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El viaje a la Luna de Catherine Murphy

La socióloga y documentalista estadounidense afirmó en diálogo con JR que Cuba la formó como persona

Autor:

Rocío Trujillo Olivares

«Soy parte de esto y esto es parte de mí», confesó Catherine Murphy. Foto: Franklin Reyes Sus ojos azules resaltan en su rostro, que casi siempre muestra una sonrisa. No conoce fronteras ni teme a las adversidades porque es una mujer de ideas firmes y mochila en mano. En su mente, Cuba siempre existió como el sueño de un viaje a la Luna. Un viaje que estuvo lejano, pero que logró hacer realidad. Catherine Murphy es una socióloga y documentalista estadounidense, de raíces cubanas, que lleva más de 15 años visitando nuestro país, pese a las múltiples restricciones impuestas por el gobierno de Estados Unidos. Ella fue de las que prefirió pasar en esta tierra los difíciles años del período especial, y aquí aprendió su español cubanizado.

—¿Cuáles fueron tus primeras referencias sobre Cuba?—A pesar de haber nacido y crecido en los Estados Unidos, y de ser mis padres también de allí, tengo una tía-abuela nacida en Cuba. Mi bisabuela tuvo a mi tía-abuela aquí, y a mi abuelita allá. Ellos vivieron en Camagüey y después se mudaron para el Vedado. Crecí muy pegada a mi tía, y como no dejaba de contar historias sobre su vida y su infancia, siempre tuve la curiosidad de conocer esta Isla.

«Eran imágenes totalmente místicas que no podía dibujar en mi mente: las palmas, la playa, el mar clarito en donde podías caminar lejos y el agua te daba por las rodillas... totalmente diferente a lo que yo conocía.«Me parecía invento de ella porque lo de nosotros es otra cosa. En California del Norte el paisaje es una mezcla de robles, lomas, el mar frío, casi helado, y la costa es más rocosa. Por eso Cuba representaba para mí un lugar mágico».

—¿Cuándo decidiste venir? —Ella falleció cuando yo estaba en el preuniversitario y fue entonces que me propuse conocer su tierra. En 1992 estaba terminando en la Universidad la Licenciatura en Humanidades y había estado trabajando para ahorrar mis quilitos. «Fui a buscar información sobre Cuba a la biblioteca, a la librería, y a una tienda de libros especializados en Geografía. No encontré nada, ni un mapa, ni un libro turístico. Había de Burundi y otros lugares lejanos, pero Cuba no existía. Me pregunté qué estaba pasando y comencé a preguntarles a latinoamericanos amigos. Una amiga documentalista que estaba conmigo en la Universidad era la única persona que supe había estado aquí, y debía volver. Vine con ella y cuando preparaba el viaje me sentía como si me fuera a la Luna».

—¿Cómo fue tu choque con nuestra cultura?—Estuve como tres meses haciendo investigaciones en colaboración con la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), de la Universidad de La Habana. Era 1992, un año muy difícil para el país, pero me gustó mucho la experiencia.

—Pese a las dificultades ¿te agradó la Isla?—Quedé muy impactada por lo vivido aquí, y una de las investigaciones que comencé, se convirtió en mi tesis de licenciatura allá. Luego regresé varias veces para continuar con el proyecto. Así fue como me invitaron a matricular en un programa de Maestrías en Desarrollo Social con la FLACSO. Entonces me gradué en California y volví poco después para comenzar mis estudios aquí.

—¿Tu familia no te presionó para que desistieras? —Fueron muy comprensivos y me apoyaron mucho moralmente. Existía un orgullo especial porque estudiara en esta tierra que, pese a las dificultades del momento, tenía un papel importante en la historia familiar.

«De igual modo te digo que ellos entendían que ese era mi proyecto. Para costearme mis gastos, trabajaba para la Facultad. No era que yo estaba aquí y ellos mandándome dinero. Estuve cinco años y siempre me mantuve trabajando».

