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¿El mundo me es ajeno?

Enajenación o conexión humana. La disyuntiva la ponen también sobre la mesa las nuevas tecnologías, y los jóvenes cubanos, muy al tanto de los últimos avances en el mundo de los celulares, los MP3, las computadoras…, no escapan a la porfía, que puede llegar a dañar su salud

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

«¡Caramba, disculpe, no sentí el claxon!», se disculpó el muchacho mientras el chofer del carro, a quien el corazón casi le salta del pecho, quedaba sin palabras, sorprendido de que alguien anduviera por la calle sin prestar atención al tránsito.

El joven siguió su camino, absorto en la melodía que retornó a sus oídos después de aclarar el incidente, mientras una pareja de adolescentes marchaba por la otra acera, «conectados» por el cable del par de audífonos que compartían, y no precisamente por sus manos o sus corazones.

De camino a mi casa, en la guagua, intento entender por qué una señora le insiste tanto a un muchacho para que la deje pasar. Ya le toca apearse y él ni se inmuta, y es que su urgencia no podía ser captada por quien lleva los oídos «taponeados».

Las nuevas tecnologías invaden nuestra cotidianidad y nos la acomodan. Audífonos instalados en diversos dispositivos que ofrecen la posibilidad de «individualizar» nuestras preferencias musicales constituyen una de esas comodidades, con la que nos sentimos muy a gusto, porque además de ganar en privacidad, logramos mantenernos al margen de lo que nos rodea.

Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud ha advertido recientemente sobre las pérdidas de audición o los casos de hipoacusia por la exposición al ruido que se están registrando, con elevada frecuencia, en los jóvenes. El ruido ambiental, principalmente en zonas urbanas, es la causa principal, pero el uso sistemático y prolongado de los audífonos es ya una situación preocupante para médicos y científicos, como lo es para psicólogos y sociólogos que ven en esta una barrera para la comunicación.

¡Habla alto, que no te oigo!

El nivel de energía en el oído se mide en decibeles, y cuando un sonido se encuentra entre los 70 y los 90 decibeles, no es considerado nocivo para el sistema auditivo humano.

Un susurro, por ejemplo, puede registrar aproximadamente 15 decibeles, el rumor suave del trabajo de una oficina, cerca de 40; una conversación normal, hasta 60, y el ruido de la calle puede llegar a 90.

El ruido, compañero habitual de estos tiempos, es uno de los contaminantes más graves del entorno; por eso es preciso diferenciar entre el disfrute y el riesgo que puede generar en ocasiones.

Exponerse a más decibeles de lo «normal» ocasiona daños en la estructura del oído humano, que es lo que ocurre cuando pasamos la noche en una discoteca, o trabajamos en una fábrica o escuchamos música a un volumen elevado con audífonos, afirma la doctora Yanisleydis Alemán Sixto, especialista de primer Grado en Otorrinolaringología y trabajadora del Hospital Calixto García, en la capital cubana.

El sonido recorre un largo camino en milésimas de segundos, explica la médica. «Es captado por el pabellón auricular y viaja por el conducto auditivo hasta la membrana timpánica, localizada en el oído medio. Esta estructura vibra, podemos decir, y esta vibración se transforma en impulsos eléctricos y se transmite a la cadena de huesecillos (el martillo, el yunque y el estribo). Esta también vibra, y la vibración se transmite por un sistema de palancas hasta las células ciliadas del Órgano de Corti y desde estas viaja, en forma de estímulo, hasta el nervio auditivo, localizado en nuestro cerebro», explicó la también máster en Urgencias Médicas.

Si entendemos este viaje del sonido, agrega, es fácil percatarse de que una afectación en una de sus estructuras provocaría un trauma acústico, tal como sucede con el uso indiscriminado de los audífonos, que provoca daños en las células ciliadas, propiamente dichas.

Otro de los daños causados por esta acción fue comprobado en un estudio realizado por científicos británicos en la Universidad de Leicester, Inglaterra, y que fue publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

Los expertos de la investigación a la que hace referencia un reporte de la BBC, descubrieron que incrementar el volumen de nuestros auriculares o la escucha de ruidos altos daña la mielina, la capa que recubre las células nerviosas encargadas de transmitir las señales de sonido al cerebro.

Es la primera vez que se observa a nivel celular el daño que causa el volumen alto, aseguran los entendidos.

Estudios realizados por especialistas del Instituto Nacional de Ciencias Fisiológicas en Japón y en la Universidad de Münster, en Alemania, también ratifican lo dañino de escuchar música a altos volúmenes y mediante auriculares.

