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Constelaciones familiares: entender los hilos invisibles que nos atan

En tiempos donde muchas personas buscan sanar heridas familiares o mejorar sus vínculos, esta herramienta propone una mirada holística: no somos individuos aislados, sino parte de un entramado donde cada gesto de amor o dolor dejó su huella

 

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

El vínculo que nos une a la verdadera familia no es la sangre, sino el respeto y la alegría por la vida del otro.

                                          Richard Bach

 

¿Alguna vez has sentido que repites historias que no quisieras, o cargas culpas, miedos o silencios que parecen no ser solo tuyos? Las constelaciones familiares invitan a mirar más allá de lo personal, hacia las raíces ocultas que nos unen con quienes nos precedieron.

Creado por el terapeuta alemán Bert Hellinger en la década de 1980, este método propone que los conflictos emocionales o relacionales pueden estar ligados a desequilibrios dentro del sistema familiar. Según esta mirada, no solo heredamos rasgos físicos o culturales: también vínculos interrumpidos, duelos no resueltos y exclusiones que influyen silenciosamente.

Las constelaciones parten de una idea profunda: toda familia funciona como un sistema donde cada miembro tiene un lugar que debe ser respetado. Cuando ese orden se altera —por ejemplo, si un hijo asume responsabilidades que no le corresponden, o si alguien es olvidado o rechazado— se genera una tensión que puede expresarse en nuevas generaciones.

En talleres grupales de esta terapia, una persona plantea un tema que le preocupa: con la pareja, o una enfermedad, un patrón frecuente… El facilitador elige entre los presentes a quienes representarán a esa familia y los ubica en espacio. A partir de los movimientos, sensaciones o frases espontáneas de esos modelos se revela una imagen del sistema familiar, a veces sorprendente por su coherencia emocional. El proceso busca restablecer los llamados órdenes del amor: dar lugar al excluido, reconocer jerarquías naturales, equilibrar el dar y el recibir. Pequeños gestos simbólicos (miradas, frases, movimientos) pueden tener un efecto liberador para quien constela.

De momento, las constelaciones no son una terapia científica en sentido estricto. La sicología académica las critica por falta de evidencia empírica sólida, y por el riesgo de atribuir causas familiares a todo malestar, y se recomiendan como herramienta complementaria, no sustitutiva del tratamiento sicológico o médico.

Aun así, numerosos participantes describen la experiencia como una forma de comprensión profunda y alivio emocional. Permite reconocer lo que se repite, mirar con otros ojos las relaciones, reconciliarse con el pasado y liberar a los hijos de cargas que no les pertenecen, pues no se trata de buscar culpables, sino de restaurar el amor donde se interrumpió.

En Cuba, el interés por este enfoque crece en espacios académicos y de salud mental. En 2020, el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) ofreció un curso de posgrado sobre constelaciones familiares, impartido por la especialista española Julia León Conde a profesionales de la sicología y el trabajo social, para usarlo como herramienta sistémica de acompañamiento a personas en procesos de reconciliación familiar y personal.

Este tipo de iniciativas muestra que el país comienza a explorar miradas integradoras de la salud, donde cuerpo, emoción y entorno social dialogan. No se trata de reemplazar métodos tradicionales, sino de enriquecerlos con recursos simbólicos y vivenciales que ayudan a comprender la trama humana que todos compartimos.

Las constelaciones familiares también invitan a reflexionar sobre nuestra cultura afectiva: las lealtades invisibles, el peso de los secretos, el mandato de sacrificio que tantas veces se transmite de madres a hijas, de padres a hijos. Mirar esa herencia con respeto, pero sin repetirla, puede ser un acto de libertad.

Es curioso que la transformación esencial no ocurre en el taller, sino después, cuando la comprensión interior se traduce en cambios reales en la vida cotidiana.

En tiempos donde muchas personas buscan sanar heridas familiares o mejorar sus vínculos, esta herramienta propone una mirada holística: no somos individuos aislados, sino parte de un entramado donde cada gesto de amor o dolor dejó su huella, y tal vez comprender esos hilos invisibles sea el primer paso para tejer, conscientemente, nuevas formas de relación más libres y amorosas.

 

Antes de constelar, ten en cuenta

  1. Infórmate bien: las constelaciones familiares no sustituyen la atención médica. Son autoconocimiento y reconciliación emocional.
  2. Elige con quién: pregunta por la formación del facilitador y su experiencia de dar talleres serios y éticos.
  3. No esperes milagros: no hay curas inmediatas, sino apertura a procesos internos que se asimilan con el tiempo. Observa tus emociones y relaciones después del taller.
  4. Cuida tu estado emocional: Si estás atravesando un duelo reciente, depresión o trauma severo, esta experiencia puede ser intensa.
  5. Respeto y confidencialidad: lo que se revela pertenece a la intimidad de cada sistema familiar. Evita juzgar o comentar experiencias ajenas.
  6. Integra lo aprendido: la verdadera transformación ocurre cuando aplicas la comprensión en tu vida diaria: reconocer, agradecer y soltar.

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