Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Amar, salvar

No son pocas las muchachas que reverdecen en la actualidad bajo los riegos del amor, esa lluvia milagrosa que en Cuba no falta, y reinserta a la sociedad a quienes un día se descarriaron y dejaron que se les secara la inocencia y su ternura en flor

Autor:

Julio Martínez Molina

CIENFUEGOS.— Un amargo tropezón. Así le quedó marcado a Yoendy González Pellón ese tiempo de su vida en que se dejó tentar por la idea de vender el cuerpo, que ahora entiende es vender el alma.

A sus 32 años, es ahora técnica en Recursos Humanos de la Empresa Forestal de Cumanayagua, estudia tercer año de Derecho y pertenece a un grupo de teatro.

Como si la lección le hubiese servido para medir el real valor de una mujer, funge además como secretaria del bloque 7 de la FMC en el municipio, y fue vocal de un colegio electoral en los comicios electorales recientes.

Le pregunto cómo hace para conjugar tantas responsabilidades a la vez y responde una cosa que no por repetida deja de ser verdad: «El tiempo se hace».

Dice que le motiva la carrera de Derecho, entre otras causas, «por la posibilidad de conocer las razones por las cuales ciertas personas incurren en la comisión de determinados delitos».

De tres a cuatro veces en las tardes-noches de la semana ensaya la obra La hierba prodigiosa, con el colectivo escénico aficionado de la Casa de Cultura de Cumanayagua, para futuras presentaciones.

La captaron para esta obra, cuenta, tras saber que había pasado el taller de la especialidad impartido por Teatro de los Elementos.

Casada, madre de un pequeño de cinco años llamado Daylon Deivis, se siente actualmente feliz y realizada, tanto en su vida privada como en su función laboral, donde además hace las veces de capacitadora y atiende el área relativa a los accidentes y las medidas de protección.

Es una faena que lleva inspecciones y un empeño sistemático para que las cosas fluyan de forma correcta; por eso la desarrollo con tanto entusiasmo, dice.

«Valoro altamente el papel de la FMC en mi realización personal. Son compañeras que me tendieron la mano cuando más lo necesitaba y me ayudaron a salir del bache, estimo mucho el apoyo de mi trabajadora social, Elisa Hernández Robaina, siempre a mi lado».

Con ellas comprendió, sostiene, cuantas posibilidades puede deparar la vida cuando se respetan nociones como principios, valor, dignidad. «Ahora quiero aprovecharla a plenitud».

Minas de amor

A un lejano pueblito rural llamado Entronque de Minas se desplazó JR para conversar con Liudmila Gómez Román, otra de las muchachas regeneradas gracias al trabajo social de un sistema empeñado en salvarla.

Ella conoció ese submundo de miedo, humillación y deshonra, donde sujetos sin escrúpulos trafican juventud e inocencia.

Fueron otros tiempos. Hoy, con 27 años, dos hijos y un nuevo hogar recién constituido —hace trece meses se casó con Yordan, su nueva pareja—, Liudmila es enfermera del consultorio médico del lugar.

Antes del consultorio de Entronque de Minas prestó asistencia en la unidad de cuidados intensivos del Hospital Provincial Gustavo Aldereguía Lima. Cursó la especialidad de Enfermería «porque me gusta curar a los seres humanos, contribuir a su restablecimiento físico, respaldarlos también para que puedan sanar espiritualmente, de la misma manera que hicieron conmigo».

El pasado 28 de enero dio a luz una niña a quien nombró Melanie Yordanka. La niña le da días «terribles», confiesa medio en broma, medio en serio, pero no pierde el tiempo para continuar preparándose y seguir su función una vez termine la licencia de maternidad.

Liudmila agradece la atención de la comunidad, los CDR, pero especialmente el seguimiento y atención de la Federación de Mujeres Cubanas, entre cuyos agradecimientos incluye la ayuda para conseguir el círculo infantil de Kevin Miguel, su varoncito de cinco años fruto del anterior matrimonio.

La joven se siente tranquila, halló paz, sosiego. Su alma bendice ese reposo añorado que ahora encontró, tan diferente del agobio experimentado tiempo atrás, cuando se había perdido a sí misma.