Según los investigadores, esa práctica puede ocasionar cambios neurofisiológicos a la hora de discriminar claramente los sonidos, aunque el umbral de audición sea normal. «Se trata de alteraciones auditivas relacionadas con la nitidez del sonido y no pueden ser detectadas mediante las pruebas usuales de audición, en las que se examinan una serie de tonos aislados y en un medio ambiente silencioso», destaca el reporte.

El único lugar en la naturaleza donde los sonidos superan los 90 decibeles es en el entorno de las cataratas y allí no existe vida animal superior, según apuntan los científicos, lo que demuestra que los animales se alejan de esos niveles de ruido, como debemos hacerlo los humanos, pues nuestro oído no ha evolucionado lo suficiente como para no afectarse con esos volúmenes.

Si nos exponemos a ruidos fuertes durante un tiempo prolongado, insiste la doctora cubana Alemán Sixto, pueden provocarse lesiones en el oído interno que luego derivan en un trauma acústico. No por gusto los trabajadores en las fábricas, en las labores de asfaltado y reparación de calles y en otras esferas, necesitan protectores auditivos y esta es una norma de estricto cumplimiento, que se comprueba con el chequeo médico anual.

«Cuando nos exponemos a un ambiente ruidoso por primera vez, por ejemplo una noche en una discoteca, es común sentir después cefalea, ruido en los oídos y sensación de tenerlos taponeados, entre otros síntomas. Estos desaparecen cuando la exposición cesa, al igual que el daño.

«Si la exposición es constante, como la que puede padecer alguien que trabaje todos los días en este lugar, por ejemplo, se llega a la adaptación y ya los síntomas no se sienten, y con el tiempo, esa persona tendrá una pérdida de la audición que no se recupera, ocasionada por ese trauma acústico», explicó la especialista.

Alemán Sixto asegura que puede instaurarse una hipoacusia neurosensorial, que no podemos revertir con tratamiento farmacológico ni quirúrgico. «Esto se explica porque muchos reproductores de música tienen un alcance hasta de 120 decibeles y exponernos a ello, incluso con audífonos extra-auriculares, puede ser muy peligroso».

Los jóvenes son el grupo social de mayor riesgo por su «adicción» a la música en altos volúmenes durante un tiempo prolongado y con los audífonos pegados a los oídos, instalados en dispositivos como MP3, MP4, teléfonos celulares e Ipod, entre otros. Por ello es aconsejable conocer de qué manera podemos contrarrestar los efectos negativos del uso de los audífonos.

«Es recomendable utilizar los dispositivos portátiles a un volumen de menos de la mitad de su máxima capacidad, y hacerlo también durante un período no mayor a dos horas diarias. En caso de que ya se presente algún nivel de daño auditivo por esta causa, se debe acudir de inmediato al médico, aunque lamentablemente, en la mayoría de los casos, el daño es ya irreversible, por lo que debemos prevenirlo conscientemente».

Alemán Sixto recuerda aquel refrán popular que asevera que los oídos se tocan con los codos. «Introducir cuerpos extraños en los oídos siempre será un factor de riesgo, por lo que debemos evitar el uso de ganchos, palillos o cualquier otro objeto para retirar la cerilla, cuya función bacteriostática y protectora es fundamental», advirtió la doctora.

Especialistas del Instituto Mexicano del Seguro Social advierten además que entrenar, correr o practicar deportes mientras se escucha música con audífonos puede generar infecciones.

La causa se relaciona con la humedad y el sudor en el conducto auditivo externo, lo que ocasiona infección aguda o crónica.

«Al correr o hacer ejercicio elevamos el nivel de calor en todo el cuerpo y al usar los audífonos impedimos que haya ventilación en los oídos; es como si se usaran tapones. De esta manera los gérmenes se reproducen más rápido y se acelera la producción de cerumen y el riesgo de sufrir inflamaciones», señala el informe de la institución.

La alarma está activada, pues con la popularidad que han alcanzado estos aditamentos, los padecimientos auditivos que solían manifestarse después de los 50 años de edad, ya se comprueban incluso en menores de 20 años.

Para la doctora Alemán Sixto es importante destacar además que los audífonos son de uso personal y no deben ser compartidos, por normas elementales de higiene.

¿Más cerca o más lejos?

Estudios recientes de investigadores de la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos, aseveran que el uso de las tecnologías de información y comunicación (TIC), como Internet o la telefonía móvil, no aumenta el grado de aislamiento social de la gente, sino que lo reduce y además incrementa la diversidad de los contactos.

Quienes están lejos físicamente se sienten cerca, gracias a la posibilidad de comunicarse en tiempo real a través del chat, el correo electrónico y las cámaras-web, entre otras vías, afirman los expertos. Sin embargo, quienes están cerca se alejan, pues el contacto cara a cara se limita, aprovechando la rapidez de otros caminos.

