Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Mientras cambia la mentalidad…

El llamado tan de moda a transformarnos es puesto bajo la lupa con opiniones de varios profesionales y autoridades en el tema. ¿Se volvió una consigna o está actualizándose el pensamiento?

Autores:

Osviel Castro Medel
Luis Raúl Vázquez Muñoz
Susana Gómes Bugallo
Anays Almenares

Cambiar de mentalidad no es como cambiarse de ropa. Esa es una verdad tan obvia como las transformaciones que están teniendo lugar en nuestro país. Y aunque modificar el pensamiento pareciera tan simple como proponérselo, lo cierto es que hay mucho que debemos removernos para echar a andar con miradas y haceres nuevos. Sobre esos pasos anda Cuba con vistas a un mañana más próspero.

Cuando a finales de 2010, en la clausura de una de las sesiones ordinarias de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Raúl valoró de necesario el cambio de mentalidad de los cuadros y de todos los compatriotas ante el nuevo escenario que comenzaba a delinearse, múltiples fueron los debates en todo el país sobre la transformación que debía tener lugar en la sociedad.

Sabíamos que no sería sencillo. Y el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros nos siguió convocando unos meses después: «Sin cambiar la mentalidad no seremos capaces de acometer los cambios necesarios para garantizar la sostenibilidad, o lo que es lo mismo, la irrevocabilidad del carácter socialista y del sistema político y social consagrados en la Constitución de la República».

Ejemplificó entonces con los conceptos erróneos e insostenibles acerca del Socialismo, y sobre la importancia de facilitar la gestión del trabajo por cuenta propia. Habló igualmente de los obstáculos que representaba la barrera psicológica formada por la inercia, el inmovilismo, la simulación o la doble moral, la indiferencia e insensibilidad y que estábamos obligados a rebasar con constancia y firmeza, en primer lugar los dirigentes del Partido, el Estado y el Gobierno en las diferentes instancias nacionales, provinciales y de los municipios.

Más de cinco años después de que comenzara la introducción gradual y progresiva de cambios estructurales y de conceptos en el modelo económico cubano, y hoy a las puertas del VII Congreso del Partido, JR indagó en busca de criterios sobre el modo en el que marcha esta adecuación de la mentalidad.

¿Qué elementos aparecen ya como síntomas del proceso de transformación de la mentalidad desde el comienzo de la implementación paulatina de los Lineamientos? ¿En qué medida el contexto en el que se desarrolla la actualización del modelo económico facilita o frena el proceso de la actualización del pensamiento? ¿Cómo lograr que en los cambios de mentalidad prevalezca el proyecto de bienestar y felicidad para los cubanos?

Con algunas de estas preguntas, provocamos el debate. La intención era conocer opiniones desde varios ámbitos de la sociedad. Por eso están presentes los criterios de jóvenes pensadores y de otros más consagrados en su labor intelectual. Cada quien, desde su realidad, habla de cuánto se ha movido de lugar y de todo lo que aún necesita sacudirse. También emiten algunas pistas sobre el cómo.

Herramientas ¿Para qué?

El cambio de mentalidad no puede verse como un concepto ni como una moda de estos tiempos. Está estrechamente vinculado con las transformaciones del entorno social. Estas consideraciones son de las profesoras de la Escuela del Partido Desembarco del Granma, en Bayamo, Dayana Luz Ortiz Pérez y Viviana Rosa Machado Reyes, de 24 y 23 años, respectivamente, quienes señalan que en los últimos tiempos «se ha cambiado, pero no todo lo que necesitamos».

Para Dayana, licenciada en Marxismo e Historia, se perciben cambios respecto a las maneras de mirar la homosexualidad, la religión, las proyecciones «atrevidas» de la juventud, las modas y otras cuestiones sociales. Sin embargo, en algunos ámbitos existe resistencia hacia realidades como el cuentapropismo o la prosperidad. «Aún hay personas que ven incompatibilidad entre riqueza material y socialismo, cuando la satisfacción de las necesidades de la población es una de las premisas de nuestro sistema social», dice Dayana.

