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La seguridad del corazón (I)

Dejar que el miedo gobierne tu vida te puede matar, literalmente, y el órgano en mayor peligro es el corazón

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Siempre habrá gente que te lastime, así que lo que tienes que hacer es seguir confiando y solo ser más cuidadoso en quien confías dos veces.

Gabriel García Márquez

Dejar que el miedo gobierne tu vida te puede matar, literalmente, y el órgano en mayor peligro es el corazón. Ese riesgo es mayor cuando la emoción proviene de asuntos que deberían hacernos felices, como el amor y el sexo, porque el cuerpo sufre con los mensajes contradictorios.

Hay miedos lógicos, retos naturales en cada etapa de la vida, descritos por las culturas antiguas y la sicología moderna como oportunidades para crecer. Sobre su relación con la sexualidad hablaremos en otra ocasión, pero hoy les proponemos reflexionar sobre la inseguridad ficticia que a veces destruye una buena relación.

Una cosa es alarmarse con algo que ocurra puntualmente y pedir explicaciones de forma civilizada y otra muy distinta es desconfiar de todo, incluida tu propia capacidad de inspirar amor y respeto en tu pareja.

Esa inseguridad perenne es casi un llamado para que el amor se agote, y el tiro de gracia lo estás dando tú, no la otra parte, pues nada de lo que otros hagan será suficiente para calmar tus demonios si no te animas a quitarles el poder conferido a partir de malas experiencias anteriores o por desapego familiar, chismes, baja autoestima, celos enfermizos o la suspicacia de quien no es leal y teme que le paguen con la misma moneda.

Cualquiera sea el origen de tu desasosiego, solo dentro de ti puede calmarse, incluida la inseguridad que nace de la inexperiencia juvenil, cuando hasta los momentos más lindos asustan porque la gente mayor dice que tarde o temprano se pierde esa embriaguez de los primeros tiempos.

Motivo común de angustia son las diferencias aparentemente insalvables, como edad, cultura, distancia, pleitos familiares… Se dice que las mujeres suelen tener más miedos recurrentes, sobre todo al iniciar una relación, pero la correspondencia de Sexo sentido demuestra que también muchos hombres se desconciertan por iguales razones.

Sin claudicar

Antes de rendirte con una persona insegura, revisa que nada en tu conducta esté provocando esa actitud. Por ejemplo, si ya intercambiaron caricias o tuvieron sexo (depende del ritmo de cada quien) y luego no haces nada por contactarle, es muy posible que el temor a no gustarte se dispare, sobre todo si prometiste llamar y le fallaste.

A veces molesta creer que solo le quieres para tener sexo porque trataste de hacerlo desde la primera cita, en lugar de priorizar el romance y propiciar el conocimiento mutuo. Ese momento placentero caerá por su propio peso, pero forzarlo da a entender que quieres «cobrar» los recursos invertidos en iniciar la relación, por si no sale bien.

Buen motivo de inseguridad es descubrir que llevas una relación paralela y aun así hablas de formalizar, o decides negarlo para que no te corten las alas. Si es tu caso, la sinceridad es una buena estrategia, porque así la otra parte decide si se arriesga a sabiendas de que la exclusividad sexual no está en el paquete.

Se puede llegar a la angustia cuando no se perciben señales frecuentes de interés. Hace falta un gesto, una mirada, una palabra cómplice para que la otra persona no sienta que hace el ridículo, sobre todo si tiene baja autoestima, ya tuvo amargas experiencias o es fácil de influenciar por gente que profetiza fracasos.

Verdades a la vista

La sospecha de no satisfacerte sexualmente es otra causa común de inseguridad. Puede aflorar desde el principio o más adelante, cuando pasa la furia de los primeros tiempos y destinas menos energía al intercambio erótico.

Por eso es importante hablar sobre gustos y ritmos desde el principio y no ocultar el peso de otras preocupaciones o circunstancias que atenten contra el colchón, ya sea de modo permanente o pasajero.

Si de verdad tienes inconformidades, piensa que el sexo necesita práctica para saltar tabúes y acoplarse al gusto de ambos. Muy pocas parejas afinan desde la primera vez, e incluso estas pueden tener períodos de baja actividad sin que eso signifique que se dejaron de gustar.

Conversar no es reprochar. Si tu pareja no comparte cualquiera de tus angustias no significa que te quiera menos. Incluso si siente lo mismo que tú puede que sepa cuidar mejor su sistema inmunológico y su corazón y por eso «no coge lucha».

Cierto grado de inseguridad tiene efectos positivos cuando actúa como aliciente para conquistar cada día. Como no hay nada definitivo o totalmente seguro, es bueno mantener viva la chispa aderezándola con un poco de picardía.

Pero la relación sobrevive si se ha fundado sobre los sueños de ambos y logra potenciar lo mejor de cada proyecto individual. Las renuncias por amor son como las flores: lindas al principio, con el tiempo se mustian y generan un mal ambiente. Si tu felicidad depende únicamente de las atenciones que te prodigue esa persona, entonces no has aprendido a ser feliz.

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