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Las olas de la cordura

Desde el joven barbero de la esquina al novel líder político, nadie en el archipiélago quedó ajeno al significado de que los Gobiernos de Cuba y Estados Unidos, a tono con el espíritu de la normalización de relaciones, ajustaran el fin de una política migratoria descabellada y criminal

Autores:

Haydée León Moya
Yuniel Labacena Romero
Juan Morales Agüero
Lisandra Gómez Guerra

Mientras hace sonar sus tijeras sobre los rizos de su cliente de turno, Juan Carlos Igarza repite una y otra vez la pregunta: «¿Qué me parece el levantamiento de la política de “pies secos-pies mojados” por el Gobierno norteamericano? Bueno, que se demoró demasiado en derogarse. Tanto, que por su culpa los tiburones dieron cuenta de ni se sabe cuántos cubanos irresponsables en el estrecho de la Florida».

Según este joven barbero de 31 años de edad, esta política criminal fue como un pasaporte a la muerte para quienes se dejaron tentar por los espejismos de una mejor vida. «No conocí a ninguno, pero sé de familias que jamás volvieron a tener noticias de sus hijos cuando estos decidieron tomar rumbo norte a bordo de cualquier objeto flotante. Eso constituye una tragedia que el levantamiento de ahora jamás borrará. Pero es un buen paso en el restablecimiento de las relaciones entre los dos países».

Como a Juan Carlos a muchos jóvenes sorprendió la noticia del pasado jueves, cuando una Declaración del Gobierno Revolucionario y otra declaración entre las autoridades de ambas naciones anunciaban la eliminación de esa política, así como del programa de admisión provisional (Parole) para profesionales cubanos de la salud, que Washington aplicaba en terceros países. No deja de sorprender por el hecho de que se trata de una generación que ha vivido los planes subversivos estadounidense contra Cuba, y porque a pesar de los avances falta la eliminación de la Ley de Ajuste Cubano, lo cual requiere de la aprobación del Congreso norteamericano.

Quizás por ello Olga Pérez Guerra, primera secretaria del Comité Municipal de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en Caimanera, territorio ocupado por una base ilegal y militar de Estados Unidos, donde se ha hecho sentir el efecto criminal de la política migratoria de esa nación contra la Isla, asegure que no por ser el nuestro un país soberano debía existir el macabro proyecto desestabilizador que integraba el estímulo oficial norteamericano a las salidas ilegales. «Por qué el empecinamiento del país norteño en mantener una legislación que al igual que el bloqueo es anticuada y no funciona en el nuevo contexto de relaciones».

La joven refirió que «esos canallas encontraron en Guantánamo un campo fértil para sus trastadas, a pesar de la firma por ambos países en 1994 y 1995 de los acuerdos migratorios. El recuerdo de quienes perdieron la vida en los campos minados, a ambos lados del perímetro fronterizo, entristece a los familiares.

«Me siento orgullosa de que contemos con un cuerpo diplomático profesional y efectivo como el nuestro. Cuba seguirá siendo Cuba sin renunciar a sus principios. La Declaración Conjunta representa un reconocimiento a nuestra nacionalidad y por ello tenemos que seguir exigiendo el respeto a nuestras leyes y en el enfrentamiento a la migración ilegal y a los delitos asociados a esta», afirmó.

Cerrarle el paso a la muerte

También la espirituana Tatiana Pérez Cruz, quien labora en una cafetería perteneciente al sector no estatal, le parece mentira el anuncio. Quedó en shock, pues en su mente se agolparon cientos de historias de personas lanzadas al mar en busca del «sueño americano», que siempre le erizan el cuerpo cuando las escucha, sobre todo, cuando en ellas los niños han tenido un final infeliz.

«A esta hora hay algunos decepcionados porque tenían como proyecto emigrar a Estados Unidos. Pero hay que pensar en positivo, ya que las nuevas decisiones apuntan a una emigración segura. Ya no habrán familias llorando cuerpos que se perdieron en el inmenso océano o, sencillamente, dejaron de saber de ellos mientras cruzaban parte de Centroamérica, regalándole sus vidas a coyotes inescrupulosos», alude esta licenciada en Contabilidad y Finanzas.