No podemos olvidar, remarca, que Cuba está en un período de tránsito al socialismo, etapa de avances y retrocesos, y este concepto es clave para analizar hacia qué mentalidad debemos ir. Una de las preocupaciones que se quedan en los cursos en los que se promueven herramientas para el cambio de mentalidad, es si los egresados podrán aplicarlas a su regreso a los centros de trabajo. Ambas profesionales coinciden en que el desarrollo de la comunicación social es fundamental, y aún así, «muchos organismos continúan sin sistema de comunicación capaz de explicar la necesidad del cambio», dice Dayana.

«Las técnicas de dirección han evolucionado con el tiempo. Esto no quiere decir que todo cambie de golpe y porrazo, sino que se producen transformaciones y se incorporan saberes. Los procesos deben estar cada vez más articulados. Se pueden aplicar técnicas modernas de dirección, pero si no se transforman el sistema y la forma de asimilar esas nuevas técnicas, no habrá un impacto», opina el joven economista Fernando Martínez Martí.

«Un reto es que con la expansión del trabajo por cuenta propia no haya contradicción de intereses y se pueda conciliar entre ciudadanos y cuentapropistas. Para ello es imprescindible que junto con esta nueva forma de gestión económica se expanda la comprensión acerca de su necesidad». Una buena vía, expresa el también profesor, sería que el fruto de su desempeño «pueda estar al servicio de la comunidad».

Comenta la Máster en Sociología Yeisa Sarduy, novel investigadora del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, que en este proceso de cambio existen dos elementos: uno objetivo y otro subjetivo. En el primero se incluyen las instituciones, sus productos y producciones culturales; y por el lado subjetivo se halla el entorno en el que está inmerso el sujeto en su cotidianidad».

«Se precisa tener en cuenta criterios divergentes y convergentes; debemos reconocernos desde las diferencias, y lograr que predomine la pluralidad», señala.

El futuro de un país son los jóvenes, sentencia Yeisa. Por eso llama a entender sus dinámicas, maneras de pensar y proyectarse, en correspondencia con los tiempos. Y para hacerlos parte del cambio, debe confiarse en ellos dejando a un lado la duda de si están preparados o no.

Los jóvenes son el corazón de los cambios. Foto: Abel Rojas Barallobre

¿De qué estamos hablando?

«Me encanta el tema del cambio de mentalidad, pero cuando hablan de él, me pregunto: ¿a qué tipo de cambio y a qué mentalidad nos referimos? ¿Qué es lo que se persigue con un cambio de mentalidad? Me parece que en la sociedad no hay cuestiones claras sobre esto», razona Lucía Pérez Borroto, investigadora del Centro de Bioplantas, adjunto a la Universidad de Ciego de Ávila (Unica) Máximo Gómez Báez.

Edianny Carballo Cruz, vicedecana de la Facultad de Ciencias Económicas de la Unica, considera que la sociedad cubana es un campo de lucha de mentalidades y posiciones; unas negativas, que toman ropajes de nuevas —como estar a la moda, tener dinero, el apego a los principios de la propiedad privada— y otras que yacen en los preceptos de la Revolución, y necesitan enriquecerse con criterios como la calidad y eficiencia en los procesos económicos. «Por eso es importante esclarecer cuáles son los valores que trae implícita la nueva mentalidad», expresa.

«Existe un criterio extendido de que lo privado es lo eficiente y el espacio donde el trabajador obtiene gratificaciones. Y está también un desconocimiento muy grande de las particularidades del capitalismo y su naturaleza. En esto es necesario hacer un trabajo fuerte, además de jerarquizar y hacer eficiente lo estatal y lo social.

«Deben restablecerse equilibrios como el de adquirir lo necesario sin dificultades. No puede ser que una persona que no trabaje y viva del negocio, tenga toda la comodidad y quien es obrero afronte aprietos. El aporte a la sociedad necesita una gratificación contundente. De lo contrario, se legitima un tipo de mentalidad que no es la más saludable para la sociedad cubana», afirma la docente.

El cambio ya está aquí

«Más importante que preguntarnos si estamos listos para enfrentar los cambios, es entender su naturaleza compleja, y las estrategias que la sociedad desarrolla para hacerlos avanzar. No es solo incidir sobre estos, sino también sobre las condiciones económicas y sociales que permitan a los cambios imponerse como una alternativa exitosa».