Son los jóvenes los que más cerca se sitúan del «acontecer tecnológico», incluso en nuestro país, realidad confirmada a través de recientes estudios de Consumo cultural, realizados por investigadores del Instituto Cubano de Investigación Cultural (ICIC) Juan Marinello.

La joven socióloga Yolaida Duharte López, miembro del grupo de trabajo de Participación y Consumo cultural en la institución, insiste en que dichos resultados no solo son constatables a nivel nacional, sino también en zonas específicas del país.

En el I Simposio Nacional de Investigación Cultural, celebrado del 11 al 14 de junio de este año, compartimos experiencias de todas las provincias y se ratificó que la población joven cubana se mantiene muy al tanto de los últimos avances en el mundo de los celulares, los MP3 y las computadoras, entre otros dispositivos, afirma la investigadora.

«Se incrementa el uso de novedosos equipos y accesorios, sobre todo por la posibilidad de disfrutar de la música y los videos. Así sucede con el uso de audífonos, que ofrecen la ventaja de personalizar y privatizar nuestro consumo, sin forzar a los demás a ser partícipes ni tener que «disfrutar» nosotros de lo que no nos interesa.

«Contar con este tipo de accesorio es muy útil, gracias al cual no es necesario subir el volumen de un reproductor y obligar a todos los pasajeros de una guagua a escuchar nuestra música, por ejemplo, pero el uso no puede ser de manera indiscriminada», acota.

Nuestro oído puede sufrir lesiones, enfatiza, pero más allá de ello, el uso de los audífonos a todo volumen y por mucho tiempo impide también nuestra relación inmediata con quien está al lado.

«Cuando solicitamos un servicio, cuando caminamos junto a nuestros amigos o incluso la pareja, los audífonos en nuestros oídos impiden que se establezca una relación real y efectiva.

«Escuchar música es un entretenimiento y es una manera de aprovechar el tiempo cuando caminamos, cuando esperamos en un lugar, pero no puede hacernos olvidar el mundo que nos rodea. No podemos cruzar una calle o montar bicicleta sin tener en cuenta que debemos escuchar las bocinas de los vehículos y la gente alrededor, y eso es, ante todo, sentido común.

«Cuando se solicita un servicio, al menos, hay que quitarse los audífonos, lo que no hacen todos. De lo contrario hablamos en voz alta, y la persona nos contesta y no la oímos. De esa manera establecemos barreras entre los dos y no mostramos respeto».

Cada uno tiene una buena dosis de responsabilidad social cuando hace uso de cualquier equipo, dispositivo o accesorio, agrega Duharte López. «No vale la pena sufrir un accidente por no escuchar; no ayudar a quien solicitó ayuda porque no nos enteramos; y sobre todo, alejarnos de quienes tenemos cerca».

No obstante, aclara, las investigaciones deben ir más allá de lo que se consume; profundizar en la manera en que se consume y en la vía por la que se accede al producto en sí.

Abordar los riesgos de deshumanización de las TIC en blanco y negro, sin tener en cuenta sus matices, y en un país que las necesita tanto sería un grave error, precisa Hamlet López García, máster en Psicología Social e investigador del ICIC Juan Marinello.

«En el caso del consumo de música, me parece pertinente ver a las TIC como nuevas mediadoras en viejos comportamientos, como instrumentos. No hay diferencias en términos conductuales entre escuchar el MP4, el walkman, aquella grabadora gigantesca de seis pilas que sale en los viejos documentales de Enrique Colina, e incluso escuchar música en un viejo tocadiscos en un apartamento con el balcón abierto.

«Todo ello puede significar ostentación, gozo estético o aislamiento frente a un entorno agresivo, pues depende de los sentidos subjetivos que le dé el sujeto».

Es difícil generalizar o instaurar tendencias sobre la base de casos específicos, agregó López García, pues no podemos generalizar y abordar un fenómeno, dándolo por absoluto.

«En lo concerniente al uso de los audífonos de manera indiscriminada hay que tomar en cuenta diversos factores, como pueden ser el tipo de música que se escucha, a qué volumen, cuánta atención se le presta… los cuales serían condicionantes importantes a la hora de emitir criterios y estudiar situaciones.

«En ocasiones querer demostrar un determinado patrón de consumo, y a su vez asociarlo a un estilo de vida, se convierte en el móvil para actuar de una manera u otra. ¿Por qué, si no, un muchacho llevaría su equipo de reproductor a todo volumen en una guagua, sin hacer uso de la opción de conectarle los audífonos?», añade el también webmaster del centro.

No son las tecnologías las que nos hacen menos o más humanos, menos o más atentos a lo que sucede a nuestro alrededor, acota. «La responsabilidad es del sujeto que las usa», concluyó.

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