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Me acercaba a las personas y luego me alejaba: era una forma de sentir que tenía el control

Escucharte podría ayudarte a encontrar un modo de dar lugar al encuentro con tu intimidad y a los sentimientos que se podrán forjar al dar entrada a otros

Autor:

Mariela Rodríguez Méndez

C.A.: A mis 22 años, nunca he tenido relación sexual. Mi primera experiencia amorosa fue cuando estaba en la primaria, un contacto pasivo de noviazgo con besos. El niño de mi misma edad me rechazó, humilló y dijo que yo no sabía besar. Incluso, estuvo con una amiga mía. Ahora puede parecer tontería de la infancia, pero ese momento marcó un antes y después en mi forma de ver la intimidad y el hecho de involucrarme sentimentalmente. A pesar de haber deseado, nunca acepté a ningún pretendiente. Mi miedo era tan grande que me consumía por dentro; me acercaba a las personas y luego me alejaba: era una forma de sentir que tenía el control. A simple vista parezco una persona experimentada y la verdad es que me freno mucho cuando conozco a alguien. Así con tanta sinceridad nunca había hablado con nadie. Escribirlo me hace mucho bien. Necesito la opinión de una profesional.

Acercarse y alejarse, hacer que se acerquen y que se alejen se convirtió en tu recurso más erótico. Pero mantiene alejada la posibilidad del beso, que fue parte de la primera experiencia que ubicas en el lugar de la causa de tu mecanismo protector de pasividad, freno, control.

En nuestro cuerpo hay resonancias extrañas e invasivas del encuentro amoroso, tanto como deliciosas, desorbitadas, apasionantes. Un beso puede desatarlas; a veces una palabra, una sonrisa, un gesto casual pueden tener tales efectos. Por eso el freno denota la existencia de un temor que activa la alarma de seguridad.

Ya comienzas a cuestionar este mecanismo que te priva de ver la intimidad e involucrarte sentimentalmente. Agradecemos que nos hayas escogido para iniciar esa apertura. Escucharte mientras te animas a consultar otro profesional podría ayudarte a encontrar un modo de dar lugar al encuentro con tu intimidad y a los sentimientos que se podrán forjar al dar entrada a otros.

 

Mariela Rodríguez Méndez, máster en Sicología clínica

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