Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El Duende

La tecla del duende

Gratitudes

El colega artemiseño Joel Mayor Lorán tiene el toque para pequeñas grandes historias del día a día. Aquí va una suya.    

No tienen medallas ni corceles briosos. No les levantarán estatuas ni serán famosos. Pero los héroes de la vida cotidiana estremecen a los pocos que los conocemos. Sus hazañas nos calan de una manera más cercana. Hoy supe que Olga Lidia, mi vecina, tiene esa madera de heroína de la cual quizá ni ella sabía.// Es cosa de segundos, de respuestas, del valor que emerge cuando la circunstancia lo exige. Entonces, la solidaridad y el coraje fluyen juntos a toda velocidad hacia el corazón, sin medir riesgos ni pensar en recompensas.// La cocina de mi mamá se incendió, por accidente, sin que mami estuviera en casa. Otra vecina que vale oro, Noris, lo percibió, y Olga (la china) no necesitó más preguntas, instrucciones ni auxilio para escurrirse bajo una puerta, entrar y tirarle agua al fuego.// ¿Cuántas vidas necesitaría para agradecerle, en mi nombre y el de mi mamá? ¿Llegará a saber un día la recompensa en gratitud y aprecio que le vamos a guardar en el alma? Al menos, con estas líneas intentaré decirle: ¡GRACIAS!

EL SEXO DE LOS ÁNGELES

Una de las lamentables carencias de información que han padecido los hombres y mujeres de todas las épocas se relaciona con el sexo de los ángeles. El dato, nunca confirmado, de que los ángeles no hacen el amor quizá signifique que no lo hacen de la misma manera que los mortales.// Otra versión, tampoco confirmada pero más verosímil, sugiere que si bien los ángeles no hacen el amor con sus cuerpos (por la mera razón de que carecen de los mismos) lo celebran en cambio con palabras, vale decir con las adecuadas.// Así, cada vez que Ángel y Ángela se encuentran en el cruce de dos transparencias, empiezan por mirarse, seducirse y tentarse mediante el intercambio de miradas que, por supuesto, son angelicales.// Y si Ángel, para abrir el fuego, dice: «Semilla», Ángela, para atizarlo, responde: «Surco». Él dice: «Alud», y ella tiernamente: «Abismo».

Las palabras se cruzan, vertiginosas como meteoritos o acariciantes como copos.// Ángel dice: «Madero». Y Ángela: «Caverna».// Aletean por ahí un Ángel de la Guarda, misógino y silente, y un ángel de la Muerte, viudo y tenebroso. Pero el par amatorio no se interrumpe, sigue silabeando su amor.

Él dice: «Manantial». Y ella: «Cuenca».// Las sílabas se impregnan de rocío y, aquí y allá, entre cristales de nieve, circulan el aire y su expectativa.// Ángel dice: «Estoque», y Ángela, radiante: «Herida».// Él dice: «Tañido», y ella: «Rebato».// Y en el preciso instante del orgasmo ultraterreno, los cirros y los cúmulos, los estratos y nimbos, se estremecen, tremolan, estallan, y el amor de los ángeles llueve copiosamente sobre el mundo. (Mario Benedetti)

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