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Cuando late la vida

En Cuba suman 144 los pacientes con trasplante cardíaco desde 1985. El país inauguró este tipo de operaciones en el Tercer Mundo, pese a que el costo aproximado de la misma y de su posterior tratamiento es de 125 000 dólares, que ningún cubano tiene que pagar porque la salud aquí es un derecho

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

«Estoy completo. No me falta nada, al contrario. Tengo un corazón de 20 años y me siento como tal. Siempre pensé que todo saldría bien, confié en los médicos y en mi suerte y aquí estoy, capaz de bailar ahora mismo la lambada».

Así dice Osvaldo Rodríguez Daicet, de 36 años, 52 días después de haberse sometido a un trasplante cardíaco, cuando esta reportera «invadió» su privacidad en una sala del hospital Hermanos Ameijeiras.

Y el paciente pasa de inmediato del dicho al hecho. Nos demuestra su destreza en el baile y la facilidad con que hace los ejercicios que le recomienda la fisiatra. Su esposa, quien le acompaña, asegura que él va a vivir un montón de años.

Yo puedo ser como Maximiliano Velázquez, «Malanga», que lleva más de 25 años trasplantado y con una salud de hierro, dice Osvaldo. La cardióloga Mahelys Ramírez Hernández está convencida de que puede ser así, teniendo en cuenta su evolución satisfactoria y, «sobre todo, si cuando regrese a Camagüey se cuida como gallo fino».

«Con lo que vale una operación de estas en el mundo, no es posible que después echemos todo por la borda por no hacer lo que nos orientan», afirma Ivón, la esposa de Osvaldo, quien después de permanecer poco más de un año en el hospital, anhela volver a su provincia.

Como él está Katia Rodríguez, de 54 años, quien después de un mes de operada seguramente ansía volver a su casa llena de bríos. Con ellos suman 144 los pacientes con trasplante cardíaco en el país desde 1985, incluyendo tres de corazón-pulmón. El primero de ellos se realizó el 26 de diciembre de 1986, y fue también el primero en un país latinoamericano. Late en ellos no solo el nuevo órgano, sino también el orgullo de vivir en un país en el que se hace lo indescriptible para salvar una vida.

Detrás de los latidos

La historia testifica que fue el cirujano sudafricano Christian Barnard quien realizó por vez primera un trasplante de corazón en humanos, en 1967. Le devolvió la vida a un hombre de 54 años gracias al corazón de una joven de 24, fallecida en un accidente de tránsito.

Lamentablemente, 18 días después de la exitosa intervención quirúrgica, el paciente falleció, pero ya en las páginas de la Medicina quedaba escrito ese logro científico.

En Cuba ya se habían realizado desde 1936 trasplantes de córneas, riñón y segmento óseo, pero no fue hasta el 9 de diciembre de 1985 que un equipo multidisciplinario del hospital docente clínico quirúrgico Hermanos Ameijeiras realizó el primer trasplante cardíaco, a su vez el primero realizado en un país del Tercer Mundo.

La felicidad inundó a Jorge Hernández Ocaña, de 38 años, quien no supo de qué manera agradecerle al Doctor en Ciencias Noel González Jiménez, considerado el padre de la trasplantología de corazón en el país.

Su fiel discípulo, el doctor Manuel Nafeh Abi-rezk, jefe del servicio de Cirugía cardiovascular del hospital Hermanos Ameijeiras y del Grupo Nacional de Trasplante Cardíaco, asegura que como sucedió en aquella época y hasta la fecha, el éxito de una intervención de este tipo es compartido, pues depende de la acción conjunta de cirujanos, anestesiólogos, intensivistas, enfermeros, percusionistas y psicólogos.

«La insuficiencia cardíaca es un problema de salud con severas implicaciones para el paciente que la padece. Se emplean diferentes estrategias terapéuticas, desde farmacológicas hasta el trasplante cardíaco, y esta última arroja resultados satisfactorios en cuanto a la reincorporación social de los pacientes en óptimas condiciones», destaca Nafeh Abi-rezk.

«Tenemos vivos a 20 pacientes trasplantados, y es “Malanga” quien ostenta el récord con sus 28 años en esa condición. Es el más viejo de América Latina y uno de los 12 a nivel mundial, aunque otros también han mostrado una evolución excelente», refiere la cardióloga Mahelys Ramírez Hernández.

Salvar la vida de una persona a partir de la muerte de otra no es fácil, y por eso el trabajo se desarrolla en dos vertientes, con el posible donante por un lado y con el receptor, insiste el cardiólogo Luis Reinaldo Suárez Fleitas, responsable clínico del Grupo Nacional de Trasplante Cardíaco.

«La selección y evaluación del donante son procedimientos complejos. Debemos tener una historia clínica muy detallada y analizar, a partir de la muerte encefálica del paciente, las coincidencias de peso, talla y grupo sanguíneo con el receptor, sus hábitos tóxicos y el padecimiento de determinadas enfermedades, entre otros factores», añade.

