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Arechabala

Aseguran especialistas que Cuba fue el primer país que dio al ron la categoría de clásico.

Curiosamente Cuba entró tarde en el panorama de la fabricación internacional del ron. Pero se dispuso pronto a acortar el camino. Si en 1778 la Isla exportó alrededor de 230 000 litros de aguardiente, ya a comienzos del siglo XIX, apenas 20 o 25 años después, se producían aquí más de 4,5 millones de litros. En 1861 existían 125 destilerías, en la mayoría de los casos parte de fábricas de azúcar y resultado por lo general de operaciones individuales. Es la época en que Cuba empieza a producir un tercio del azúcar mundial.

El ron cubano marca una nueva época, un nuevo estilo en la fabricación de rones. En la década de 1860 se podía beber toda una gama de rones «británicos» producidos en Jamaica, Guyana y Barbados, a partir de la melaza y en alambiques de retorta. Fue entonces que Cuba importó una nueva tecnología, el llamado alambique continuo o de columna, que permitió a los destiladores cubanos crear un estilo de ron nuevo, más ligero y dulce.

El primero fue Facundo Bacardí en Santiago de Cuba. Con su innovación, Cuba empezó a distinguirse del resto del Caribe, y aunque los alambiques de columna aparecieron muy pronto en el resto de las Antillas, ya el ron ligero cubano le había ganado la batalla a la competencia.

En 1878 entró en el juego el vizcaíno José Arechabala Aldama, quien compró a plazos a los herederos de Joaquín de Zulueta un alambique establecido en la ciudad matancera de Cárdenas. Destilaba las mieles de siete u ocho ingenios azucareros de la zona y recibía por mar materia prima de Sagua la Grande y Yaguajay, y estaba valorado en unos 33 000 pesos oro y 167 000 pesos en billetes. El 1ro. de febrero de 1880, el nuevo propietario lo inscribía en el Registro Mercantil con el nombre de La Vizcaya. A partir del 18 de enero de 1821 operaría bajo la razón social de J. Arechabala S. A. Presidía la compañía el fundador de la firma y obraban como accionistas sus hijos Juana, Carmela, Mercedes, José Antonio y José Nicolás. Llegaría a amasar un capital enorme en el campo de la destilación de alcoholes y la refinación de azúcares y crearía el famoso ron Havana Club.

En 1958 este complejo fabril ocupaba un área de 600 000 metros cuadrados y lo conformaban plantas de confituras, levadura, sirope y otras producciones derivadas del azúcar. Contaba con una fábrica de licores, almacenes de azúcar, terminal marítima, acueducto propio, servicio de cabotaje y astillero. En sus soleras se mantenían de manera permanente dos millones de litros añejándose en toneles de robles.

Producía anís, aguardiente, cremas, coñac y ginebra con la marca Arechabala, los coñacs marcas Relicario y Tres Arbolitos, el ron añejo Arechabala 75 y otros tipos de rones, además del ya mencionado Havana Club.

Representaba, por otra parte, el whisky Chivas Regal y otras bebidas de importación. Formaban parte de la compañía los centrales azucareros Por Fuerza y Progreso, ambos en la provincia de Matanzas.

El vizcaíno y el vasco

José Arechabala Aldama nació en Gordejuela, Vizcaya, el 9 de noviembre de 1847. Las fuentes consultadas no aluden a su niñez ni a su adolescencia, pero lo seguro es que no fuesen nada boyantes, pues con solo 15 años buscó en Cuba mejores horizontes. Llegó a la Isla el 21 de septiembre de 1863 y trabajó primero con su pariente Antonio Galíndez Aldama, radicado en Matanzas, y luego en la casa Bea, dedicada a la consignación de buques, la ferretería y la banca, algo frecuente entonces cuando las empresas asumían el papel de los bancos.

Julián de Zulueta era ya para entonces un importante hombre de negocios y una figura política de primer orden. Marqués de Álava. Vizconde de Casa Blanca. Coronel de Milicias. Coronel de Voluntarios. Cónsul del Real Tribunal del Comercio. Consejero de Administración de Hacienda. Concejal y alcalde de La Habana en varias ocasiones. Diputado a Cortes. Senador Vitalicio del Reino. Gobernador Político interino de la Isla de Cuba.

Era propietario de varios ingenios azucareros. Accionista de la firma constructora del ferrocarril de Marianao. Contratista del derribo de las murallas de La Habana e iniciador de la construcción del edificio que sería conocido como la Manzana de Gómez, donde se emplazaría —fue su idea— un gran centro comercial, similar a los actuales, donde coincidirían varios establecimientos. Constructor con su propio peculio del ferrocarril Zaza-Caibarién. Enriquecido con la trata de esclavos y de chinos, formó parte del grupo de hacendados y prestamistas de origen español que asumió el control del Diario de la Marina y lo convirtió en vocero de sus intereses. Una ciudad de la región central y una calle habanera llevan el nombre de quien fue un enemigo recalcitrante de la independencia de Cuba y uno de los grandes promotores del capitalismo en la Isla. No se puede escribir la historia de la economía cubana del siglo XIX sin mencionarlo.

¿Cómo trabaron relaciones Zulueta y Arechabala?

La importancia económico-comercial que adquiría el puerto de Cárdenas, por donde Zulueta sacaba las producciones de sus centrales, lo hizo pensar no solo en el establecimiento de almacenes, sino en fomentar una destilería que aprovechara las mieles, que mermaban considerablemente por la demora en ser embarcadas.

