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Los dolores que le caben al deber

JR conversó con colegas y familiares de dos de los tres médicos cubanos que, cumpliendo misión internacionalista, perdieron su vida en el devastador terremoto que azotó recientemente a Ecuador

Autores:

Nelson García Santos
Glenda Boza Ibarra
Erieisis Molina

SANTA CLARA, Villa Clara.— Los que conocieron a Eric Omar Pérez de Alejo Quesada, especialista en Medicina General Integral, lo recuerdan como una persona amable, estudiosa y amante del deporte, siempre dispuesto a ayudar a los que lo necesitaban.

Así lo confirman sus tres misiones: una en Venezuela, otra en Bolivia y esta en Ecuador, donde un demoledor sismo le causó la muerte en el municipio de Pedernales, en la provincia de Manabí.

Al doctor Pedro Ruiz Álvarez, subdirector de Salud Pública de Santa Clara, le asoma la tristeza en el rostro y se hacen escurridizas las palabras cuando lo evoca, ahora a petición de JR.

«¿Qué te puedo decir? El impacto de la noticia conmovió a  todos los que lo conocíamos y a muchas personas, más en un país tan solidario a la hora de compartir el dolor como lo es el nuestro.

«Yo mantuve una estrecha amistad con él. Estudiamos juntos la carrera y luego fuimos a una misión en Venezuela», afirma. En su opinión, compartida por otros especialistas, fue un buen profesional como lo confirman sus meritorios resultados tanto en las misiones como en su trabajo en el  policlínico XX Aniversario, de Santa Clara. «Él trataba con respeto y cariño a los pacientes. Fue un magnífico padre que quería a toda su familia», dijo.

En la sede municipal de Salud Pública hay funcionarios respondiendo por teléfono a personas que indagan cuándo llegan sus restos. Eso demuestra por sí solo el impacto que ha causado en la comunidad, razonó.

Eric Omar estaba orgulloso de haber formado parte, en 2004, del grupo que fundó la misión en el estado venezolano de Sucre, agregó Ruiz Álvarez.

La doctora Bárbara Tres Palacios Díaz, quien fuera directora del policlínico XX Aniversario cuando Pérez de Alejo se desempeñaba como médico de la familia, lo recuerda como una persona muy adecuada que cumplía cabalmente con su labor.

Evocó que su súbito fallecimiento les sorprendió. «Es la pérdida de un gran compañero. Siempre hay riesgos que acechan, pero a la hora de ayudar a los que necesitan, el personal de la Salud lo asume», enfatizó.

El propio Eric Omar fue uno de los que se preparó para combatir el ébola. Su ejemplo perdura en esa historia enaltecedora de la que él es ejemplo y guía.

Más allá de la tristeza

SANTA ISABEL DE LAS LAJAS, Cienfuegos.— Bárbara Caridad Cruz Ruiz, o Babi, como muchos le decían, aún luce feliz en las fotos de su perfil de Facebook o las que guardan sus padres y conservan sus amigos. La recuerdan alegre, ante cualquier circunstancia, incluso en esta hora triste,  en que se le ofrece el último adiós a esta galena que perdió la vida mientras fungía como colaboradora internacionalista.

En Lajas, su tierra natal, se le profesó el agradecimiento eterno por su altruismo. Apenas la familia contiene las lágrimas: sus progenitores, su único hijo.

Siempre estuvo dispuesta a ir a cada misión, primero en Venezuela y por último en Ecuador. Su padre Rolando muestra con orgullo el libro Voces del Milagro, en el que aparece el testimonio de ella durante su participación en la misión Barrio Adentro, en la nación bolivariana.

«Trabajó en diferentes puestos y siempre con buenos resultados. Regresó luego y se fue a Ecuador. Llevaba allá cerca de año y medio», comentó.

No fue en su natal Santa Isabel de las Lajas donde ejerció mayormente su profesión, pero quienes fueron sus colegas en el municipio de Palmira la recuerdan, sobre todo, por su carisma. «Con alegría trataba a todos. Era maravillosa. Veía su misión como algo muy importante y con la misma dedicación se ocupaba del trabajo, de la familia, de su hijo», expresa su amiga y compañera Ana María León.

«Llevarlo todo a la par era su gran virtud. Para mí no hubiera sido fácil estar lejos, pero ella no dejaba de preocuparse por los suyos y hacerlo todo bien». Babi, como le decían sus seres queridos, sabía de la trascendencia de su profesión y cada experiencia —primero en Venezuela luego en Ecuador— ratificaba la importancia de su presencia allí, llevándole salud a todos. Así lo reconocen sus padres, su hijo, sus amigos y conocidos. Así lo reconoce Cuba entera.

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