A juicio de su coterránea Elizabeth Borrego Díaz, recién egresada de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, la necesidad de eliminar la medida tuvo su máxima expresión en la crisis que se desató hace un tiempo en la frontera de Costa Rica y otros países de la región. «Si antes el tema era peligroso, ese hecho demostró que varios países se veían involucrados. Por tanto, la situación entraña mucho más que a dos naciones, por lo que pudiera generar una repercusión mayor», dijo.

Lázaro Rivera Castro, estudiante de Ingeniería Industrial, opina que la medida llegó de manera oportuna para hacer meditar, sobre todo a generaciones de universitarios, que tras formarse gratuitamente en esta Isla apuestan por mercados foráneos. «Debemos estar atentos con la repercusión en nuestro pueblo…, el objetivo del Gobierno norteamericano es uno solo: desestabilizar los resultados de la Revolución Cubana, forjada en los preceptos de la República Con todos y para el bien de todos», concluyó.

Una decisión que protege al cubano

«Cuando en el hospital comenzó a pasar de boca en boca la noticia, muchos nos alegramos. Estaba segura de que iba a suceder, pero no pensé que fuera precisamente ahora y tan rápido en el proceso de normalización de las relaciones entre nuestro país y Estados Unidos. Aunque siempre hay alguien insatisfecho, no podemos negar que esa decisión protege al ciudadano cubano». Así piensa la joven doctora guantanamera Sunaymy Sarría Lamorú, cirujana desde hace más de un lustro en el Hospital General Docente doctor Agostinho Neto, el mayor centro médico-asistencial de esta provincia.

«Ahora, a mí me queda la incertidumbre de que verdaderamente se cumpla como debe ser, que deporten a todo el que llegue ilegalmente a ese país y no, por ejemplo, a lacras sociales que arriben a ese país ilegalmente, o que ya residan allí, y a los profesionales no los toquen, porque les conviene tenerlos, como es el caso de médicos formados aquí con un gran sentido humanitario, que solo por razones económicas decidieron emigrar a ese país», considera.

Para Laura Núñez Álvarez, estudiante guantanamera de duodécimo grado en el preuniversitario Rubén Batista, el acuerdo es muy importante, porque con la anterior política se incentivaba la emigración ilegal y la muerte. «Por un lado, opina la jovencita de 17 años, a muchos ciudadanos cubanos les negaban la visa, y por el otro alentaban las salidas ilegales. Era una política asesina y mantenerla vigente; además, era incongruente con el proceso de normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos».

Una política injusta y discriminatoria

Desde hace mucho tiempo Cuba realizó colosales esfuerzos para que se eliminara esa política existente, que significaba un escollo en las relaciones migratorias entre ambos países, la cual era injusta y discriminatoria también con los ciudadanos de otras naciones, refiere Yordanys Charchaval de la Rosa, primer secretario del Comité Municipal de la UJC de Jiguaní, Granma. Y añade que por ello el nuevo acuerdo es también un logro de la Revolución por el apego a sus principios y prestigio mundial.

«Es una muestra de esa fe en la victoria que nos inculcó Fidel y nos enseña a no claudicar jamás ante amenazas», alude el joven, quien añade que «ahora los cubanos dejarán de tener un trato preferencial y único al arribar a tierras estadounidenses, y recibirán el mismo que el resto de los emigrantes de otras naciones. Eso viene a marcar otro paso certero de lo que aspiramos en el proceso de normalización de las relaciones, desde el respeto, a pesar de las diferencias».

Ese sentimiento de orgullo también lo comparte Mai-Lín Albety Arozarena, con igual responsabilidad que Yordanys, pero en el municipio capitalino de Playa. «Estoy feliz de este triunfo. La posición de Cuba tiene que seguir siendo firme en todos estos temas y demostrar como hasta ahora su seriedad y madurez política, pues la estimulación a las salidas ilegales lo que ha buscado es desestabilizar al país en lo interno y presentarnos ante el mundo como una nación donde no se protege a sus ciudadanos».

Agregó que se alegró mucho por la eliminación del Programa Parole, pues además de incitar a los trabajadores de la Salud a dejar sus misiones humanitarias, constituía una forma de robar personas altamente capacitadas, formadas por la Revolución para garantizar esa cobertura sanitaria, y con ello se afectaba no solo a Cuba, sino también al país en el que estaban prestando asistencia médica. «Muchos eran partícipes de promesas que en la mayoría de los casos no llegaron a concretarse, y era una deshonesta operación de robo de cerebros».

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