Así reflexiona el Doctor Raúl Garcés Corra, decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, quien considera que más nos vale estar preparados, pues las transformaciones están sobre nosotros. «Hay elementos que el Congreso del Partido, en el 2011, avizoró y sentó muy bien, y deben trascender la esfera de lo programático para convertirse, cada vez más, en parte permanente de la praxis social. Está claro, por ejemplo, que aunque el camino hacia la descentralización emprendido por la nación no rinda todavía los frutos que esperamos, va a avanzar sostenidamente», advierte.

«Necesitamos que la institucionalidad revolucionaria y el sector público que representa al Estado y a la ciudadanía cubana, sea visible, funcional y tenga capacidad de diálogo. Lo contrario tendría un coste político, porque si tuviéramos un sector privado muy visible —y está bien que lo vaya siendo— frente a uno público que careciera de enfoque estratégico, el efecto sería contraproducente.

«Está el contexto de una sociedad más plural, con múltiples formas de comunicación a través de la blogosfera, las redes sociales, u otras plataformas digitales cuyo desarrollo es proporcional al crecimiento de la conectividad. Cuba ha aumentado la conectividad a Internet, y en dos o tres años buena parte de la población estará más conectada, lo que generará esferas públicas emergentes, articulará ciudadanía, creará expresión simbólica de la capacidad de los individuos de hacer propuestas, articularse con otros proyectos y generar acciones de transformación», considera Garcés.

«Este reto implica subvertir las lógicas clásicas de comunicación que han dependido mucho de los medios, profundizando disparidades entre emisor y receptor, y alimentando esquemas de producción muy verticales… Hay que lograr una comunicación más dialógica, con mayor potencialidad para la transformación social», arguye.

«Conseguiremos formar ciudadanías más activas y enriquecer la conexión con el proyecto político de la Revolución Cubana, en la medida en que la acción y la palabra de los ciudadanos se potencien como ejercicios de participación real y no ritualizada. Estoy seguro de la amplísima capacidad de los jóvenes para involucrarse con la solución de los problemas sociales, pero tienen que percibir que su acción sirve y transforma algo», asume.

«La principal plataforma de discusión sobre el proceso de cambios son los Lineamientos, y un sentido común social que se va construyendo para comprender la necesidad de naturalizar las transformaciones como parte de la evolución de nuestro socialismo, y de la madurez que la sociedad alcanza. Diseñar el país, alejarse de improvisaciones y voluntarismos, chequear y evaluar periódicamente el impacto de los cambios, forma parte de una manera de hacer política cada vez más asentada», expresa.

«No estamos a las puertas de una falsa felicidad, sino en medio de una construcción permanente de experiencias que permitan encontrar un camino y no quedarnos al margen de una interpretación creativa de la realidad social», manifiesta.

Cambiar arriba y abajo

Es mucho más complejo que se produzcan cambios de mentalidad en la totalidad social que en la base económica, porque esta última responde a que sujetos sociales con liderazgo han descubierto que los mecanismos existentes entorpecen el desarrollo, y han tomado conciencia de la necesidad de estructurar cambios en el ámbito material para movilizar las dinámicas de desarrollo social.

Así lo considera Maximiliano Trujillo Lemes, Doctor en Ciencias Filosóficas y profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad de La Habana, quien argumenta que en quienes movilizan se ha producido el cambio de mentalidad, y se supone que eso condicione un macrocambio de mentalidades en los sujetos a los que se les encargará producir los cambios que la sociedad necesita.

Sin embargo, agrega que esto no significa que en todos los grupos exista la percepción de insuficiencia del viejo modelo para la sociedad cubana en las condiciones actuales. Hay sectores de la sociedad beneficiados con los cambios que tienen conciencia de su pertinencia y los apoyan. Otros consideran que no son suficientes y que deben profundizarse y acelerarse porque la falta de prisa puede ser peligrosa, acota el filósofo.

Por más que existan llamados de Raúl y otras figuras políticas y públicas del país a darles continuidad a los cambios, «habría que ver si en los grupos de decisión a todos los niveles están dispuestos a que se produzcan; y cuando no están dispuestos, a través del poder que concentran en sus manos, obstruyen esos cambios y evidencian que en ellos no se ha producido el cambio de mentalidad porque están preservando intereses individuales y los anteponen a las necesidades del destino del país. Esa es una actitud que habrá que enfrentar con fuerza desde las esferas con capacidad de decisión», dice.