No basta con que el carné de identidad del fallecido registre su disposición a donar sus órganos en caso de muerte, explica la cardióloga Elba D. Garzón Rodríguez. «El consentimiento de su familiar más allegado es esencial para la determinación, y hasta que no se tenga, no se procede al estudio de las posibilidades reales de donación y a la cirugía».

Refiere el anestesiólogo Antonio Cabrera Prats que su atención y cuidados para con el receptor es fundamental, en tanto hay que mantener un control estricto de sus signos vitales y enfrentar cualquier eventualidad que se presente en el salón, relacionada con la respuesta efectiva del órgano.

Es triste ver morir a alguien, sobre todo si es joven, esperando un corazón que no llegó, refiere el doctor Suárez Fleitas. «Respetamos el orden de llegada a nuestra sala y también tomamos en cuenta el estado de salud del paciente, pero lo que sucede con frecuencia es que la brecha entre receptores y donantes crece cada vez más, porque no siempre hay disposición para la donación del órgano».

—¿Cómo se sienten los pacientes cuando reciben la noticia de que recibirán un nuevo corazón?

—Después del estudio médico y el tratamiento impuesto, se estima si el trasplante cardíaco es la única vía efectiva para vivir más y, de ser así, los pacientes permanecen en nuestra institución a la espera de un órgano compatible. En ese período, por lo general, se sienten muy tristes y caen en crisis depresivas. Incluso, luego de ser trasplantados, se entristecen mucho porque piensan que son culpables de la muerte del donante, por lo que contar con un psicólogo en nuestro equipo es vital, explica la doctora Ramírez Hernández.

Trasplantar un corazón no es cosa de juego, pues a diferencia de otras operaciones similares con otros órganos, esta es una batalla contra el tiempo, enfatiza Nafeh Abi-rezk. «En solo cuatro horas y media se deben realizar dos operaciones al unísono, pues conservar el órgano vital en una solución cardioprotectora bajo una temperatura de menos de cuatro grados no es posible por más tiempo que ese».

Por ello la coordinación entre distintas instituciones y entidades como el Ministerio de Salud Pública, el Ministerio del Interior, el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, la Policía Nacional Revolucionaria, entre otras, es imprescindible para lograr la realización de las cirugías y el traslado del órgano en breve tiempo, detalló el también profesor auxiliar.

El uso de un corazón artificial, por ejemplo, sería un logro grandioso de nuestra Medicina al usarlo como puente para un trasplantado, es decir, para mantener vivo al receptor mientras llega su nuevo corazón, subraya Nafeh Abi-rezk. «En 1990 se creó el Coramec-100, un corazón artificial genuinamente cubano, que se empleó exitosamente en una intervención dirigida también por el profe Noel. Se trata de una tecnología de alto costo, por lo que no hemos podido contar nuevamente con uno, como resultado de nuestras limitaciones económicas».

—¿Cómo se logra en un país como el nuestro, con recursos y medios limitados, el funcionamiento exitoso de un programa de trasplante de órganos y tejidos?

—Considerando que el paciente es lo primero, vale destacar que existe una atención directa al programa por parte del Ministerio de Salud Pública y el Estado, además de la óptima y consciente utilización de los recursos destinados a este programa, para el que debe ser infatigable el deseo de elevar el nivel científico, afirma el Jefe del Grupo Nacional de Trasplante Cardíaco.

«El bloqueo impuesto por el Gobierno de Estados Unidos incide en lo concerniente a las piezas de repuesto de los equipos que utilizamos en el proceder quirúrgico, y aun así buscamos alternativas como en el caso de los medicamentos, adquiriéndolos a través de terceros países».

Luego de que un paciente es trasplantado debe cuidarse con rigor, tal como se le orienta después de su egreso de la institución hospitalaria. «Debe además mantener un tratamiento de por vida con inmunodepresores que le son suministrados gratuitamente y que en el mercado mundial tienen un costo de alrededor de 200 dólares cada uno, o más. Un total aproximado de 125 000 dólares es lo que se registra en otros países como costo de una operación de trasplante cardíaco con el posterior tratamiento, y ningún cubano que se someta a ella tiene que pagarlos», asevera Suárez Fleitas.

Tan importante como la cirugía y su posterior recuperación es la rehabilitación, insiste el cardiólogo Rolando Rogés, miembro del equipo de rehabilitación del cardiocentro del hospital Ameijeiras, en tanto técnica de intervención médica rigurosamente planificada que permite alejar al paciente de la dependencia de equipos y trazar pautas para su reincorporación a la vida normal.

Respetar los cuidados postoperatorios es la clave del éxito de la cirugía, asegura la doctora Garzón Rodríguez. «Muchos pierden la percepción de riesgo después de un año de trasplantados, por ejemplo, y como son pacientes inmunodeprimidos, cualquier eventualidad epidemiológica puede complicarse mucho. Se trata de ganarle la batalla a la muerte en todo momento».

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