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Namibios en la batalla de Cangamba

Autor:

Juventud Rebelde

Una historia de hermandad entre los pueblos de Cuba, Angola y Namibia, forjada en los combates por la independencia y contra el apartheid

Entre 1975 y 1989, en el sur de África se libró una crucial y cruenta batalla frente a las fuerzas del racismo y la reacción, empeñadas en ahogar en sangre las aspiraciones de libertad e independencia de dos naciones de ese continente: Angola y Namibia. En la forja de aquellos duros años, la amistad entre esos pueblos y el cubano, que acudió en ayuda de sus hermanos agredidos, alcanzó solidez de acero.

Una larga y justa lucha

En 1840 Namibia fue ocupada por Alemania. Derrotada esta última en la Primera Guerra Mundial, la Sociedad de Naciones otorgó el mandato sobre el territorio a Sudáfrica, cuyos gobernantes implantaron el apartheid e intentaron perpetuar su dominio.

La resistencia a los opresores fue encabezada por la SWAPO (Organización de los Pueblos de África Sudoccidental), reconocida por la ONU como legítima representante de su pueblo. Tras agotar las vías pacíficas, los namibios emprendieron la lucha armada. Esta se incrementó tras la independencia de Angola, en 1975, que dio apoyo decidido a los patriotas.

El régimen sudafricano respondió invadiendo nuevamente el territorio angolano. El 4 de mayo de 1978, tropas racistas masacraron en la localidad angolana de Kassinga a cientos de ancianos, mujeres y niños namibios allí refugiados.

Cuando acudieron en su auxilio, cerca de ese lugar también cayeron combatientes internacionalistas cubanos como consecuencia de los ataques de la aviación, pues el agresor, entonces y durante muchos años, contó con la supremacía aérea en el sur de Angola.

Con algunas altas y bajas, esa fue la situación predominante durante los años 70 y 80, que se agravó con la llegada al gobierno de Estados Unidos de la extrema derecha, en 1980. Angolanos, namibios e internacionalistas cubanos enfrentaron unidos esa prolongada etapa de constantes agresiones.

En ese contexto se inscribe el ataque, el 2 de agosto de 1983, de una poderosa agrupación del ejército sudafricano y la UNITA a la aldea angolana de Cangamba, defendida por una unidad bisoña y con escaso armamento y municiones, asesorada por 82 combatientes internacionalistas cubanos.

El ataque fue derrotado, en primer lugar, gracias a la tenaz resistencia de los defensores, pero también resultaron decisivas las acciones de la aviación internacionalista y los desembarcos helitransportados en la retaguardia del enemigo.

He aquí los testimonios, casi 26 años después, de dos oficiales, uno cubano y otro namibio, protagonistas de aquella heroica acción.

Teniente Coronel Fajardo1

En agosto de 1982, recibí en la unidad a ocho guerrilleros de la SWAPO, que debían asesorarnos y actuar junto a nosotros contra las fuerzas sudafricanas que operaban en el sur de Angola.

Del grupo se destacaron con rapidez Nelumbo2, siempre serio y respetuoso, y Canambula, tan alegre y dicharachero que parecía un cubano más dentro de aquella tropa de jóvenes.

El dormitorio semisoterrado donde convivían se convirtió en una peculiar aula de idioma español, enseñado por los cubanos más pícaros, que derivó en no pocas situaciones simpáticas y hasta embarazosas.

En septiembre cumplimos varias misiones de exploración, algunas de ellas contra el Batallón 323 de las fuerzas armadas de Sudáfrica.

Los combatientes namibios permanecieron con nosotros hasta el 25 de ese mes. Tuvimos una comida de despedida y partieron esa misma noche hacia su patria. Después supimos que Nelumbo se destacó en los encarnizados combates contra las fuerzas racistas. Recibió heridas de bala en la cabeza y la espalda, además de mordidas de perros, pero consiguió evadir la persecución.

Regresó a Angola en grave estado a finales de 1982. Logró sobrevivir y para su alegría fue enviado nuevamente a nuestra unidad, esta vez junto al también primer teniente Silas Abisay.

Ambos partieron con nosotros hacia Cangamba el 2 agosto de 1983, y participaron la mañana siguiente en el primer y fallido intento de reforzar a los defensores de la aldea. En los días posteriores cumplieron cada tarea asignada como lo hacían siempre: de manera responsable y disciplinada.

Poco después se integró un batallón mixto con fuerzas de Destino Especial cubanas y angolanas, del que fui designado jefe. Este realizó un desembarco helitransportado en la retaguardia del enemigo, el 7 de agosto.

Ese mismo día comenzamos a combatir y casi al final de la tarde, en el transcurso de un desigual enfrentamiento, nos matan a Nelumbo.

Inexplicablemente, aquel joven oficial de unos 25 años, pero con considerable experiencia combativa, se irguió en medio del intenso tiroteo, muy cerca del enemigo, quizá para tomar mejor puntería, y cayó impactado por varios proyectiles.

El grito de alguien: “¡mataron a Nelumbo!”, me causó una impresión tremenda. Nuestras relaciones eran magníficas, nos entendíamos bien aunque cada cual hablaba en su idioma. Tenía plena confianza en su valor y experiencia.

Hasta el lugar donde yacía Nelumbo se desplazaron el teniente García Arrieta y el soldado Méndez Páez. Este último, al caer la noche, condujo a rastras el cadáver hasta un sitio que permitió su posterior traslado a un lugar seguro por un grupo de combatientes, incluido Silas Abisay.

Debajo de unos árboles rendimos tributo al compañero caído. Su pérdida dolió mucho a todos. Fue un momento triste pero de reafirmación, nadie se atemorizó y respondimos con más valor en los combates siguientes.