Plenamente reincorporada socialmente, está cada día más consciente de cuánto representa el ser humano, su integridad y desarrollo limpio para nuestro proceso social.

Yuseida, Anniolis y Carla Francisca atravesaron alguna vez el mismo trecho de sombras. Las tres, como Yoendy, Liudmila y otras decenas de muchachas cienfuegueras, fueron receptivas con la ayuda salvadora, y reiniciaron su andar desde cero para sacarle la mayor cosecha a la oportunidad de crecer como mujeres y seres humanos.

Oficio de renacer

Muchachas con situaciones similares no son dejadas a su suerte, en virtud de un sistema social que trabaja por la inclusión, el respeto a los seres humanos y el crecimiento de estos para su realización en la sociedad.

Estremece cuanto se hace desde hace años en la atención y prevención de este tipo de actitudes. Esa labor se articula en un sistema que reúne a diversas organizaciones de masas y otras entidades, a fin de contribuir a corregir el rumbo de jovencitas que en algún momento de sus vidas se descarriaron.

A esa labor se integran la gestión de la Federación de Mujeres Cubanas, los Comités de Defensa de la Revolución o la Policía Nacional Revolucionaria.

Valores, ética, confianza, incremento de la autoestima… Mucho de cuanto les hace falta para sobrepasar un mal paso —fruto de errores pretéritos atribuibles en grado no despreciable a la inmadurez—, y continuar adelante, lo encuentran, de forma especial, en una organización como la Federación.

Lubia González Lumbau, miembro del Secretariado Provincial de la FMC en Cienfuegos al frente de la esfera de Trabajo Comunitario, apunta que se realiza una labor preventiva ya desde el mismo momento en que son evaluadas, por las dirigentes de base, como de riesgo. La categoría incluye a las muchachas proclives a incurrir en hechos de mala conducta social.

«A partir de ahí ejecutamos un trabajo en la comunidad, mediante el cual se intercambia con ellas sobre relaciones desordenadas, enfermedades de transmisión sexual y la necesidad de su incorporación al estudio o al trabajo. En buena medida, lo hacen», explica.

Disponen de varios programas de adiestramiento en las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia, entre ellos los de peluquera, cajera, dependiente… Contamos con varias incorporadas a lo largo del territorio, añade la dirigente.

Las que tienen niños son atendidas en el Programa Educa a tu Hijo, destinado a los pequeños que no asisten al Círculo Infantil. Se les insiste a las jóvenes en que participen con los infantes, para que puedan conocer cómo debe desarrollarse de forma armónica hasta que arriben a la edad preescolar.

Además, en su lugar de residencia, ellas tienen una trabajadora social que las atiende, continúa Lubia, quien pondera el trabajo con la familia y los factores de la comunidad, a su juicio, esencial.

«Llevamos un expediente de cada caso, con mucho seguimiento», expresa Eli Escalante Roque, técnica de Prevención y Trabajo Social del Secretariado Municipal de la FMC en Cumanayagua.

Las que salen embarazadas son insertadas en el Programa Materno Infantil para que aprendan cómo responder a las distintas etapas de la gestación, al tiempo que reciben psicoprofilaxis en la Casa de Orientación.

Por norma general las jóvenes en proceso de reincorporación existentes en la provincia tienen entre veinte y treinta años.

Taymí Curbelo, al frente de Trabajo Comunitario en el Secretariado Municipal de Cienfuegos, considera que el saldo general del trabajo de la FMC con ellas es favorable.

De igual modo opina Lubia, su colega a nivel provincial, quien dice que la respuesta de las jóvenes es, generalmente, buena, si bien existen algunas que manifiestan rechazo a cualquier muestra de respaldo.

Es gratificante, por ello, acudir a un acto de presentación donde la FMC las recibe luego de su rehabilitación y paso por el Centro de Aseguradas (allí como es sabido se lleva a cabo un quehacer profiláctico para reincorporarlas a la sociedad) y les entrega flores, postales y libros educativos en el acto de bienvenida. Han vuelto a la vida.

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