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Joaquín Borges-Triana

Los que soñamos por la oreja

Switch: Falsa amistad

Sin lugar a dudas, uno de los grandes pensadores del posestructuralismo, junto con Foucault, Lacan y Derrida, ha sido Roland Barthes. En su libro Lo obvio y lo obtuso. Imágenes, gestos, voces (Paidós, 1986), él afirmaba acerca de la pintura que sería posible escribir una historia distinta de la misma, de forma que atendiera no ya a las obras ni a los artistas, sino a los instrumentos y a los materiales, es decir, a la tecnología utilizada por los autores para la realización de estas obras. Semejante proyecto vale por igual para la pintura como para el resto de las artes y resulta mucho más evidente en una época en que la tecnología se halla cada vez con mayor presencia en nuestras vidas, configurando las formas de sentir, experimentar y pensar la actualidad.

La música siempre se ha creado y transmitido mediante distintas tecnologías. El arribo de la computadora (metainstrumento mayor o instrumento total) y la era digital han hecho más evidente este proceso mediante el cual la tecnología incide en lo musical. Pensaba en todo ello mientras escuchaba uno de esos tantos discos de producción independiente hechos en nuestro país, el titulado Falsa amistad, y que aparece acreditado al grupo Switch.

Si alguien hace apenas unos años hubiese afirmado que en un pueblito como San Cristóbal, otrora territorio de Pinar del Río y hoy perteneciente a la provincia de Artemisa, una banda no registrada en ninguna de las dependencias oficiales de la esfera de la música en Cuba y, por demás, exponente de una tendencia tan radical como el hardcore metal, por su cuenta y riesgo publicaría un disco con una digna factura técnico-sonora, no demasiado distante de lo posible de alcanzar en un estudio profesional con todas las de la ley, estoy seguro de que le habrían tirado una estruendosa trompetilla o lo habrían catalogado como un pobre demente.

Pero la vida cambia, aunque no sea a la velocidad que muchos desearíamos, y en el presente cualquier creador posee la capacidad para controlar personalmente todas las fases de producción de la música, desde la etapa de creación hasta la de las orquestaciones, mezcla, masterización y distribución. Es así que de cuando en vez nos topamos con agradables sorpresas, como la del CD de Switch, que por sus valores llegase a ser nominado al premio Cubadisco 2011.

Creo que no estaría mal formular un breve repaso por la historia de esta agrupación. Ellos surgen en septiembre de 2005 y apenas un año después, editan su primer demo, Días sin sol, con el que obtienen la presea a Mejor Banda Novel en el festival Cuerda Viva de 2007. Tiempo después, pondrían en circulación una segunda maqueta, la titulada Ignorancia, pero que tuvo mucha menos repercusión que la primera.

Ahora bien, el momento que marca la plena madurez del ensemble es, sin discusión alguna, la presentación del álbum Falsa amistad, grabado en Deep Records, para mi gusto personal el mejor estudio donde en la actualidad se produce metal en Cuba, como se corrobora al escuchar discos al corte de los hechos allí por gentes como Dead Point y Chlover.

Contentivo de diez temas, Falsa amistad es un CD que transita por los códigos típicos del estilo conocido como hardcore metal. Rasgos comunes que encontraremos en todo el material son el empleo de diseños instrumentales poco o nada repetitivos, la presencia de temas bien cañeros, interesantes cambios de ritmo y un sonido muy metalero en las guitarras. La energía y contundencia del repertorio por el que el cuarteto apuesta, se percibe desde que se oye el riff introductorio de Acéptate, la pieza que funciona como apertura de la grabación y una de mis favoritas del material.

Otros temas a los que recomiendo prestar particular atención son Inseguro, Insomnio, Crónica de un sueño, La cara del terror y el que da nombre al fonograma, es decir, Falsa amistad. Con una alineación que al grabar este disco estaba integrada por José Miguel (bajo y director), Eddy Marcos (guitarra), Lázaro, «Lachy», Hernández (batería) y Darién Blanco (vocalista), Switch es de esos que con su constante, denodado y brillante accionar por espacio ya casi de siete años, se ha burlado del fatalismo geográfico.

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