Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Halar las bridas

Autor:

Nelson García Santos

Actúan a cara limpia para revender mercancías en cualquier lugar y al precio que se les antoje, y lo peor es que muchísimos asumen que no incurren en ninguna ilegalidad.

Al esgrimir ese razonamiento exponen que los primeros que revenden, públicamente, resultan los cuentapropistas. Y hasta se atreven a preguntarse: ¿cuál es nuestro pecado?

Pero quienes aducen esa justificación olvidan, intencionalmente, un vital detalle que marca la diferencia entre unos y otros, porque los revendedores que transgreden lo establecido de bobo no tienen ni un pelo. Saben exprimir al máximo la escasez que ayudan a crear con su acopio ilícito para beneficiarse.

Más que sabido es que el quehacer por cuenta propia, además de generar empleos, ha permitido al Estado liberarse de un profuso grupo de prestaciones menores que representaban una considerable carga económica.

Ese sector se desarrolló sin existir para su provisión un mercado mayorista que aún falta plenamente, a pesar de progresos en ese sentido que lleva adelante el país para facilitar la compra de productos seguros y a precios asequibles a los trabajadores por cuenta propia.

La circunstancia de la falta de un mercado mayorista desencadenó, digámoslo sin tapujos, una presión mayor sobre los suministros existentes, y el negocio por detrás del mostrador, muchas veces, para el acaparamiento, en componenda con empleados estatales sobornados sin que sus jefes se den cuenta. ¡Uff...!

Lógicamente, esa práctica perjudica el mercado oficial y, consecuentemente, a la población, que debe desembolsar más dinero para conseguir un producto.

El vital detalle olvidado por los revendedores, con todo propósito, radica en que los cuentapropistas resultan un ente legal con sus obligaciones tributarias por la función que desarrollan y su aporte al bienestar de la sociedad.

A diferencia de los cuentapropistas, esos netos especuladores se dedican a acaparar y vivir a costa del consumidor que, sin otra alternativa, tiene a veces que terminar en sus redes.

En la actualidad, para colmo, han llegado a la desfachatez de revender pasta dental, jabones, rones, huevos… y todo lo imaginable en las aceras y hasta en las puertas de su casa.

Actúan ahora mismo en cualquier parte, sin el menor recato, mostrando una falta de respeto olímpica hacia la legalidad, mientras la gente, con razón, cuestiona hasta cuándo será esa desfachatez a la que debe ponérsele bridas.

Tiempos hubo en que actuaban discretamente, conscientes de en qué andaban, pero ahora se han desbocado y hay que acabar de ponerles coto como insiste nuestro Presidente. Si no se puede evitar que acaparen, al menos, no se debe dejar que públicamente vendan la prueba de su delito.

 

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