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Llaman a explotar los aires acondicionados con la debida hermetización

El uso de estos equipos sin una efectiva hermetización no solo se derrocha, sino se les acorta la vida útil a los motocompresores

Autor:

Nelson García Santos

De acuerdo con cálculos de expertos, cuando existen fugas de aire un climatizador puede llegar a emplear el doble de la energía que necesita. Foto: Raúl Pupo SANTA CLARA.— Los extremistas, esos que saltan incluso hasta de abajo de las piedras, interpretan a su antojo cómo aplicar determinadas medidas, lo que fastidia y desvirtúa. Ahora mismo ante la vital necesidad de ajustarse a los planes de consumo de electricidad en cada entidad, hubo que dar la alerta de que no se trata de apagar el aparato de enfriar el agua. O dejar medio oscuras las oficinas. O desconectar la turbina que garantiza el agua, o paralizar un servicio a la población.

Quienes así piensan pretenden disminuir el consumo de la manera más fácil, en vez de fijarse bien en su entorno, donde las llaves y baños se pasan el día botando agua y la turbina no para de funcionar. Las neveras las abren continuamente y permanecen las puertas abiertas largo rato. Arrancan equipos para realizar determinada producción sin que estén listos todos los componentes para empezar. O hay diez lámparas encendidas cuando bastan cuatro. O los motocompresores tienen salideros de aire, semejante a esas fábricas en que innumerables tuberías dejan escapar un reguero de vapor.

¿Minucias? Tengo un ejemplo a mano que muestra el suicido económico en que se incurre a la vista pública y con total impunidad.

Manos a la obra

Cuando Arturo Chang, el director del periódico provincial Vanguardia, desembarcó en horas de la mañana en la redacción para anunciar que iba a ajustarse al nuevo plan de consumo sin apagar los equipos de climatización, hubo disimuladas miradas y sonrisas suspicaces. Pero él, con su perseverancia asiática, solo dijo: En horas, verán lo que va a ocurrir. Y a modo de despedida enarboló un JR amarillento.

Hizo la revelación acompañado del fotorreportero Manuel de Feria, quien es un baluarte del multioficio. Lo que no resuelve él en esferas tan disímiles como la mecánica y la electricidad, difícil que otro lo pueda solucionar.

Horas después comenzó el ajetreo. Primero se sellaron todas las ventanas con un material plástico transparente, o lo que apareciera, ante la falta del cristal que constituye lo más adecuado para evitar la fuga del aire. Se colocaron cortinas para impedir la penetración de los rayos del sol, un detalle trascendente con el propósito de impedir que calienten el local.

Luego De Feria procedió a medir el consumo real de cada uno de los aparatos para conocer el verdadero gasto de electricidad cuando todos estaban funcionando a su máxima capacidad.

De ahí partió para regular todos los equipos de manera que, sin afectar su rendimiento, condujeran a un gasto inferior al existente.

El hecho de regular con un termómetro los acondicionadores de aire para que funcionen a una temperatura mínima de 22 grados y máxima de 25, aproximadamente, resulta ideal hasta para la salud, porque no hay ni calor ni frío.

Esta sola medida permitió que los equipos de climatización funcionaran aproximadamente al 50 por ciento del tiempo, en comparación con tenerlos al máximo de enfriamiento, lo que impide que la máquina pare y trabaje solo con el ventilador.

En concreto, ahora estos equipos gastan un 50 por ciento menos de energía.

Luego Chang y De Feria aclararon no haber descubierto nada, simplemente aplicaron lo publicado hace tres años en aquel JR amarillento que él enseñó sin descubrir el contenido.

Los agujeros del desatino

Bajo ese título, el domingo diez de diciembre de 2006, este diario publicó un reportaje que cuestionaba cómo a esas alturas, tras lo explicado hasta la saciedad sobre la necesidad del ahorro de energía eléctrica y los millones en divisa invertidos para introducir tecnología de climatización más eficiente, por obra y gracia de la ineficiencia en muchísimos lugares convirtieron los aires acondicionados en grandes derrochadores.

Hoy desempolvamos en parte aquel trabajo porque resulta más crucial que nunca impedir el despilfarro, y las causas que lo motivan siguen vigentes.

El porqué de esa situación radica en los huecos en los laterales donde se colocan los equipos. En persianas y puertas que cierran mal. En equipos ubicados en espacios demasiado grandes para la capacidad de la máquina y en aquellos instalados en lugares que reciben directamente el sol.

La nota falsa estriba en que al explotar los climatizadores sin la debida hermetización se incurre en un derroche nada desdeñable y, artificialmente, se les acorta la existencia a los motocompresores, que se van fuera de capacidad y así jamás establecerán dentro del local una temperatura estable, que les permita parar la unidad por intervalos.

En opinión de especialistas, en la estructura del consumo eléctrico, en especial en oficinas, entidades de prestación de servicios y centros de esparcimiento, la climatización representa más del 70 por ciento del consumo eléctrico.

En realidad estos aparatos deben regularse para mantener una temperatura entre 22 y 25 grados centígrados, que resulta confortable. Pero algunos los programan a 18 grados o menos. Así ocasionan mayor gasto, o lo que es lo mismo, dilapidan electricidad que cuesta divisas.

De acuerdo con cálculos de expertos, cuando existen fugas de aire un climatizador puede llegar a emplear el doble de la energía que necesita.

A máquina forzada

Es obvio que si falta hermetización, el equipo es sometido a un permanente trabajo forzado, y al mantenerse en funcionamiento constantemente tiene lugar el recalentamiento y sufren mayor desgaste sus partes mecánicas.

Ese disparatado ciclo también provoca el frecuente quemado del enrollado de la unidad y roturas y deterioro de otras piezas.

El primer requisito para permitir que una entidad cuente con ese medio debía ser que tenga hermetizados los locales, lo que económicamente está más que justificado.

La solución de apagarlos durante determinado tiempo resulta una medida para atenuar el gasto en cierta medida, aunque durante el tiempo que funcionan si no se tapan los orificios sigue el derroche. Y ¿habrá que alertar que hasta con cartón se puede hermetizar? ¿No sería más oportuno, ante la situación actual, exigir terminar con el origen del mal?

El aire acondicionado, más que un lujo, facilita el trabajo, pero especialmente protege el funcionamiento de una amplísima gama de equipos que se calientan sobremanera.

Lo expuesto confirma que tampoco hay que exprimirse los sesos para descubrir cómo bajar el gasto de corriente, si tenemos delante de las narices cómo hacerlo. Y recuerdo, ahora a aquel administrativo que esgrimió en una reunión que iba a recurrir a los innovadores para ver si estos descubrían la manera de disminuir el consumo, mientras todos los días cerraba la tienda en pleno horario de verano a las seis de la tarde —oscurece después de la ocho de la noche— dejando encendidas 20 o más luminarias, incluidas las de los portales.

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