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Eficiencia, fuente limpia de energía

La celebración desde hace más de una década del Día Mundial de la Eficiencia Energética, denota el peso que la comunidad internacional le concede a este trascendente aspecto

Autor:

Juventud Rebelde

La eficiencia energética es considerada en ocasiones como una «fuente» de energía limpia. Estrictamente hablando no es así. Sin embargo, en términos prácticos se comporta como tal, pues al usar eficientemente la energía disminuye la cantidad empleada en satisfacer determinado servicio energético y es como si se introdujera una fuente de energía. Es limpia porque la energía menos contaminante es la que no se utiliza.

Para muchas personas ahorrar energía es sinónimo de usarla eficientemente, o sea, de eficiencia energética. Por eso ambos términos a veces se emplean como sinónimos. Pero eficiencia energética y ahorro de energía no son lo mismo, aunque tienen iguales resultados: la reducción de la cantidad de energía utilizada. Ahorrar energía significa usar menos y esto puede hacerse limitando los servicios energéticos. Se ahorra cuando se apagan los equipos de climatización para no sobregirarse en el uso de la energía eléctrica. Pero eso no es eficiencia energética. Cuando se tiene un presupuesto para el combustible de un auto y se prescinde de este para algunos desplazamientos se ahorra energía. Pero eso tampoco es eficiencia energética.

Según el experto mexicano Ramiro Rodríguez Pisco, «eficiencia energética es el conjunto de acciones que permiten optimizar la relación entre la cantidad de energía consumida y los productos y servicios finales obtenidos sin reducir el bienestar o confort». Cuando un chofer conduce sin acelerar innecesariamente ni frenar bruscamente, revisa la presión de los neumáticos y optimiza sus recorridos para aprovechar al máximo el combustible, está aplicando medidas de eficiencia energética.

Sustituir una tecnología obsoleta por otra que emplee menos electricidad y garantice un servicio de igual o mejor calidad; reemplazar un auto viejo por otro que recorre más distancia con igual cantidad de combustible; usar materiales avanzados para fabricar aviones y colocar «winglets» en los extremos de sus alas y garantizar el aislamiento y hermeticidad de los sistemas de distribución de vapor, son medidas de eficiencia energética. Esta no se logra solo con equipos caros o soluciones sofisticadas. Puede ser tan simple como pintar con colores claros los interiores y fachadas de los edificios y de blanco las azoteas, lo cual mejora el confort y disminuye la demanda de energía eléctrica para la climatización.

Reducción de emisiones

La eficiencia energética tiene una alta relevancia en el actual contexto de aumento de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), pues su aplicación conlleva a un menor uso de energía y a menos contaminación. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés), en las próximas décadas el uso de la energía en el mundo va a seguir creciendo y se mantendrá la dependencia de los combustibles fósiles. Se espera que para 2050 el uso de la energía crezca 47 por ciento respecto al 2010. Las emisiones de GEI alcanzarán niveles tales que la temperatura media global subirá por encima de 4°C (grados Celsius), lo que provocaría un cambio climático catastrófico e irreversible. Aprovechar las potencialidades de eficiencia energética identificadas mundialmente, permitiría dejar bajo tierra dos tercios de las reservas de combustibles fósiles, algo necesario para evitar el caos climático.

Algunas de las prácticas que se generalizan para hacer un uso eficiente de la energía son la implementación de sistemas de gestión energética, la generación combinada de energía eléctrica y térmica, la educación del público, el mejor aislamiento térmico de las edificaciones, la generación distribuida, la fabricación de autos y aviones más ligeros que recorren más distancia con igual cantidad de combustible, la disminución del consumo en espera de los equipos eléctricos, la eliminación de la iluminación ineficiente y las redes eléctricas inteligentes, entre otras.

Normas y regulaciones

Las normas de eficiencia energética son procedimientos y reglas utilizadas para indicar la energía usada por los equipos. Mediante procedimientos de prueba se puede calcular o establecer límites a la energía consumida por un equipo determinado, lo que permite prohibir la venta de aparatos ineficientes. Gracias en parte a la implementación de normas de eficiencia energética, los refrigeradores de hoy son 70 por ciento más eficientes que hace cuatro décadas.

