Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

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Autor:

Roberto Díaz Martorell

La situación epidemiológica que vive Cuba sugiere asumir desde cada territorio la divisa de «a grandes problemas, grandes soluciones». Y eso, más que una frase común, es una actitud responsable que en Isla de la Juventud se hizo realidad.

Puede parecer absurdo comparar este territorio insular, geográfica y demográficamente pequeño (poco más de 83 000 habitantes), con las 15 provincias de la isla grande, pero aplicar la experiencia pinera en cada municipio pudiera generar, a la postre, más sonrisas que preocupaciones.

Lo primero es ser receptivos a las sugerencias, como se hizo para encadenar todos los actores sociales y de la economía en función de romper la cadena de contagios.

En ese sentido se activaron las capacidades disponibles para crear centros de aislamiento en moteles y escuelas en el campo con condiciones para albergar a los contactos de los enfermos y a los contactos de los contactos.

Eso, por supuesto, generó una gestión más eficiente de las personas en condiciones de vulnerabilidad y, a su vez, un encadenamiento dirigido a garantizar las condiciones de vida, de alimentación y de atención de salud en esas instalaciones.

De ese modo, se sumaron otras 750 camas para enfrentar los rebrotes de la COVID-19 a las 92 capacidades instaladas en el hospital Héroes del Baire.

Un cable de la ACN con fecha 30 de junio cita a Israel Velázquez Batista, director de la dirección municipal de Salud Pública, ponderando que la indicación de tratar a los sospechosos como positivos fue la clave inicial para eliminar la transmisión.

Esa estrategia, aseguró el galeno, permitió controlar los focos —unos 112 desde el 4 de abril de 2020, en nueve eventos—, y al adelantarse el tratamiento, en breve tiempo acorralaron la transmisión y evitaron la gravedad de los pacientes —solo seis graves desde el inicio de la pandemia—, «aunque lamentamos dos fallecimientos», dijo el médico a la fuente.

Contar ahora con un laboratorio de Biología Molecular para el procesamiento in situ de las muestras para PCR es una bendición, porque durante el primer embate de la COVID-19, y buena parte del segundo rebrote, la tardanza en los resultados era un lastre para la eficacia.

El gobierno local, por su parte, impulsó múltiples iniciativas para acercar a las comunidades los alimentos y otros insumos, a fin de limitar la movilidad de la población, acción en la que intervino la juventud, tanto en el control del aislamiento en los centros comerciales como en las zonas declaradas en cuarentena.

Reuniones de puntualización, contactos sistemáticos con la población y personal responsable de los procesos, recorridos por todos los asentamientos y consejos populares, diálogo desde la prensa con el pueblo, información constante…  fueron acciones que llevaron la estrategia pinera al éxito.

Lo descrito anteriormente no es novedad porque forma parte de las gestiones que deben realizar todos los territorios cubanos para garantizar la vitalidad de la economía y los servicios en tiempos de crisis. Sin embargo, hay detalles que marcan la diferencia.

En estos momentos, aun cuando no estamos en transmisión autóctona, se mantienen las medidas de restricción, especialmente las que se relacionan con la entrada de personas ajenas al territorio y el uso permanente del nasobuco en espacios públicos: una lección aprendida para preservar la salud, que tal vez en otros municipios se ha descuidado, olvidando otra frase de la sabiduría popular: «En la confianza está el peligro».

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