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Nunca le vio la cara

Un giro puede desencadenar desagradables «giros» de conducta, como le sucedió a Zoraida González, residente en la finca Las Palmas, Pampito, en Bayamo, provincia de Granma.

Zoraida cuenta en su carta que recientemente se encontraba de visita en casa de su hermana, en la finca Michurin, del municipio habanero de Caimito, y su padre le envió un giro desde Granma. Además, le avisó por teléfono a los dos días de la imposición.

Zoraida tuvo que viajar diez kilómetros a la sucursal de Correos en Caimito. Y allí, la empleada del ventanillo —por cierto, muy atenta— le dijo que el giro ya se encontraba allí, pero que no había dinero para pagárselo.

Zoraida no entendió tal absurdo. Le insistió a la empleada que ella había recorrido con su niño a cuestas diez kilómetros desde la finca donde estaba parando, y solicitó ver al director del correo. La empleada le dijo que no había llegado, y eran las 8 y 45 de la mañana. Zoraida esperó hasta las 9 y 30, sin que el director llegara.

Al siguiente día, la mujer se encaminó hasta el correo de marras, porque un giro es una urgencia cuando no tienes dinero. La atendió otra empleada, con una sonrisa y todo, pero le dijo que no había dinero para pagar giros.

Ya Zoraida estaba bastante molesta, con razón. Solicitó hablar con el director y tampoco se encontraba esta vez. La atendió otra compañera y le dio una explicación que no la convenció. Se fue del correo a las 9 y 20 de la mañana sin «atrapar» al director y sin el dinero.

Al tercer día, al fin se le pagó el giro a las 7 y 34 de la mañana. Y a las 9 y 20, cuando ya se iba del correo, Zoraida pidió hablar con el director. ¡Y tampoco había llegado! «Estaba que echaba candela —cuenta— por lo que considero una falta de respeto, pues el giro estuvo días en el correo y no había dinero para pagármelo. Porque nunca pude entrevistarme con el director. Porque tuve que viajar constantemente desde donde estaba, a diez kilómetros.

«Yo hubiera querido aunque sea verle la cara», sentencia Zoraida.

Gran Teatro delimitará su portal

El pasado 26 de septiembre, la capitalina Adriana Mena censuraba el contraste de muchos portales sucios de la capital que son corridos, en calles como Reina, Monte o Galiano, con aquellos años en que cada entidad delimitaba con una soga su parte y la limpiaba.

La remitente fustigaba específicamente la falta de higiene y el descuido que ha percibido en ocasiones en los umbrales de una joya arquitectónica de la ciudad, y meca del ballet y otras manifestaciones artísticas, como lo es el Gran Teatro de La Habana.

Al respecto, responde Mayra Lassale Noval, directora de Cultura en Ciudad de La Habana. La funcionaria explica que, en visita al Gran Teatro, la administradora del mismo, Flora María Fregio, le informó que ya antes de publicarse la queja, habían dado pasos para solucionar el asunto.

Se le solicitó ayuda al Gobierno municipal y a la Oficina del Historiador de la Ciudad, entre otras instancias, para obtener el permiso para cerrar el portal en el área que pertenece al teatro, de la misma manera en que está delimitado el portal del cercano hotel Inglaterra.

Según Lassale, ello garantizaría que «la libre viabilidad de la población fuera limitada; y así poder controlar y mantener el lavado que realiza cada día el personal de limpieza de la institución en esa área».

Asegura la directora que el teatro está dispuesto a solucionar esa situación, pero necesita la ayuda y cooperación de otras instancias, tanto del Gobierno como de Cultura.

Finalmente, hace un llamado de atención a las instituciones culturales de la capital para cuidar la limpieza de las mismas, «pues como el caso del Gran Teatro de La Habana, existen otras entidades que desatienden esto, y la imagen de la cultura se ve perjudicada».

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