamente a sus carreras políticas, al igual que el lobby judío, y apoyan en la práctica y hasta azuzan esas desastrosas y sangrientas aventuras bélicas.

Además, no nos dejemos engañar, las armas y municiones que está empleando Netanyahu le han sido entregadas por Estados Unidos mediante un convenio que data de la administración de Barack Obama, incrementado ostensiblemente por Joseph Biden y relanzado por Trump apenas volvió a la Casa Blanca.

Incluso, si Donald Trump diera el paso fatal, hace caso omiso a los reiterados informes de la inteligencia estadounidense, en los que se asegura que Irán no buscaba ni ha trabajado en la creación de una bomba nuclear, y si se decidiera tardaría hasta tres años en producirla y lanzarla. En marzo, la directora nacional de Inteligencia, Tulsi Gabbard, hizo expreso ese informe.

La ciudadanía estadounidense no piensa exactamente igual que el presidente Donald Trump y a la cohorte guerrerista. Una encuesta actual de YouGov muestra que el 60 por ciento de los estadounidenses y el 53 por ciento de los votantes de Trump se oponen a que EE. UU. intervenga en la guerra entre Israel e Irán. Solamente el 16 por ciento apoya esa nefasta idea y entre los republicanos apenas el 19 por ciento.

A los congresistas que presentaron la Resolución opuesta a la intervención estadounidense están 14 demócratas que acompañan con sus firmas: Don Beyer (de Virginia), Gregorio Casar (de Texas), Alexandria Ocasio-Cortez (de Nueva York), Lloyd Doggett (de Texas), Chuy Garcia (en Illinois), Val Hoyle (Oregón), Pramila Jayapal (estado de Washington), Summer Lee (de Pensilvania), Jim McGovern (Massachusetts), Ilhan Omar (Minnesota), Ayanna Presley (Massachusetts), Delia Ramirez (Illinois), Rashida Tlaib (Michigan) y Nydia Velazquez (Nueva York).

Esta es una batalla por la cordura y la paz en la que todos cuentan, y la mayoría del pueblo estadounidense quiere conversaciones con Irán, apoya y desea diálogos y no un costoso —en muchos sentidos— enfrentamiento bélico. Y como si fuera un inocente juego infantil y no una guerra que ya está costando vidas y tiene al mundo al borde del abismo, Trump ha dicho este miércoles: «Puede que lo haga. Puede que no», «Nadie sabe qué voy a hacer».

 

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