El día 10, alcanzada la victoria, solicité que Nelumbo fuera considerado un cubano más. Así se hizo y su cadáver fue de los primeros en evacuarse.

La mañana del 15 de agosto tuvo lugar el acto de imposición de condecoraciones. Una de ellas se otorgó post-mortem a Nelumbo. La recibió su compatriota y camarada Silas Abisay, quien también fue condecorado.

Ese día supe que Nelumbo había sido sepultado, junto a los internacionalistas caídos, en el cementerio de la Misión Militar Cubana en Luanda, con su gorra sobre el pecho y atada con un cordón a un ojal de su camisa, tal como siempre la usaba.

Primer Teniente Silas Abisay4

En 1981 me gradué en la academia militar de la Isla de la Juventud. Dos años más tarde fui asignado a una unidad internacionalista cubana de Destino Especial, destacada en Angola. La misión era ayudar en los enlaces, comunicaciones y participar en los reconocimientos. Allí había otro namibio llamado Samuel Nelumbo.

A principios de agosto de 1983, la unidad fue trasladada en helicópteros hasta Menongue, camino a Cangamba, adonde llegamos en horas de la noche.

Al amanecer los helicópteros nos dejaron al oeste de la aldea. No fue posible cumplir la misión, por tanto nos recogieron por la tarde y nos llevaron a Luena, en la provincia de Moxico.

Allí a los dos namibios y algunos cubanos se nos asignó la misión de volar al día siguiente en ocho helicópteros hasta Cangamba, con el objetivo de reabastecer a las fuerzas que se encontraban cercadas.

Yo iba como tirador de una ametralladora ligera en el helicóptero líder, que fue el primero en aterrizar en el área ocupada por las FAPLA al noroeste de la aldea, bajo un cerrado fuego de artillería y morteros del enemigo.

Se me ordenó disparar de manera sostenida contra las posiciones del enemigo mientras mis colegas cubanos descargaban municiones. El fuego de artillería se tornó muy intenso y todo se cubrió de polvo. Las llamas envolvieron peligrosamente el tanque de combustible del helicóptero y aquello se convirtió en un pandemónium.

La tripulación cubana corrió a la cabina, logró despegar, disparó algunos cohetes y a duras penas logró llegar hasta Menongue, con los rotores seriamente dañados. Otros helicópteros también fueron averiados de manera considerable, pero todos consiguieron regresar y pudieron ser reparados.

En Menongue me atendieron una quemadura que sufrí en el brazo, mientras a Nelumbo y algunos cubanos se les ordenó abordar un avión An-26 que se dirigió a aprovisionar a las tropas cercadas en Cangamba. En aquel intento la nave resultó dañada de forma severa por el fuego enemigo, pero afortunadamente ningún compañero sufrió heridas.

Tras unos pocos días en Menongue, volamos de regreso a Luena, desde donde partimos en helicóptero hacia el norte de Cangamba, en composición de un batallón mixto integrado por cubanos, angolanos, Nelumbo y yo, con el objetivo de atacar desde la retaguardia a las fuerzas enemigas.

En el combate inicial, Nelumbo resultó muerto de un disparo en el pecho.

Avanzamos hacia Cangamba al amparo de la noche. Había mucha oscuridad y frío; el movimiento se tornó tan difícil que tuvimos que detenernos y esperar a las primeras luces del día siguiente para reanudar la marcha.

Al amanecer avanzamos sobre las posiciones del enemigo, pero fuimos repelidos por un intenso fuego de artillería y morteros. Algunos combatientes angolanos resultaron heridos. El enemigo tenía numerosas posiciones de lanzamiento de cohetes en las colinas al este de Cangamba. Esa misma mañana fueron atacadas por nuestros helicópteros, lo que inclinó la balanza a nuestro favor.

Así tomamos Cangamba a la mañana siguiente y logramos rescatar el cadáver de Nelumbo, que fue trasladado al cementerio de los cubanos en Luanda. El Gobierno cubano nos condecoró a ambos con medallas al valor.

El fruto del sacrificio

La batalla de Cangamba es sin dudas uno de los acontecimientos más destacados y heroicos, entre los muchos que contribuyeron a la erradicación definitiva del colonialismo en África austral y a que el apartheid cavara su propia tumba en suelo angolano.

La victoria no impidió analizar profundamente las causas de que se llegara a aquella situación tan difícil y crear las condiciones necesarias para derrotar la nueva escalada del agresor extranjero y sus aliados del patio.

No obstante, fueron necesarios otros cinco años de cruentos combates para expulsar definitivamente de Angola a los soldados de Pretoria, y que Namibia pudiera iniciar el camino hacia la independencia, tras las victoriosas acciones en Cuito Cuanavale y las aún más decisivas del frente sudoccidental.

En 1989, el pueblo namibio ejerció por primera vez sus derechos soberanos y eligió a su líder Sam Noujoma como primer Presidente. Desde entonces, Namibia es una nación dueña de su destino que lucha por un futuro mejor para sus hijos.

Los cubanos estaremos siempre orgullosos de nuestra modesta contribución a esa gran conquista y en deuda permanente con quienes combatieron y murieron por alcanzarla.

1 Teniente coronel Rafael Ramos Fajardo. En aquel entonces, jefe de la Compañía de Exploración de Destino Especial de la Misión Militar Cubana en Angola. Actualmente oficial del Ministerio del Interior en la provincia de Granma.

2 Primer teniente Neritson Samuel Nelumbo.

3 También conocido como Batallón Búfalo, que durante varios años actuó en territorio angolano.

4 Su verdadero nombre es Silas Amukanda Jeremia. Actualmente es teniente coronel de las fuerzas armadas de Namibia.

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