Trujillo Lemes asume, además, que la democracia del país debe seguir reforzándose con leyes y mecanismos de orden social con los que el pueblo participe de cada decisión. «En la medida en que esa democracia se dinamice, iremos cambiando la mentalidad, porque la gente irá descubriendo que lo que se está haciendo no solo les beneficia o perjudica, sino que les compete, que es algo en lo que toman decisiones.

«Gran parte de la ciudadanía quiere que se acrecienten los cambios, pero no siempre tienen conciencia real de los efectos sobre el modelo de sociedad. Hay quien cree que en la privatización de la propiedad y en la gestión del mercado se dinamizará el desarrollo económico. Muchas veces se producen cambios de mentalidad hacia una dirección equivocada. Por eso es importante incrementar la participación como propuesta de nuestro actual modelo», sostiene.

«Si desmovilizamos a los sectores populares de las decisiones del país, podemos conducirlos a resistencia frente a lo que se hace por incomprensión, y conminarlos a actitudes que afectan la sostenibilidad del desarrollo, como la tendencia a la emigración, que es una solución individual que el ciudadano se da porque presupone que en Cuba no encontrará perspectivas para realizar su modelo de vida. Hay que convencer a la gente de que su lugar está aquí con políticas efectivas que tributen beneficios», aprecia.

Está bien, pero mientras tanto…

Y si hablamos de cambio de mentalidad, muchos dirían que no hay nadie más legitimado que el profesor y reconocido psicólogo Manuel Calviño, quien confiesa que a veces, en una semana, visita dos o tres centros e imparte conferencias sobre el tema. Eso le ha permitido acceder a un amplio bagaje de criterios y experiencias desde todos los ámbitos.

«En el proceso de la implementación de los Lineamientos predomina hasta el momento un lado de modificación de elementos estructurales primarios como modelos de propiedad y vínculo laboral. Estos probablemente produzcan alguna modificación en las percepciones de la sociedad que tenemos.

«Quizá el modelo de cambio más evidente tiene que ver con el arrendamiento de tierra y negocios privados, aunque su impacto sobre la sociedad es pequeño, porque priman personas con relaciones laborales estatales. Hay un microcambio en quienes están en los nuevos modelos, con interesantes modificaciones de su estructura subjetiva. Reaparece una representación casi desaparecida en el país, que es el concepto de dueño, cambio importantísimo en el modelo subjetivo, y el de empleado, como persona sujeta a la reglamentación que pone el dueño», apunta.

Otras modificaciones inmediatas de la implementación de los Lineamientos están relacionadas con las reformas salariales, considera Calviño, y analiza que todavía llegan a pocos trabajadores y no son muy notorias si comparamos el impacto con las exigencias de vida de las personas. «Pero quien ganaba 400 pesos y hoy sobrepasa los mil, siente que ha aumentado su capacidad adquisitiva», comenta.

«Lo primero que ha pasado, como en todo proceso de cambio, es que se intenta ver las nuevas condiciones desde las miradas de antes. Se modificaron leyes que transformarían modelos de relación de una institución estatal con el sector privado. Pero su utilización es poca porque muchos en las entidades estatales se preguntan si les conviene. Eso forma parte de un proceso de acomodación y resistencia. Lo nuevo, no por bueno, es asumido con total carga de modificación, y genera duda porque crea la necesidad de alterar formas de hacer», advierte Calviño.

Los cambios fundamentales, agrega, en la subjetividad de buena parte de la población tienen que ver con la sensación de insuficiencia para satisfacer plenamente la vida cotidiana de las personas. «Es una realidad sentida por la dirección del Partido y el Gobierno. Pero los tiempos personales y los institucionales son distintos. A nivel de subjetividad, lo que ocurre es: “Voy esperando, pero mientras, busco mis soluciones”. Puedo estar de acuerdo con lo bueno que estará todo, pero mientras, tengo que resolver la cotidianidad.

