Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¿Por qué luchamos?

No tenemos más que nuestras vidas, avaladas con la honradez de un pensamiento justo, y una obra inmensa que realizar, afirmaban Luis y Sergio Saíz, los hermanos dispuestos a llevar adelante «la Revolución Cubana Socialista y justiciera», en el que es considerado su testamento político. En el aniversario 60 de su vil asesinato, JR publica fragmentos del esencial documento

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Juventud Rebelde

Bien lo dijo José Martí —guía de nuestra lucha— al definir a Cuba «como un país hambriento de justicia verdadera», porque esta tierra nuestra espera una gran cura de costumbres, una inmensa labor de sanidad pública, donde pueda decirse hombre «honrado» sin que suene falsa la frase, y donde la dignidad humana no sea puro mito, sino existencia verdadera. Hambre de justicia hay en este pueblo que tiene trunca su gran revolución desde el 19 de mayo de 1895, pues cuando en Dos Ríos la tierra se mojó con la sangre mártir del Apóstol, junto con ella quedó la revolución justa, necesaria, grande, que él preconizaba y que los llamados seguidores traicionaron.

Escuela digna y cubana

El problema de la educación en un pueblo libre es otro aspecto que preocupa a la juventud revolucionaria de hoy en día, ya que se hace necesario una gran limpieza de métodos anticuados y conceptos arcaicos sobre lo que es y debe ser la educación en un pueblo sin amos. Creemos que solamente en una escuela pública cubana, debidamente dotada en muebles, edificios y maestros idóneos, es donde debe prepararse a la niñez en los primeros momentos, y en la raíz democrática del aula ir formando futuros ciudadanos. Escuela estatal como única forma de cultura libre en una República Socialista.

Además la intensificación de la lucha contra la incultura y el analfabetismo irán trayendo como consecuencia ver hecho realidad aquel pensamiento martiano «Saber leer es saber andar. Saber escribir, es saber ascender. Pies, brazos, alas, todo esto ponen al hombre los primeros humildísimos libros de la escuela».

Luis, el mayor de los hermanos

Y, como es Cuba un país agrícola, ha de tener función primordial la educación de campesinos duchos en todos los progresos técnicos para la labranza. (Por supuesto, en una tierra sin latifundios ni dueños explotadores, en una tierra colectiva y estatal), así como la creación de escuelas técnicas industriales y con hondo sentido realista del medio, para ir formando, no retóricos y leguleyos, sino hombres de provecho, útiles y cultos para la Patria. Pues la Revolución Cubana Socialista y justiciera cree firmemente que faltan hombres dignos y cultos, y solamente la escuela, digna y cubana, puede formarlos.

Reforma Agraria ha de ser el renglón primero de la Revolución Cubana. Decía Martí que «La tierra es la gran madre de la fortuna», salvarla es ir derechamente a ella, y por eso tenemos que salvarla de los señores feudales modernos que explotan al hombre de campo año tras año; y salvarla para todos y para el Estado que luchará por la diversificación agrícola, pues el aferramiento al monocultivo nos lleva al comprador único, quien es, con este resorte económico, culpable en gran parte de los males nuestros, con su política de hombres fuertes. Al tener un suelo cultivado con toda clase de productos agrícolas eliminamos la compra a otros países y con la fertilidad de Cuba se podrá exportar y añadir nuevos renglones al comercio internacional que ha de ser con todos los países, ya que estar sometido a un solo comprador y vendedor es sencillamente esclavitud.

Iremos lentamente a la industrialización, pero creando primeramente en el campo condiciones de vida digna y agotando todos los productos que puedan obtenerse de la agricultura, para dar fuentes de trabajo, que es pan y es libertad.

Sergio amaba la poesía

La honradez en los hombres que la implanten ha de ser condición sin la cual nada puede llevarse a cabo. Ha de ser la Revolución de los honrados. Y como dijera Martí en esa frase, que se ha manchado tantas veces en boca de los grandes inmorales, «La honradez ha de ponerse de moda; fuera de moda la deshonestidad». La Revolución, por su contenido martiano y socialista, es enemiga de toda clase de yugo a los valores éticos del individuo y condena cualquier tipo de régimen político donde no se respete el derecho a pensar con libertad. Por eso, no puede aceptar ningún tipo de imperialismo, palabra que desde los más remotos tiempos es sinónimo de opresión de hombres por hombres, y condena tanto al que se cubre bajo la forma de un capitalismo dacroniano y explotador.