Por otra parte, la norma internacional ISO 50001 de 2011, Sistemas de gestión de la energía —Requisitos con orientación para su uso—, tiene como propósito mejorar la eficiencia energética facilitando que las organizaciones establezcan mecanismos para mejorar su desempeño energético. El texto de la norma declara que su implementación «está destinada a conducir a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y de otros impactos ambientales relacionados, así como de los costos de la energía a través de una gestión sistemática de esta». La norma, cuyo cumplimiento no es obligatorio, se puede aplicar en fábricas, hospitales, hoteles, escuelas, empresas de servicio u otras organizaciones, sin importar sus condiciones culturales o sociales. Cuba la asumió íntegramente y se trabaja en implementarla.

Las organizaciones que introduzcan y perfeccionen un sistema de gestión energética basado en la ISO 50001, e instalen tecnologías eficientes para diferentes usos de la energía, mejorarán su desempeño energético y competitividad, al tiempo que reducirán su huella de carbono. Es recomendable integrar el sistema de gestión energética a otros sistemas de gestión, como los de calidad, medio ambiente y salud y seguridad en el puesto de trabajo.

Cuba es más eficiente

Varios factores han influido en que Cuba haya mejorado su desempeño energético en las dos últimas décadas. Uno es el tránsito hacia formas económicas que requieren de un uso menos significativo de la energía, como el turismo y la exportación de servicios y productos de alto valor agregado como los biotecnológicos. Otro factor es la colosal Revolución Energética iniciada en 2005, que ubicó a nuestro país en los primeros puestos en la aplicación del modelo de generación distribuida. Dicho modelo mejoró la eficiencia general del sistema eléctrico al reducir el índice de consumo de 285 g/kWh (gramos de combustible por cada kilowatt-hora generado) a 265 g/kWh y los insumos (cantidad de energía utilizada por la central eléctrica para su funcionamiento respecto a la energía generada) de 7,24 a 6,33 por ciento.

Más allá de todo lo logrado con la Revolución Energética, aún hay un gran potencial de ahorro por vía de la eficiencia energética que podemos aprovechar. El sector del transporte es uno de los que requiere ser profundamente transformado, pues la totalidad de nuestro parque automotor funciona a base de combustibles fósiles y una parte considerable son equipos ineficientes. Por otra parte, se considera que con inversiones de rápida recuperación en eficiencia energética es posible ahorrar una parte apreciable de la electricidad que hoy se utiliza en el país.

Pero existen barreras que nos impiden desplegar todas las potencialidades que tenemos en materia de eficiencia energética. La económica es quizá la más importante. Aprovechar al máximo la energía térmica desprendida en la combustión del bagazo en los centrales azucareros para generar más electricidad, modernizar el parque automotor, implementar el caudal variable en los sistemas de climatización centralizada y la acumulación de energía térmica, así como masificar el uso de bombillos de diodos electroluminiscentes, requiere de invertir recursos de los que no disponemos de forma abundante. Y existen barreras de carácter legal, pues no tenemos una ley de eficiencia energética y la Ley Eléctrica data de 1975.

También hay barreras informativas y de conocimiento. Quizá por eso es que las azoteas se protegen cubriéndolas de pinturas y materiales de colores verde, rojo y negro, algo absurdo en nuestra latitud geográfica ya que facilita la captación y penetración de la energía térmica hacia el interior de las edificaciones. Es frecuente que el conocimiento acumulado en materia de energía no se gestione adecuadamente y por eso no se aprecian las oportunidades para usarla eficientemente. El comportamiento de los individuos es de las barreras más complejas, pues toma tiempo modificar percepciones, hábitos y estilos de vida. Hay quienes al utilizar los equipos de climatización, establecen temperaturas inferiores a la de confort y al sentir frialdad se ponen un abrigo. Eliminar las llamadas «cargas fantasmas» por el consumo en espera de equipos electrodomésticos permitiría dejar de quemar toneladas de combustible y evitar emisiones contaminantes. Pero es difícil lograrlo por la falta de información y el comportamiento de los individuos. Algunos aseguran que es preciso dejar encendidos los respaldos eléctricos de las computadoras para que se carguen durante la noche y estén listos para el siguiente día de trabajo. Sin embargo, no hay recomendación técnica alguna que lo avale.

«Usar tecnologías más ingeniosas, más inteligencia y menos dinero para obtener más trabajo útil de cierta cantidad de energía disponible... es la forma más barata, más segura, más limpia, más rápida, más diversa, menos visible y menos entendida de garantizar servicios energéticos», expresó el estadounidense Amory Lovins, experto en eficiencia energética. Maximizar esta en todos los sectores, usos de la energía y cadenas productivas, es un paso obligado en el camino hacia la sostenibilidad plena basada en fuentes renovables de energía.

*El autor es especialista de Cubaenergía y miembro de Cubasolar

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