Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Tras el polvo y las llamas

Autor:

Edel Alejandro Sarduy Ponce

Ahí, justo al final de cada batalla, ya sea con victorias o simplemente con derrotas… Allí, en cada desastre, siniestro, incendio, derrumbe, explosión, descansa la valentía y el altruismo esparcido en guerreros con cascos: hijos, padres, abuelos, hermanos, primos, dejando a un lado su vida en busca de asegurar las ajenas.

Noches sin dormir de la mano con el peligro; minuto a minuto, cada día. Entrenamientos, entrega absoluta a una labor cuyo objetivo es arriesgarlo todo y aún más por proteger a otros, con la ansiedad de observar la calma en sus rostros y la satisfacción de escuchar un ¡gracias! como recompensa absoluta.

Ahí, tras las llamas, entre escombros, a través de la oscuridad, el humo o la brisa polvorienta en cada batalla librada, su ímpetu no desvanece. Su misión: realizar lo que otros no pueden, no intentan, y a veces no quieren; llegar a donde a los demás les resulta imposible; enfrentar el infierno o la muerte para buscar la esperanza, la paz, la vida.

Arriesgarse por otros, recibir quemaduras, heridas, frustración. Buscar la paz, la seguridad y la inmunidad ajena sacrificando la propia, no es un solo acto heroico: es la prueba mayor, si de empatía o calidad humana estamos hablando.

La tragedia del hotel Saratoga, la explosión en la base de supertanqueros de Matanzas, los incendios, los derrumbes… han demostrado en Cuba la valía de estos seres sin afán de crédito. Nuestros salvadores no llevan batas blancas esta vez, sino cascos ahuecados, trajes polvorientos, desgastados, con la insignia de Rescate y Salvamento. Ofrecen rostros sucios, manchados por el humo, marcas inherentes a una labor impecable en busca de la esperanza.

Cuando le pregunté a un miembro de esa hermandad cómo se sentía saber que cualquier día podría ser el último, el joven respondió sin desvíos: «Si te soy sincero, no lo pienso en absoluto, vivo mi presente al máximo. Pero, ¿quieres que te diga algo? Estaría feliz de morir haciendo lo que me gusta, con la satisfacción de perecer asegurando la vida de otros, su futuro, su porvenir… Nada más hermoso, que partir dejando vida».

Nada más cierto y conmovedor que sus palabras de guerrero orgulloso, digno vocero del resto de estas brigadas salvadoras, no solo en territorio cubano, sino a lo largo de mundo. No bastará un artículo, ni dos, ni una infinidad de ellos, para reconocer el trabajo de los rescatistas del Cuerpo de Bomberos de Cuba.

Pero al menos escribirlo ratifica el apoyo de su pueblo, de esos que nos sentimos seguros de sobrevivir en cualquier fatal acontecimiento, porque, en gran parte, descansa nuestra esperanza en su arrojo, iluminando el camino y la vida tras el polvo y las llamas.

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