Idéntico destino

Ahora bien, la América, la que tiene igual origen y por consiguiente idéntica formación, no ha encontrado aún su destino y a veces lo quiere desconocer sirviendo de comparsa al vecino yanqui, que como amigo es querido pero de amo no, o perdiéndose en luchas estériles entre hermanos, va creando odios inútiles que luego dificultan la gran labor de amor, necesaria a la de unión que tiene en el futuro, porque si es igual el origen y la formación, idéntico tiene que ser el destino.

América lucha sola, sola vencerá dijo Martí, reafirmando una vez más su hondo credo americanista, no logrado aún. Y en esa lucha que unirá en iguales fines o idéntica meta a todos los pueblos dolorosos que se desesperan del Río Bravo al sur, la Revolución Cubana tendrá un lugar prominente, ya que al ir eliminándose definitivamente los tiranos nacionales (lacayos de extraños y déspotas de propios), se va avanzando hacia la unión americana, que al fundir riquezas, hombres y recursos, saldrá de la condición miserable en que vive, como factoría, país semidesarrollado y campo fácil para la opresión y presa codiciada de toda clase de imperialismo económico (europeo o americano).

Fundamentales fueron las enseñanzas que recibieron de sus padres, Esther y Luis

Futuro amplio y libre

La sanidad pública es otra de las razones primigenias que nos lleva a la lucha. Nos duele ver tanta enfermedad, tantos niños parasitados y las más de las veces sin posible cura cuando el hambre de un lado, la falta de recursos como eficaz aliado, y la ausencia de una medicina socialista de otro, minan el organismo de los ciudadanos de Cuba. Hospitales dotados con los últimos implementos, bien provistos de medicinas y de personal idóneo; hospitales donde con la sola condición de ciudadano se ingresen los enfermos sin que sea necesario el apoyo de un personaje influyente, y donde se atiendan los enfermos escasos de recursos hasta lograr su curación efectiva, esa tiene que ser la labor de la Revolución, ya que un pueblo donde el índice de enfermos sea tan asombroso como en Cuba bien poco puede avanzar, ya que en los cuerpos enfermos no puede haber afán de luchas sociales.

La medicina ha de ser socializada. Entendiéndose por ello que, con la creación de numerosos hospitales modernos, todo ciudadano tiene derecho a recibir servicios de los más afamados médicos hasta los más humildes, por el solo hecho de pertenecer a una nación libre y socialista. Eso es, que no ocurran más los casos de enfermos que carecen de médicos porque no tienen medios para pagarlos, y entonces o mueren o recurren a curanderos y farsantes, presos de la mayor desesperación. Cada hombre tiene derecho a que el Estado le garantice y proteja su salud y para ello luchamos y moriremos si es necesario.

Así como es necesario la labor de sanidad moral y social, para eliminar elementos corrompidos e inmorales, también la sanidad pública, la lucha contra las enfermedades sociales o venéreas, contra todo germen que mine el organismo humano y lo tenga débil para vivir en una sociedad, es función y razón en este movimiento nacional que ansía para Cuba un futuro amplio y libre donde todos los hombres sean respetados, donde las ideas puedan exponerse con absoluta sinceridad, donde el «derecho al pan y el derecho al canto» sea patrimonio de todos y obligación del Estado.

COBIJA DE IDEAS

Cuando trazamos brevemente el ideal educacional de la Revolución dejamos para tópico aparte, y con mayor amplitud, el problema de las universidades, ya que son estas los máximos centros de la cultura y el último eslabón que tiene el Estado para asegurarse de la buena fructificación en el ciudadano del ideal revolucionario.

Las universidades no podrán ser fábricas de títulos, ya que atendiendo al hondo historial de rebeldía que tiene el alumnado universitario de Cuba, hace de los templos máximos de la cultura cuerpos fríos y aislados ajenos a toda palpitación social y con sabor a pueblo, sería traicionar los huesos sagrados de todos los héroes universitarios, desde los ocho estudiantes del 1871 hasta los recientes, como José A. Echeverría, Fructuoso Rodríguez, José Westbrook, Rubén Batista y sin olvidar las figuras limpias de Julio Antonio Mella, Gabriel Barceló, Rubén Martínez Villena, Tony Guiteras, Pablo de la Torriente Brau, y toda la hornada valiosa que ha cobijado las ideas revolucionarias en el Alma Máter. Por eso estamos opuestos a la creación de universidades que sean viva negación de todo espíritu de lucha y de una tradición gloriosa de rebeldía

