Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Allegro vivace por Frank Fernández

Las personas notorias no calculan la resonancia de sus actos cotidianos por pequeños que parezcan, ya sea para bien o para mal. No saben que, en cualquier sitio, hay alguien que «te está midiendo y no es para ropa», como dicen por ahí; por aquello de que «siempre hay un ojo que te ve».

Desde el municipio capitalino del Cotorro, Juan Blanco Padilla cuenta que hace poco él estaba «cacharreando» con su hijo un viejo auto que se resistía a arrancar, en el parqueo del restaurante y centro recreativo El Pedregal, del municipio capitalino de La Lisa. En el forcejeo típico del cubano con la vieja técnica, él sintió que una persona se apeaba de un auto cercano, y le decía a alguien:

—Espérate, negro, vamos a tirarle un cabo a esta gente…

Juan alzó la vista y vio acercarse a tres personas. Una de ellas dijo: «¿En qué podemos ayudar?» Era el gran pianista cubano Frank Fernández en persona. Juan confiesa ahora en su carta que se conmovió por el gesto, y solo atinó a decir:

—Muchas gracias, si ya vamos a empujarlo…

Pero ya el brillante concertista le había tomado la delantera y empujaba el renqueante auto… Después de un largo tramo, la anticualla no reaccionaba con todo el reforzamiento humano que la compulsaba. Cuando ya el carro parecía arrancar, volvía a apagarse.

Pero Frank persistía en ayudar, por ese instinto generoso que tienen muchos cubanos. Y Juan, feliz de haber presenciado el «concierto» solidario del gran músico cubano, le convenció de que ya arrancaría, por las mañas que le sabían al jurásico cacharro.

«Para alguien eso pudiera no significar gran cosa —afirma el lector—, pero yo creo que esos son los pequeños detalles que nos permiten estimar otras magnitudes».

Allegro vivace por Frank Fernández.

Los coches de bebé requieren otra atención

«¿Todo el mundo es caco?», preguntaba con cierta sorna este redactor el pasado 7 de enero, al comentar la historia denunciada por la capitalina Rebeca Rodríguez, a quien le prohibieron entrar con su bebé de nueve meses en un coche, en la tienda Almendares de CIMEX, conocida por El Ekloh, sita en 41 y 42, en el municipio de Playa.

La explicación era que ha habido hurtos en esa tienda, bajo el modus operandi del tierno coche. Y Rebeca consideraba que es una falta de respeto suponer un ladrón en cada persona que entre allí con su bebé sobre ruedas; aun cuando al final la máxima responsable del centro comercial la atendió muy bien y la dejó pasar.

Al respecto, responde José Hugo González, gerente general de la Sucursal Oeste de CIMEX, que en las tiendas de esa corporación que expenden productos por el sistema de autoservicio, no se permite a los clientes entrar con bolsos o carteras, pues en las mismas hay un servicio de guardabolsos gratuito, para minimizar riesgos potenciales de hurto.

«No es el caso de los coches de bebé —subraya José Hugo—, que sin desconocer que también resultan un factor potencial de riesgo, requieren de otra atención, que facilite la entrada de los mismos a las tiendas. Por tanto, no están incluidos dentro de nuestras regulaciones; aunque algunos compañeros, sin mala intención, puedan haberlo hecho extensivo, provocando con ello el disgusto innecesario a ese tipo de clientes».

Agrega el Gerente General que el hecho fue evaluado con los trabajadores del centro y también con los del resto de las unidades de la Sucursal. Y extrajeron del suceso las experiencias para continuar perfeccionando el Sistema de Atención a los Clientes de CIMEX, que muchas veces se ve distorsionado por tratamientos inadecuados.

Por ello, la Dirección General de Comercio de la Corporación CIMEX le está trasladando a todo el sistema de comercio minorista de esa entidad las indicaciones del tratamiento a dar en esos casos, con el objetivo de evitar situaciones similares en otros establecimientos de esa red comercial.

Agradezco la respuesta, y a partir de los elementos que ofrece José Hugo, deduzco que aún queda un largo camino en esa cultura del detalle que necesita nuestro comercio minorista, para con elegancia y discreción saber individualizar el tratamiento a sus clientes, y garantizar sistemas de control sin absurdas prohibiciones.

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