Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La dialéctica del refrán

Autor:

Luis Sexto

Forzando un refrán que advierte de la ligazón inevitable entre causas y consecuencias, les ofrezco esta cápsula: el que siembra trámites, puede recoger distorsión. Sea dicho que me refiero a los trámites excesivos, esas paradas de planilla en planilla, de oficina en oficina, cuya finalidad recala en la distorsión para componer, entre causa y efecto, el par antidialéctico cuyos extremos encierran, entre otras esferas, a la organización agraria de Cuba.

Hace poco nos referíamos a que el control erigido en cosmovisión y en culto dicta las relaciones en el campo. Y con ello —a veces con la mejor intención—, cualquier medida liberadora, cualquier estímulo derivan hacia la oscuridad de las aguas revueltas. A ese control tan estricto como una garganta en sus prohibiciones y tan ancho como un abrazo en su alcance limitador, ya le atribuimos públicamente un origen burocrático. Y con semejante punto de partida, suponemos que toda rigidez, toda complicación o incumplimiento institucional de las reglas, las leyes, las normas y los fines pertenecen a la mentalidad burocrática. Sí, mentalidad, porque más que un aparato, es una suma de reacciones y enfoques endurecidos por falta de irrigación horizontal, y cuya finalidad básica reside en sí mismos, como en un círculo vicioso: «Es así, porque… así es». Y aunque la realidad esté demandando un ligero movimiento, la respuesta burocrática desvía la posibilidad de solución.

La invención de trámites parece uno de los más largos y retorcidos oficios burocráticos. El trámite, según esta actitud administrativista, ha de servir como la mosca en la cola del perro: el sujeto da vueltas en torno de sí mismo sin poder morder al insecto contumaz. El trámite así concebido resulta matriz de la distorsión, y esta propicia que cualquier persona con ciertas facultades se ponga sobre las leyes. Porque como ha dicho recientemente el escritor venezolano Luis Britto García, cuyos libros han sido publicados en Cuba, «quien siembra trámites, recogerá corrupción». Aceptémoslo, como un alerta. Porque cuántas más ventanillas aparezcan para acuñar el mismo papel, mayor número de ocasiones habrá para que el que ponga el sello, sea candidato a que un ciudadano atormentado intente el soborno para aliviar un suplicio de incomprensiones.

Pero no quiero quedar a medio camino. Los lectores me obligan a llegar al fondo. ¿Es la mentalidad burocrática causa de los males de la agricultura y de nuestra sociedad en general? Lo es en un sentido inmediato. Pero ella misma no surge ex nihilo, de la nada, como dicen los filósofos. Cuba tampoco es el único país en que la burocracia existe como abstracta y a la vez concreta institución. Recordemos, que el entonces vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, escribió un libro en los 90 para denunciar o analizar la tupida burocracia estatal norteamericana. Pero el mal de otros, no puede ser nuestro consuelo. A Cuba le duele sobre todo su burocracia, aunque la que se aposenta en Washington se encargue de mantener una guerra contra la Revolución, de gobierno en gobierno demócrata o republicano.

Esa mentalidad retrasante, activa en la pasividad, es a su vez efecto de una causa primaria: algunos resortes de nuestra organización socio económica. Por ello hablamos y debatimos sobre readecuaciones estructurales que tiendan a racionalizar el exceso de centralización. La verticalidad de nuestro esquema económico facilita el ejercicio activo de la tramitología como resistencia aparentemente lógica a la renovación de conceptos y estructuras. ¿No nos damos cuenta de que algunas entidades recurren a buscar soluciones en métodos o sistemas cuya ineficacia ya ha sido probada? Debajo de esa recurrencia a lo circular —la rotación de propuestas y actores fracasados— también opera el dogma, a cuya existencia entre nosotros se refirió Raúl en su discurso del 4 de abril. El dogma —palabra que su etimología griega define como «camino correcto»— ha venido a parar, en el «no camino»; el «por aquí no se pasa».

Voy a concluir: quizá criticando y denunciando la mentalidad burocrática, no conseguiremos trasformar las causas de fondo de los problemas. Pero, en el juego dialéctico en que se mueve la vida, eliminar el síntoma implica tocar la enfermedad.

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