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Joaquín Borges-Triana

Los que soñamos por la oreja

Piña Colada, una apuesta integradora

A veces uno no se percata de cómo transcurre el tiempo. Hace unos días, mientras dialogaba con varias amistades en el festival Piña Colada, nos pusimos a rememorar anécdotas vividas por los presentes a propósito de eventos musicales llevados a cabo allá por los 90 del siglo pasado. Fue en dicho contexto en que alguien de nosotros expresó una frase que me dejó pensando: «sin darnos apenas cuenta, nos hemos puesto viejos en esta historia».

Mientras me dirigía desde Ciego de Ávila hacia Morón junto al cantautor Raúl Torres y a Arnaldo Rodríguez, la persona que diera vida al Piña Colada, la plática nos remontó a 1992. Recordé entonces un concierto de Frank Delgado, realizado en el cine Acapulco a fines de diciembre de aquel año y donde dicho trovador fue respaldado musicalmente por una formación creada por él y que se hacía llamar Cuerpo de Guardia. El bajista de la banda, integrada por estudiantes de la ENA, era el (en ese momento) debutante Arnaldo Rodríguez.

Después de aquello, en las actividades organizadas en la desaparecida Casa del Joven Creador de la Avenida del Puerto, coincidí en repetidas ocasiones con Arnaldo, que por la fecha interactuaba como bajista en las agrupaciones acompañantes de gente muy apreciada por mí como Diego Cano, José Luis Medina y Boris Larramendi. Aunque poco se habla acerca de esa etapa en la vida artística del luego conocido fundador de proyectos musicales como Azúcar Band y Talismán, en mi opinión su desempeño junto a cantautores de tanta valía, marcó para siempre su quehacer artístico.

Por eso, nunca me sorprendió el sentido ecuménico que Rodríguez quiso otorgarle al festival Piña Colada desde su fundación. Semejante perspectiva de apostar en materia musical por un enfoque no excluyente sino todo lo contrario, ha sido el signo característico de la generación de creadores con la que Arnaldo se dio a conocer. El reciente evento en Ciego de Ávila ratificó de manera sustancial dicha concepción.

Decididamente, soy de los que aplaude la idea de hacer converger en múltiples escenarios de una misma localidad a trovadores, danzoneros, rockeros, timberos, metaleros y cultores de la música campesina. Ello no solo propicia una asistencia masiva de los interesados en las distintas manifestaciones de nuestro actual panorama musical sino que, además, tanto para los estudiosos del tema como para el público en general, posibilita tener en conjunto una mirada del enorme espectro de la cultura sonora que hoy se produce entre nosotros.

A lo anterior se añade que en las jornadas del encuentro, uno descubre propuestas de las que no poseía noticias, como me sucedió en el caso de Vocal Zambá, un cuarteto integrado por tres voces femeninas y una masculina, y que al escucharlos por primera vez en el patio de la UNEAC avileña, me hizo ponerme de pie en señal de aprobación. Sus versiones vocales de composiciones de figuras como Augusto Blanca o Raúl Torres, desde ya se inscriben entre lo más granadino del repertorio manejado en la tradición cubana de cuartetos.

Pero si todo ello no fuera suficiente, en la séptima emisión del Piña Colada el certamen amplió su perfil y se dedicó a rendir homenaje a las tradiciones de la Isla a través de dar testimonio de variadas expresiones artísticas. Así, las opciones abarcaron pasacalles de grupos teatrales, coloquios, muestra de documentales, exposiciones de artes plásticas, venta de artesanías y actuaciones de grupos danzarios, entre otras.

También como algo nuevo en el programa del evento, el mismo se extendió a los municipios de Majagua y Morón. Tuve la oportunidad de visitar este último, donde conocí de primera mano el trabajo de la sede local de la Fundación Nicolás Guillén y en particular del estudioso y coleccionista de la discografía cubana Lázaro Efrén Álvarez, nombre que se suma a lo hecho en esa línea investigativa por exégetas como Cristóbal Díaz Ayala, José Reyes y Xiomara Pedroso.

Aunque el gigantismo del Piña Colada conspira contra su funcionamiento por problemas como los del audio o los incumplimientos con los horarios, algo a considerar en diversos eventos nacionales, el certamen posee el mérito de consolidar la imprescindible vinculación entre la cultura tradicional y los jóvenes artistas.

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