Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¡Camilo está vivo, sonríe!

El Héroe de Yaguajay sigue vivo en el corazón de todos los cubanos

Autor:

Glenda Boza Ibarra

A mí siempre me ha gustado sonreír, aun en los momentos más tristes. Las sensaciones que puede traer una sonrisa son curativas del alma, allí donde habitan los peores males. Por eso el héroe cubano Camilo Cienfuegos me simpatiza. Por eso, en sus fotos, casi siempre risueño, puedo notar una cualidad que adoro y admiro: la de sonreír.

No es que lo imagine disparando fusiles a carcajadas, ni glorificándose en Yaguajay con chistes, o sobreviviendo a su condición de humilde contando bromas.

Pero aquel entusiasmo y alegría por el cual se le conoce, ese que le hizo inolvidable entre su gente, es también trascendente para mí.

Podría entonces imaginarlo ahora de niño y sastre feliz, mientras toma las medidas de otro o juega con el pie a hacer funcionar la máquina de coser; o de estudiante de escultura en la Academia de Artes Plásticas de San Alejandro, esculpiendo seres alegres, gozosos siempre; o llegando a la Gran Manzana de Nueva York, ansioso de mejorar su vida y jaraneando como un típico cubano. Incluso, si cierro los ojos no hace falta mucho esfuerzo para notarlo disimulando con risas aquel primer balazo en una manifestación de protesta, organizada en honor a Antonio Maceo, con solo 23 años.

En el yate Granma debió venir «jodiendo» a los demás, por esa cualidad de los cubanos de bromear con otros o «darles chucho» a los amigos, como diríamos en estos tiempos.

Fue su carácter jovial lo que le hizo ganarse el cariño de la tropa de Rebeldes, y también por qué no, su respeto. ¿Quién niega que no tomara con seriedad los asuntos urgentes de la Patria, aun cuando nunca le faltaba una sonrisa?

Camilo se hizo pueblo, su sonrisa lo hizo pueblo, o acaso no son esas las imágenes que recuerdan una y otra vez aquellos primeros diez meses de una Revolución alegre, tan alegre como su Señor de la Vanguardia.

Incluso, con su triste muerte Camilo le jugó una broma a la naturaleza. Cada 28 de octubre es un día funesto para las plantas. No queda una flor viva, porque aquellas arrancadas y echadas al agua, se transforman en vida para el mar, para él.

Los niños y adolescentes hacen de este día de homenaje a Camilo también fiesta, y celebran con flores su intensa y corta vida, el cariño infinito, el eterno recuerdo.

Camilo se me hizo héroe por sus hazañas, y amigo por su sonrisa. ¡Y qué guapos se ven los hombres que sonríen… sin complejos!

Cuando desapareció hace 56 octubres, tenía la misma edad que tengo yo. Y ahora sé que 27 años era muy poco tiempo para quien nos dio tanto y podía darnos más.

Por eso me rehúso a recordarlo solo el 28 de octubre o en su onomástico, el 6 de febrero. La sonrisa de Camilo debería acompañarnos siempre, porque no por ser alegre se es menos serio.

Cualquier día de estos me voy al Malecón a escuchar las carcajadas que reproduce ahora, constantemente el mar. Camilo está vivo, sonríe, y por él me niego a dejar de sonreír.

 

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