«Se ha producido un cambio porque nos sentimos más responsables de nuestra vida, menos expectantes de lo que hagan con nosotros, y más convencidos de que si no hacemos, nos vamos a demorar. Se salió a buscar soluciones. Para algunas de estas búsquedas, las condiciones nuevas favorecen, pero en otras no es así. El problema es que la toma de conciencia de que todo depende de lo que hagamos, no siempre se acompaña de condiciones que lo permitan.

«Hay muchas trabas para que el sentimiento de responsabilidad con el destino de cada quien emerja con fuerza y se convierta en responsabilidad compartida. El tema no es que yo me salve, sino que seamos capaces de salvarnos todos. Solos se llega más rápido, pero juntos se llega más lejos. El asunto no es resolver mi día a día, sino afrontar la construcción de mi vida de mejor manera.

«Las ganas de hacerlo están, y ese es un cambio importante porque el gran síndrome percibido antes, es el de la desmotivación, de un “no se puede mezclado con no quiero”. Eso se ha revertido en “tengo que hacer algo, pero necesito condiciones”. ¿De qué condiciones estamos hablando? ¿De que me den los medios? No. De que existan los espacios y no haya obstáculos. Sin embargo, aún hay barreras que te devuelven a la mentalidad de esperar, de “¿cuándo me van a dar?” “¿Cuándo me toca?”.

«Temas tan sensibles como la dificultad para resolver los problemas se mantienen. Hemos generado nuevas formas de burocracia. Avanzamos poco en la descentralización del modelo de funcionamiento institucional para que se descentralice el de funcionamiento personal. Y los cambios no vienen de adentro para afuera, sino viceversa», asume.

«Son muchos años de un modelo epistemológico que no cambia de un día para otro», analiza Calviño y comenta que cuando este se modifica, las personas se preguntan qué está pasando, porque no tienen elementos para enfrentar la nueva realidad. «Si las condiciones no son favorables a que encuentren esos instrumentos y esas vías, se atrincheran más en su modo anterior de pensar», expresa.

Entonces apoya su tesis de que las transformaciones importantes en la subjetividad vienen siempre cuando hay cambios radicales en la vida concreta de la gente, como ocurrió en los primeros años de la Revolución, ejemplifica.

«La sociedad está preparada siempre, pero las condiciones deben llevar la voz cantante. El cambio de mentalidad tiene la gran paradoja de cambiar la mentalidad que tenemos con la misma que teníamos. El instrumento es el medio, el intermediario y el fin. Y eso lo complica terriblemente», afirma, y añade que se impone articular, más que nunca, los intercambios y la escucha activa, logrando siempre que lo que la gente dice forme parte del modelo de decisión.

Apunta su análisis hacia los grupos de decisión y la importancia de poner en alto el concepto de servidores públicos, teniendo siempre en cuenta que su función es decidir por el bien de la gente y este se construye conjuntamente. Para ello, precisa, es imprescindible que cada quien tome conciencia del país que construimos.

«Cuando conversas con un dueño y le preguntas por sus principales problemas con los trabajadores, te responden que llegan tarde, no quieren hacer las cosas, no atienden bien al público… Esas son las mismas dificultades de las que se puede quejar un administrador de un restaurante del Estado. El modelo de la cultura laboral de lo que fue trata de imponerse. Para que eso no suceda, hay que tener nuevas condiciones; si no se generan, no se avanza mucho», piensa.

«La Cuba que tendremos dentro de 10 o 20 años es la que quieran quienes hoy tienen 10 y 15 años, no la que queramos nosotros. Tendríamos que dedicarnos más a que todos sepamos qué Cuba queremos, compartamos esos quereres y construyamos un gran querer conjuntivo, no una imagen, sino quereres que te muevan en esa dirección, quereres sobre los cuales educar, dialogar y hacer nacer en esas generaciones más jóvenes que van a construir el país», esboza.

Pondera también lo imprescindible de una mirada profunda a la subjetividad de las personas, cuestión que debe seguir presente en las decisiones porque es la que marcará un mejor camino.

«Por eso es básica la construcción colectiva, entendiendo que el punto de partida y de llegada es el mismo: las personas.

«Lo que no puede perderse es la esencia de un proyecto de más de 50 años en este país que ha logrado justicia, soberanía y orgullo nacional. Ahí tiene que estar la mirada».

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