La Revolución creará universidades cubanas, como complemento a la escuela primaria y a los centros secundarios cubanos, y tendrá muy en cuenta la formación de facultades técnicas donde puedan estudiarse carreras que formen técnicos y expertos para la gran obra de la reconstrucción que Cuba necesita. No queremos universidades que pertenezcan a capillas ni clases exclusivas, queremos centros de cultura y de conciencia donde se incremente el saber y donde se realcen los más puros valores éticos del individuo formando una fuerte conciencia de ciudadanía, y ayudando de ese modo a la Revolución socialista que ha de salvar a nuestra Patria para un destino mejor.

Cada provincia tendrá su universidad, formada por facultades que respondan a las necesidades de cada región, y debidamente dotadas y con un profesorado idóneo y digno serán fuertes centros de formación ciudadana, además de impartir cultura a todos los hombres dispuestos a recibirla. Decía José Martí —siempre su voz como guía, ya que es la labor revolucionaria de su vida la que inspira y sirve de bandera a nuestra generación— que «la Universidad europea o extranjera ha de ceder a la Universidad americana», ya que ha de ser con los fermentos propios de una nación, con sus caracteres y sus defectos; los posibles contar para después gobernar esa Nación y llevarla hacia el progreso; por eso no puede educarse a los jóvenes cubanos en universidades extranjeras donde no se siente la inminencia de la tragedia propia y donde no se luche momento a momento por medios que pongan fin a la agonía de los pueblos americanos.

Hoy, como lo fue ayer y lo será mañana, ser universitario es tener contraído un doble compromiso: con Cuba y con la Universidad. Con Cuba, que es y será por siempre lo primero en el pensamiento de nuestra generación, y con la Universidad —luz, más alta en la noche— por su historia de rebeldías y su actual afán de combate, y todo el que ultraje a una, ultraja a la otra, quien sea traidor a la Colina, lo es también a Cuba, y quien abandone temeroso la Colina y su cruzada moral revolucionaria, abandona a Cuba y a la Revolución de los humildes, de los sin pan y sin techo, que ya está en marcha.

La prensa, por no variar en el abismo de inmoralidad, doblez y podredumbre que agobia a Cuba, no cumple con su deber y será labor de la Revolución formar una prensa que sea vehículo de penetración en el pueblo y de propaganda efectiva para la función revolucionaria, ya que consideramos una ofensa a los que sufren el estado actual de la televisión, en lugar de ser centinelas, vigías siempre alertas, martillo para señalar errores y exigir justicia. El cuarto poder no podrá ser más órgano servil en manos de los intereses mercantiles de unos cuantos señores; no podrá seguir alejado del calor popular convirtiéndose en portavoz de las causas más reaccionarias e injustas, eco de la alta sociedad (podredumbre y vicio de explotadores), la burguesía rica, los elementos clericales, y de toda la caterva de seres reaccionarios y enemigos del pueblo que existen, y contra los cuales luchamos, aunque sabemos que la lucha ha de ser larga y tenaz.

La prensa revolucionaria ha de ser trinchera decidida de las causas populares, órgano de denuncia contra todos los explotadores, eco de la calle, del bohío y del taller, látigo siempre en alto para castigar a los traidores y a los enemigos del pueblo. Ni más empresas mercantiles, ni más falsa neutralidad ni más órgano de explotadores, la prensa tiene que cumplir su cometido de poder orientador y vigía insobornable.

Prensa revolucionaria para la Cuba Nueva. Contra los culpables del abismo en que ha caído Cuba, contra toda esa caterva de políticos ambiciosos, de mercaderes de los deseos ciudadanos, farsantes hoy, ayer y siempre; contra los asaltantes del tesoro nacional si no es a base del soborno, del negocio sucio y de la más denigrante bajeza moral, contra los explotadores de toda clase, enemigos eternos del pueblo, va, es y lucha la juventud revolucionaria; porque hay mucha sangre caliente sobre la tierra, y muchas lágrimas de madre por el hijo inmolado y son demasiados los hombres y mujeres que sufren y padecen en exilio digno y pobre (no en aire acondicionado, drogas y fiestas); y los que llevan oscura vida en la clandestinidad, perseguidos y acorralados por las fuerzas represivas; y porque hay hombres rifle en mano y otros los tenemos muy cerca del corazón, esperando el instante preciso para cumplir el deber contraído con Cuba y nuestras conciencias. Por todo eso, y por la raíz netamente honesta y renovadora de la Revolución, no podemos permitir, los que lo han dado ya todo y los que estamos alegres en el cambio provechoso, que los politicastros traidores sigan medrando a costa del pueblo explotado, y que sean ellos los que nuevamente defrauden las esperanzas de esta nación cansada de apóstatas.

