Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Representar, más que ostentar

Autor:

Diego de Jesús Alamino

Cualquier tipo de estudios se diseña en función de determinados requerimientos y aspiraciones de la sociedad. Así es desde el círculo infantil cuando la familia, a través de la conversación con el niño, va «chequeando» lo que este aprende; pasando al crucial primer grado en el que, en un abrir y cerrar de ojos, el escolar aprende a leer y escribir, y nos sorprende leyendo un cartel que indica el nombre de una tienda o que avisa de una reunión del CDR.

Si el niño no tuviera estos progresos sería motivo de preocupación familiar, pero cuando llega a la Secundaria, y el preuniversitario las cosas se van complicando, pues los progresos no siempre son tan evidentes.

No se es estudiante por ir todos los días a la escuela, hacer las tareas y al final pasar de un grado a otro. El estudiante debe «representar» en el marco de las relaciones sociales en general, y familiares en particular, que posee conocimientos funcionales para la vida, como que es capaz de precisar la ubicación geográfica de un país mencionado en el Noticiero de la TVC, identificar el significado de palabras claves del inglés para no correr el peligro de ostentar un pulóver con algún cartel denigrante, comprender cuando se habla de porcientos y cifras, o se representa una gráfica sobre el consumo eléctrico y ¡qué decir del uso del vocabulario!, emplear en la expresión oral las palabras adecuadas, los calificativos, los verbos, apegado a una correcta ortografía cuando se trate de la escritura, teniendo en cuenta un adecuado balance entre «lo culto y lo popular», atenido a las enseñanzas del Apóstol: «Arte soy entre las artes y en los montes, montes soy».

Lo estrictamente cognitivo lo puede dar un curso, y el conocimiento adquirido es una medida del avance experimentado, pero además habrá que estar a la expectativa de que, aparejado a lo cognitivo, deben aparecer cambios de actitud. Es de esperar que  un estudiante de la Enseñanza Politécnica, y muy especial del universitario, tenga una actitud de identificación hacia la carrera que escogió. Si está matriculado en Economía, es lógico que muestre hoy día interés por la crisis económica, las noticias que con relación a ella aparecen; se le debe oír hablando de este asunto, más que de banales novelitas o de la cambiante moda. Quien está relacionado con la ingeniería debe estar al tanto de los adelantos tecnológicos, los vuelos espaciales, el desarrollo de la informática, amén de la realidad social en que vive, mirada con criterios valorativos.

Ya una vez profesional, el compromiso es superior. La sociedad toda es un gran jurado que reconoce con solicitud de servicios al que verdaderamente «representa» el título obtenido, o por otro lado condena con la ignorancia a aquel cuyo tránsito por el sistema escolar ha sido el puro trámite de ir aprobando asignaturas con un conocimiento a flor de piel.

También censura al que una vez graduado no hace serios y sistemáticos esfuerzos por la superación, la cual no es la matrícula en cursos y cursos, o incluso en maestrías y maestrías, continuando una especie de juego a mantenerse escolarizado. Unida al curso necesitado para profundizar y actualizar el conocimiento, es imprescindible la autosuperación. No todo lo que se necesita puede adquirirse a través de cursos; hay cosas muy particulares para las que es imposible proyectar uno.

En Cuba las posibilidades de estudio y superación no son privativas de una minoría, por eso el sexto, el noveno grado, el duodécimo, así como el Técnico Medio y el graduado universitario, el máster y el Doctor en Ciencias, forman parte de nuestro entorno social más inmediato, pero todos estos títulos, más que ostentados en las salas de las casas, deben ser «representados» en todo momento y lugar.

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