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Respuesta errónea o desconocida

Ya ha comparecido dos veces ante el juez, con presencia de algunas de sus  víctimas sobrevivientes de la matanza y de familiares de los fallecidos. James Holmes, con estudios de neurociencia y un abolengo familiar que se  remonta a los mismísimos peregrinos del Mayflower —esos que iniciaron el despojo de los pueblos aborígenes y fundaron las colonias pilares de Estados Unidos—, fue acusado de 142 cargos,  24 de ellos por homicidio en primer grado, dos por cada uno de quienes mató en el cine Century 16, de Aurora, cuando se estrenaba el tercer filme de la saga de Batman.

Con el pelo azafranado, ojos y gestos de enajenado mental, el joven de 24 años, parece dispuesto a que le crean insano y salvarse de una pena capital o del encierro de por vida por sus crímenes múltiples, pero otra tragedia se  profundiza en la sociedad norteamericana cuando la respuesta que prevalece para su abominable  acción es la compra en espiral de más armas.

El diario Denver Post reportó que el Buró de Investigaciones de Colorado, aprobó el fin de semana que 2 887 personas compraran un arma de fuego, lo que significa un incremento del 43 por ciento respecto a los días «normales» previos a la masacre.

Y  ese vertiginoso aumento de tal compra-venta no se limita a Colorado,  tiene lugar en todo el país. Exactamente igual ocurrió en Arizona tras el tiroteo en Tucson, en que resultaron muertas seis personas y entre los heridos estuvo la congresista Gabrielle Giffords —allí las ventas crecieron 60 por ciento—; y en el 2007 cuando los disparos se hicieron oír en la Virginia Tech University donde 32 murieron.

«Es  demencial», dijo Jake Meyers, un empleado de una tienda de venta de armas en Parker, la Rocky Mountain Guns and Ammo.

También como en esas ocasiones, tan nefastas y lamentablemente frecuentes, la polémica se ha levantado entre quienes abogan infructuosamente por una prohibición de la tenencia de armas en los hogares estadounidenses y quienes se amparan en la Segunda Enmienda de la Constitución para ejercer ese insólito «derecho» a armarse para su defensa, como si estuvieran en la época de las milicias ciudadanas y no en una era de violencia donde cuentan con el ejército más poderoso del mundo, departamentos policíacos cada vez más militarizados, emporios de vigilancia, inteligencia y espionaje internos y para el exterior, y hasta empresas de seguridad privadas, un mercenarismo como nunca antes en la historia de la humanidad, por citar algunos de los cuerpos militarizados que debieran garantizar la seguridad de su población.

La contradicción estriba en que esas instituciones militarizadas ejercen también la violencia desmedida, unos contra otros pueblos y naciones para dominar al mundo, otros contra minorías o disidentes anti sistema, pacifistas y contrarios al poder omnímodo de bancos y grupos financieros.

En uno de los chateos digitales sobre el tema, uno de los participantes notaba que cada año como promedio 9 000 norteamericanos se matan a tiros unos a los otros, y adjudicaba la violencia imperante no solo a la tenencia de armas, apuntando así a otros males de la sociedad. Pero no hay dudas de que la facilidad con que se compran armas en ese país contribuye a una mayor violencia.

Sin embargo, justo el día después de la tragedia de Aurora, un entrenador de  fútbol rugby de 51 años, que además práctica tiro, con total frialdad declaraba a la AFP: «Si yo hubiera estado allí, lo habría matado». Ni siquiera imaginar ese duelo en una sala de  teatro repleta, donde Holmes, con un rifle de asalto entre las armas que portaba, disparó 60 balas por minuto y dejó 12 muertos y 58 heridos; las víctimas inocentes hubieran sido muchas más. Ese reportaje de la agencia francesa citaba a una madre que con su niña de 5 o 6 años de edad andaba de compradora en una armería de Aurora y cuando la pequeña probaba un rifle le dijo: «Cariño, es demasiado grande para ti, vamos a buscar otro». Simplemente una lección maternal de ejercer la ley por cuenta propia en un Estado que nació de la violencia y se desarrolló en ese vivero.

El tema da para mucho, pero me remito a una valla que una organización levantó en Idaho, inmediatamente después de la masacre del émulo del Joker enemigo de Batman: Dos imágenes, la de James Holmes y la del presidente Barack Obama y este texto: «Matar a 12 en un cine con un rifle de asalto. Todo el mundo se altera. Matar miles con su política exterior. Se gana el Premio Nobel de la Paz».

En verdad, tanto uno como el otro requieren ser detenidos, pero en Estados Unidos parece que nadie quiere o nadie puede ponerle el cascabel al gato cuando son poderosos los intereses que abogan desde la violencia.

 

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