—¿Cómo te adaptaste a la cotidianidad del período especial?—Yo vivía en Santos Suárez e iba hasta la Colina casi todos los días en bicicleta, caminando, o en la guagua 37. Me llevaba mi libro, porque como el transporte público era bastante escaso en ese tiempo, me sentaba en el banquito de la parada de por mi casa y esperaba hasta que viniera una guagua en la cual pudiera irme. Por la tarde era terrible subirse a una, así que para regresar prefería hacerlo a pie.«Todo lo demás lo pasé como el resto de los cubanos. La comida escaseaba... Me acuerdo una vez que estuve como tres días comiendo malanga nada más, y le cogí un odiooo... Después estuve años que no podía ni verla. Hoy me encanta».

—¿En qué consistían tus estudios?—Investigaba todo el movimiento de agricultura urbana, los organopónicos y los huertos populares. Veía cómo hombres y mujeres, jubilados y ancianos, salían a sembrar hasta en los balcones. Cuba estaba enfrentando su crisis con una alta participación comunitaria y creando también un modelo urbano de descentralización de la producción de alimentos. Mi preocupación siempre han sido los proyectos ambientales y de bienestar social.

«Era admirable ver a este país saliendo adelante pese al fuerte bloqueo norteamericano y sabiendo que a 90 millas había almacenes llenos de comida pero que no se podía acceder a ellos. Ese fue un momento fascinante para una investigación socioambiental».

—¿Fue en esos años que comenzaste a trabajar el documental?—Hice muchas entrevistas escritas y grabadas en audio para mi tesis de Maestría, pero me di cuenta de que la realidad era tan visual que no se reflejaba muy bien en lo que estaba haciendo. Tuve la oportunidad de trabajar en el documental de un realizador norteamericano llamado Jaime Kibben, sobre la transformación en Cuba del sector de la producción de alimentos. Se llamó Verde que te quiero verde. También participé en uno de Sonia de Vrief.

«A partir de ahí me quedé prendada del documental. Hay muchas cosas que se comunican a través del audiovisual que es imposible hacer con un documento escrito. Sentí que respetaría más al entrevistado porque muestra no solo su palabra, sino su expresión, su tonalidad de voz, su mirada...».

—Ahora estás inmersa en otro documental, pero esta vez de la Campaña de Alfabetización...—La alfabetización para mí es un tema realmente importante, porque es fundamental en el desarrollo social. Me inspiré por una gran amiga llamada Daysi Veitía, a la cual le escuché decir en varias ocasiones que el momento más importante de su vida fue la Campaña. Como ella estaba bastante enferma le hice una entrevista grabada sobre el tema y me quedé extremadamente impactada. Quise hacer otra para una breve obra y cada una era más increíble. Fue entonces que me enamoré de la historia, porque es una muestra de la heroicidad de estas personas, de esas muchachas sobre todo, que se impusieron a los prejuicios existentes entonces en sus familias para cumplir con la tarea.

«El documental se va a editar en estos meses, pero la recolección de testimonios va a continuar».

—¿Te has mantenido vinculada al Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC)?—Sí, he trabajado en varias producciones, incluso en una película del realizador Esteban Insausti. Para mí ha sido una maravilla, porque el ICAIC es una de las instituciones culturales más importantes de América.

—¿Por qué decidiste volver luego del paso de los huracanes?—En esos días me llamó Patch Adams, un gran amigo y colaborador, y me dijo que quería venir. Fuimos al campamento Marta Machado, de Santa Cruz del Norte 15 payasos norteamericanos y 15 niños de La Colmenita. Allí vivimos en literas y casas de campaña y actuamos por las calles, en hospitales y escuelas. Después estuve unos días en el campamento de la Isla de la Juventud.

—¿Qué ha representado Cuba para ti?—Alguien dijo una vez que perteneces a donde pases los años de la Universidad. Para mí estar casi 17 años en contacto con Cuba, y en especial en esos años de crisis, me formó como persona. Siento como si tuviera familia aquí, que pertenezco a este lugar. Soy parte de esto y esto es parte de mí. Cuba me importa profundamente y de una manera muy personal. No la idealizo. Sé que hay muchas cosas difíciles, pero es un proyecto en evolución. Yo amo a los seres humanos, a la humanidad, a las Américas, al planeta Tierra; y amo, sobre todas las cosas, infinitamente a Cuba.

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