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¿Mercurio en Cuba?

La Mayor de las Antillas despliega acciones en coherencia con el Convenio de Minamata, a través de un proyecto que evalúa los niveles de emisión y liberación de mercurio en el país para proteger la vida humana y el medio ambiente

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

La contaminación por mercurio es una amenaza mundial, teniendo en cuenta que hoy los niveles de este metal en la atmósfera son cinco veces superiores a los niveles naturales, y en los océanos, en torno a un 200 por ciento por encima.

El Convenio de Minamata, adoptado en 2013 en la ciudad japonesa de Kumamoto, entró en vigor en agosto de 2017 y ha sido firmado por 128 países, entre ellos Cuba. El objetivo de este tratado global es proteger la salud humana y el medio ambiente de las emisiones y liberaciones de mercurio y sus compuestos.

Para la Organización Mundial de la Salud, el mercurio es uno de los diez productos químicos que representa significativos problemas de salud pública. Justamente somos los seres humanos los responsables de las cantidades de este metal liberado y emitido al ambiente, a partir de la actividad generada en las estaciones de quema de carbón, los sistemas de calefacción residenciales, los incineradores de desechos y como resultado de la minería primaria, entre otras acciones.

Exponernos a elevados niveles de este metal, ya sea a través de la inhalación o el consumo de alimentos como peces y mariscos contaminados, lleva a daños irreversibles en los sistemas nervioso, digestivo e inmunitario así como en los pulmones, los riñones, la piel y los ojos.

Más allá de las acciones desarrolladas el 23 de febrero por el Día del compromiso internacional del control del mercurio, Cuba despliega acciones en coherencia con el Convenio de Minamata. Una de ellas es el proyecto Evaluación inicial para la implementación del Convenio de Minamata sobre Mercurio MIA-Cuba, coordinado por la Oficina de Regulación y Seguridad Ambiental del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.

En busca del metal

La licenciada Araley Díaz Vallín, coordinadora nacional del proyecto MIA-Cuba, precisa que este es el primer inventario de emisiones y liberaciones de mercurio de Cuba, aunque en el año 2016 se realizó un diagnóstico sobre el manejo de desechos de este metal.

«En el país está prohibida la producción de mercurio y sus compuestos, y su uso en procesos de fabricación, así como la importación y exportación de productos con mercurio añadido. Ello nos favorece, pero es importante realizar este estudio para actualizar normativas y trazar estrategias de control y prevención, a sabiendas del peligro que representa a nivel medioambiental y para la salud humana».

La Doctora en Ciencias e ingeniera química Silvia Álvarez Rossell comenta que Cuba tuvo como fuente principal de liberaciones de mercurio la planta Cloro Sosa, ubicada en Sagua la Grande, provincia de Villa Clara, para la producción de cloro, sosa cáustica, ácido clorhídrico e hipoclorito de sodio con celdas de mercurio.

«En 2017 se realizó la reconversión tecnológica del proceso y se comenzó el desmantelamiento de la vieja planta de producción. Sin dudas, el desempeño ambiental de la instalación fue favorecido y ya no constituye una fuente de emisión. No obstante, los lodos mercuriales derivados del proceso se almacenaron en nichos de hormigón, en condiciones adecuadas de seguridad».

Refiere Díaz Vallín que hoy las fuentes de emisiones de mercurio en el país están vinculadas con la producción de cemento, el proceso de refinación de petróleo, la producción minera, los sistemas de tratamiento de agua residuales, los crematorios, el reciclaje de vehículos y el empleo de lámparas fluorescentes y termómetros.

Álvarez Rossell apunta que en la actualidad persisten problemas de contaminación que han determinado el deterioro de la calidad ambiental del aire, los suelos y el agua. «Inciden múltiples factores que incluyen la obsolescencia tecnológica y el elevado nivel de deterioro del parque industrial existente, la insuficiente cobertura de tratamiento de residuales líquidos, desechos sólidos y emisiones gaseosas, así como el escaso nivel de introducción de prácticas y estrategias de carácter preventivo, orientadas a la reducción de la generación de residuales y emisiones en la fuente de origen.

«Se requiere capacitar y sensibilizar más en todos los niveles de la organización productiva y de servicios, y ejecutar acciones encaminadas a la solución de esta problemática», agregó.

Díaz Vallín señaló que en Cuba la gestión de los residuos sólidos presenta grandes dificultades en las diferentes etapas de recolección, almacenamiento, transporte, tratamiento y disposición final.