Conoció Zulueta de la laboriosidad del joven vizcaíno, de su dedicación al trabajo, inteligencia y chispa, y en 1873 lo nombró su apoderado en Cárdenas. Arechabala tenía 26 años entonces.

Durante una visita a la ciudad matancera de Colón, donde tenía también grandes intereses, Julián de Zulueta cayó del caballo y quedó con la cabeza enterrada en una alcantarilla. Hubo tiempo para trasladarlo a La Habana, donde murió, el 4 de mayo de 1878.

José Arechabala lo sobrevivió durante largos años; falleció el 15 de marzo de 1923. Llegó a ser propietario de la fábrica de gas que alimentaba el alumbrado público de Cárdenas y dotó a la ciudad de un teatro que llevó su nombre. Sus actos son reflejo de su devoción por la cultura y el buen gusto. La propia industria estaba enmarcada en un vasto conjunto de jardines y paseos, donde se daban la mano lo útil y lo bello, sin contar que fue una gran fuente de empleo. Cárdenas lo declaró su Hijo Adoptivo.

Surge Havana Club

El 19 de marzo de 1934 se inauguró la fábrica de licores y comenzó la producción de ron Havana Club. Más tarde se añadió el Alco-Elite —alcohol puro, muy demandado con fines sanitarios—. También los cordiales y el coñac. El 29 de mayo de 1935 abrieron el Bar Privado y las oficinas de la empresa en el palacio del Conde de Casa Bayona, en la Plaza de la Catedral de La Habana. El 18 de julio de 1936 pusieron en marcha la producción de confituras. Para elaborarlas se adoptó la técnica más avanzada, utilizándose materias primas selectas para dotarlas de un sabor exquisito y expenderlas con una presentación atractiva, lo que las hizo muy demandadas dentro y fuera de Cuba.

En marzo de 1934, la compañía comenzó a producir el carburante conocido como mofuco. Por lo que se le considera pionera del carburante nacional, utilizando el alcohol como base. Cuando en 1943, la guerra mundial impuso rígidos controles sobre la gasolina, el Gobierno cubano reclamó el concurso de la empresa para que el transporte terrestre no se paralizara, llegando Arechabala a soportar hasta el 63 por ciento del consumo nacional.

Tuvo J. Arechabala S. A. una activa participación en lograr que EE. UU. admitiera el azúcar refinado cubano. Fue una lucha denodada que entre 1928 y 1933 libró, junto con otras firmas, contra las autoridades norteamericanas, para afincar y esclarecer el derecho de Cuba a exportar ese producto a EE. UU. y evitar así el cierre de las refinerías cubanas.

Sus producciones superaban las de sus competidores. En 1956 La Vizcaya produjo alrededor de seis millones de litros de aguardientes y alcohol de 95 grados, a lo que se sumaban los casi 800 000 litros obtenidos en los centrales Por Fuerza y Progreso. Le seguían en orden de producción la destilería Infierno —más de seis millones de litros— y la Licorera de Cuba, con cinco millones en las marcas de ron y cremas Aldabó, coñac Peralta y Anís del Diablo. La Compañía Cubana de Alcohol aparece con algo más de tres millones de litros, de las denominaciones Santa Cruz y Legendario, en tanto que Bacardí, en el último de la fila, aparece solo con 3 118 000 litros.

Claro que hubo contrariedades y quebrantos. El fundador de la empresa perdió y rehízo su fortuna varias veces. Resultó desastroso para la ronera el huracán de 1888, que arrasó la costa norte de la Isla por la zona de Cárdenas y ocasionó pérdidas cuantiosas. Igual ocurrió con el ras de mar de 1933, causante de daños en almacenes y muelles, alambiques, tanques y toneles, edificios y embarcaciones, así como pérdida de materias primas por 258 000 pesos. Perjudiciales fueron también las dos guerras mundiales, la caída de los precios del azúcar y las crisis económicas. Y las pesadumbres morales que sacudieron a esta curiosa familia, en la que los nombres se repiten y sus miembros terminan casándose entre sí, y de la que formó parte nada más y nada menos que Carmelina Arechabala, la que dio pie a una frase que sobrevive en el imaginario del cubano, esa de «vive como Carmelina», para identificar a quien lleva una vida regalada, libre de carencias y preocupaciones.

Algo no claro del todo para el escribidor sucede a finales de los años 50, cuando José Fermín Iturrioz sale o lo hacen salir de la firma que dirigía desde 1926 y presidía desde 1953, cuando le tocó sustituir a Carmen Arechabala —no es la Carmelina aludida—, hija de José Arechabala Aldama, el fundador, y viuda de José Arechabala Saiz, sobrino de su padre. Para no variar, Iturrioz, que era el propietario del Retiro Josone, en Varadero, es sustituido por José Arechabala Arechabala.

Su salida implicó para la firma la pérdida del central Por Fuerza, que permaneció en manos de Iturrioz. Tenía una capacidad de molida de 250 000 arrobas diarias, 2 650 trabajadores y 768 caballerías de tierras propias.

Después…

Después de 1959 la fábrica recibió el nombre de José Antonio Echeverría, y en 1993, cuando se fundó la corporación Cuba Ron, una parte de su infraestructura se destinó a la creación de la Ronera Cárdenas. La cartera de producción de esta afamada bodega contempla los formatos caneca de las marcas Havana Club, ron Cubay y el aguardiente Sao Can. Produce asimismo los rones Refino y Perla del Norte; este en sus versiones de blanco, dorado y añejo, que recoge el buen y genuino saber hacer de esta ronera.

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