No podrán estos traidores —los que nos engañaron ayer, los que hoy denigran y vejan, o los que esperan como lobos hambrientos el momento para la rapiña— seguir su carrera cobarde y entreguista en una Cuba revolucionaria, pues esperan como rameras en la sombra. ¡No queremos más «muñidores» electorales ni sargentos políticos ni asambleas compradas ni carnés robados ni falsas promesas en boca de traidores eternos: ¡El rifle y la cárcel será el premio a sus mentiras, a sus robos, a sus pillajes, a sus estafas: pues no se está derramando sangre joven y rebelde para que los fósiles de la política ramplona, para que los mercaderes y doctores sin escrúpulos, recojan una cosecha abonada con la más pura afrenta que hace la generación actual. La Revolución o acaba con todos los vicios corrompidos de la politiquería al uso colonial, arcaica y bajuna, o la Revolución habrá sido inútil, habrá sido una farsa sangrienta. Entendemos como política, la ciencia o el arte —pues puede ser ambas cosas— de hacer felices a los pueblos, de realizar justicia social al hambriento, al escarnecido y al explotado. Creemos firmemente que solo cuando se plasman los intereses populares, de los humildes, de los menesterosos, se habrá cumplido en buena forma con la conciencia.

Solo un régimen de genuina justicia social, donde se recuerde a José Martí con la frente alta, satisfechos de no ser infieles donde se diga justicia, y no nos salgan a la cara sonrojos hipócritas; donde el hombre libre pueda vivir como ser humano, como gente civilizada en aras del progreso.

Las revoluciones, se ha dicho con razón, son las parteras de la Historia ya que únicamente se obtiene algo positivo cuando se ataca con firmeza y pronto. Por eso toda una generación consciente ha escogido ese camino, en un afán desesperado por salvar nuestra nacionalidad del fango en que la han sumido otros hombres y distintas generaciones. Sabemos que no es obra de días lo que planteamos, pues la magnitud, la grandeza de la misma llevará años de brega firme y resuelta, para realizar gran parte de lo que ansiamos; lo sabemos, pero por eso ni vacilamos ni nos tendemos en tierra con la esperanza muerta y la decisión perdida. Estamos empeñados en una lucha a muerte contra todo lo malo, lo indigno, lo reprobable y lo lacrado; es la fuerza pujante de una nueva era, distinta radicalmente en métodos, hombres, ideas y metas, es el sol que rompe con los rayos de vida sobre la noche de un mundo liquidado.

Por eso no tememos. Llevamos la tenaz fe de quienes se dan sin menguas, en la confianza de la obra justa, y del deber irrenunciable. Tenemos la fuerza inmensa de los ideales más indestructibles, de la sed grande de justicia social verdadera.

Lo que hemos expuesto en estas breves líneas, hechas entre el fragor de una lucha vecina, con la intranquilidad de vernos pronto cumpliendo con nuestra conciencia y nuestros ideales, quieren humildemente plasmar parte (lo más inmediato), de la ideología generacional. Es el porqué de la lucha, la razón de nuestras fatigas, y la meta única de nuestra existencia.

No tenemos más que nuestras vidas, avaladas con la honradez de un pensamiento justo y una obra inmensa que realizar y como ofrenda de devoción y desprendimiento hemos depositado en los brazos de la Revolución Cubana —justa, grande, renovadora, honrada, socialista— sin más esperanzas que ver algún día cumplidos estos sueños que hoy, en plena juventud y calor de lucha, llevamos a estas cuartillas.

La lucha que nos espera; la obra que tenemos por delante, y el recuerdo imborrable de los hermanos caídos, abrazados a este mismo ideal que sentimos, no permitirá que quede trunca o incumplida, y la obra revolucionaria será algún día, orgullo de todos, pues hoy es dolor de todos, pensamiento, razón y motivo de todos los hombres dignos y honestos de Cuba.

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