«Existe una insuficiente disponibilidad de depósitos adecuados para la colección y el almacenamiento de equipamiento especializado para el manejo de los residuos sólidos y de rellenos sanitarios con condiciones adecuadas para la disposición final.

«A ello se suma la inestabilidad y deficiente calidad de la recogida y transportación de los residuos, el mal estado técnico del equipamiento especializado, la indisciplina por parte de la población, el incremento de la generación de residuos por múltiples razones, la no segregación en la fuente de origen y la insuficiente infraestructura y tecnología para el reciclaje».

Agrega Álvarez Rossell que son tres las fuentes que aportan las liberaciones mayores de mercurio: los productos de consumo con uso deliberado de mercurio, con mayor incidencia los interruptores eléctricos, relés y termómetros; la producción de metales primarios, asociada a la extracción de oro sin usar amalgamas con mercurio; y el uso deliberado en productos o procesos correspondiente al empleo de amalgamas dentales.

«Las mayores emisiones al agua las aportan las fuentes de los productos de consumo y de depósito de residuos y tratamiento de aguas residuales. Se aprecia que las mayores liberaciones ocurren a la tierra, al aire y a los desechos, lo que se debe fundamentalmente a la disposición de un gran volumen de desechos sólidos en vertederos a cielo abierto, sin un proceso previo de clasificación, segregación y reciclaje, así como un manejo no adecuado en los vertederos».

También se encuentran almacenados en las clínicas odontológicas residuos de amalgamas dentales en espera de su traslado hacia un sitio de disposición final, comenta Díaz Vallín.

«Identificamos además toneladas de lámparas fluorescentes, derivadas de un servicio de trituración que se realizó desde que, en el año 2009, Cuba adquirió un equipo móvil para la trituración de las lámparas fluorescentes tubulares, generadas en el recambio que se realizó de los tubos de 32 W por los de 40 W. Esa cantidad se encontraba almacenada en diversos lugares en bolsas habilitadas para esos propósitos», acotó.

La producción de cemento en Cuba, advierte Álvarez Rossell, se caracteriza por realizarse fundamentalmente con co-incineración de desechos, principalmente aceites usados, y solo cuenta con filtros y reciclaje del polvo de los filtros y control simple de partículas para el control de las emisiones.

«También, en menor proporción, se produce cemento utilizando coque de petróleo y petróleo pesado como combustible primario. Cuba tiene previsto incrementar esta producción, por lo que las nuevas instalaciones cementeras deberán hacer uso de las mejores técnicas disponibles y las mejores prácticas ambientales».

Desde el año 2012, recordó, se ha reducido gradualmente la importación de termómetros de mercurio y se sustituyen por otras alternativas. «Además, nuestro país decidió sustituir la dosificación manual de la amalgama dental por un sistema de preparación mecánica en el que se introduce la amalgama encapsulada predosificada. Esta práctica, además de disminuir las afectaciones a los estomatólogos, consiguió reducir en alguna medida los restos generados de amalgama».

Está prevista una instalación con condiciones de seguridad extremas, ubicada en el centro del país, como confinatorio nacional para desechos peligrosos, añadió Díaz Vallín. «Allí se dispondrán los desechos de amalgamas dentales y de otros artículos con mercurio como termómetros, relés e interruptores, lámparas y pilas, para lo cual habría que recoger de forma separada el resto de los desechos».

Ambas especialistas aseveran que no han existido en Cuba afectaciones comprobadas a la salud y el medio ambiente como resultado de exposición al mercurio y contaminación por mercurio; tampoco se han realizado estudios específicos de su presencia en diferentes matrices biológicas y ambientales.

«Cuba cuenta con capacidades institucionales y de infraestructura para lograr el cumplimiento de los compromisos adquiridos con la firma del Convenio internacional, a partir de un paquete legislativo y normas obligatorias vigentes, así como iniciativas que favorecen la gestión sostenible del mercurio», afirma Álvarez Rosell.

No obstante, subraya Díaz Vallín, «aunque actualmente en el país contamos con normas que dan respuesta en parte al Convenio, aún existen vacíos legales y técnicos. Por eso, necesariamente se impone revisar la legislación existente e incluir regulaciones específicas y nuevas normas legales y técnicas relacionadas con la prohibición de importación, uso y manejo integral del mercurio y productos que lo contengan».

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