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Honduras: ¿fraude o golpe?

Cientos de actas sin revisar, ausencia de control de los patrones biométricos, anomalías en el funcionamiento del Sistema de Transmisión de Resultados (TREP), y mensajes manipuladores matizan el proceso electoral más dilatado -y amañado- en Honduras

Autor:

Juventud Rebelde

LA proclamación de Nasry Asfura como presidente electo de Honduras termina de confirmar un fraude que se denuncia hace semanas y puede denominarse así no solo por las revelaciones de  partidos y funcionarios vinculados al Consejo Nacional Electoral (CNE) acerca de inconsistencias en el sistema de conteo de actas y otras irregularidades, dadas a conocer desde que se probó el mecanismo, antes de la votación.

Lo que ha robado legitimidad a los resultados emitidos finalmente, a escasos seis días de que venciera el plazo de un mes para hacerlo, han sido las burdas y desembozadas presiones de Estados Unidos, y lo que ellas han provocado.

Cientos de actas sin revisar, ausencia de control de los patrones biométricos, anomalías en el funcionamiento del Sistema de Transmisión de Resultados (TREP), y mensajes manipuladores matizan el proceso electoral más dilatado -y amañado- en Honduras.

Pero lo peor ha sido la injerencia. Primero fue el presidente Donald Trump, amenazando con recortar toda ayuda al país y hasta insinuar que Honduras sería objeto de presiones «al estilo Venezuela» si ganaban Rixi Moncada, la candidata de Libre, o el aspirante del Partido Liberal, Salvador Nasralla.

La primera, porque es la representante de un movimiento progresista e integracionista nacido de la resistencia al golpe de Estado contra Manuel Zelaya en 2009, lo que habla por sí solo de su carácter soberanista, que no se plegaría a Washington en un momento en que la administración republicana hace todo por retomar el control en la región.

Nasralla es visto con ojeriza en la Casa Blanca seguramente porque, aunque se presenta por un partido tradicional de derecha, ha sido cercano a Libre; de hecho, constituyó parte de su dupla presidencial en las elecciones de 2021 y fue primer vicepresidente del gabinete saliente de Xiomara Castro hasta hace un año, cuando abandonó el cargo para alistar esta nueva candidatura.

Sin embargo, no bastaron las chantajistas amenazas de Trump. Hace una semana, cuando crecían las denuncias de manipulación de los resultados e incluso de hackeo, con intervención de una mano ajena que alteró los cómputos a pocos días de la votación, llegaron las sanciones del Departamento de Estado contra dos altos funcionarios relacionados con los comicios.

En medio del lento y tenso reconteo de votos, el secretario estadounidense de Estado, Marco Rubio, volvió a injerir en el proceso mediante un comunicado según el cual Mario Morazán, magistrado propietario del Tribunal de Justicia Electoral (TJE), y Marlon Ochoa, consejero secretario del Consejo Nacional Electoral (CNE) que se ha mantenido activo en la promulgación de la verdad, fueron acusados de «socavar la democracia».

La sanción fue la prohibición de obtener visas para EE. UU., un castigo que se suponía lo suficientemente explícito como para que ambos dejaran correr las cosas.

Al primero se le señaló haber pretendido impedir el conteo de votos, algo que no se puede comprobar; pero acerca de Ochoa no hubo explicaciones… ni eran necesarias. Al menos en tres ocasiones desde que se inició el reconteo, el joven y honesto asesor acudió ante la prensa para insistir en la advertencia de que la revisión de los cómputos era fraudulenta.

Esos argumentos bastaban para considerarlo un estorbo y provocar la animadversión de Washington y el deseo de sacarlo de en medio.

Sin embargo, a Ochoa no han podido silenciarlo. Algunas horas después del comunicado del CNE dado a conocer por solo dos de sus magistradas, el asesor enfatizó que Honduras alcanzará una verdadera soberanía cuando la ciudadanía pueda decidir su futuro sin injerencias externas ni imposiciones de élites políticas, reportó Telesur, y pidió que quedara constancia histórica de que el 24 de diciembre de 2025 marcó el día en que la voluntad popular «fue sustituida por intereses imperiales».

En una denuncia interpuesta ante el Ministerio Público la noche del martes, Ochoa adelantó que un oficio de la titular del CNE les proponía cometer lo que llamó «un crimen»: emitir ganadores a nivel presidencial y en los comicios regionales sin que hubiera concluido el conteo de votos. Fue lo que ocurrió, y probablemente la explicación de que el CNE no se presentara en pleno a dar a conocer los supuestos «resultados».

El funcionario develó nuevos audios -ya hubo otros- que dan cuenta de una confabulación con participación de funcionarios extranjeros -para más señas, un asesor presidencial argentino- y hacer cristalizar el fraude. Incluso, Ochoa ha dicho que las magistradas plegadas han trabajado, «por motivos de seguridad», desde le embajada de Buenos Aires en Tegucigalpa.

Las presiones estadounidenses y tales irregularidades resultan suficientes para hacer añicos la legitimidad del proceso, independientemente de la falsedad o la veracidad del declarado «empate técnico» entre Asfura y Nasralla notificado por el CNE desde el primer día, y que se habría «resuelto» a favor del protegido de Washington, pese a que se afirma que un conteo veraz y usando los patrones biométricos, arrojan que el primero no es el real vencedor de los comicios del 30 de noviembre.

Mensajes emitidos por las redes sociales «advirtiendo» que un  triunfo de Moncada o Nasralla significaría el cese de las remesas que llegan de los migrantes en EE. UU., se sumaron a las presiones no ya contra los funcionarios electorales, sino sobre los votantes.

Así se consuma en Honduras una suerte de nuevo golpe de Estado sin armas, que sumará otro aliado a una administración estadounidense empeñada en doblegar a América Latina y el Caribe: una región que, no obstante las circunstancias coyunturales tiene la misión de salvar, como bloque, el camino de la independencia y la integración ya ha iniciado.

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