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¿Se desbocan los coches en Bayamo?

La Ciudad Monumento, que inspiró un contagioso son dedicado a los coches, vive varios dilemas vinculados a ese medio de transporte. ¿Podrán resolverse sin que se suelten las bridas?

Autor:

Osviel Castro Medel

BAYAMO, Granma.— Eran las 6:10 de la mañana cuando la encontramos, escoba y recogedor en mano, con un mar de sudores en la frente. «Me levanto cada día a las 3:30 de la madrugada, porque vivo a cinco kilómetros de aquí y tengo que empezar a barrer antes de que la gente se levante», expresó soltando un suspiro.

Sonia Hernández Viamontes forma parte de la legión de barrenderos que trata de mantener acicalada la ciudad de Bayamo, célebre en Cuba por su limpieza. Sin embargo, desde hace algunos años Sonia y sus compañeros de labor han encontrado en las arterias de la urbe un escollo demasiado difícil: el aumento de los depósitos fecales y urinarios de caballos, originado por el crecimiento de los coches en tan emblemático lugar de la nación.

«Antes había menos excremento en las calles, pero hoy cualquiera puede encontrarse varios montones a la hora de comenzar a barrer. Hay cocheros muy desconsiderados que botan el estiércol con toda intención en el medio de la vía», nos dijo Nulvis Saborit, otra barrendera que dialogó con el periódico de la juventud cubana.

Esas expresiones, emitidas en la calle Ocho del reparto Roberto Reyes, tienen conexión con las de su compañera Yanieska Ramírez Matos, quien relató, mientras barría en la avenida Granma, en el reparto Jesús Menéndez, que en varios momentos ha visto a conductores de carruajes pateando los sacos en los que caen las deposiciones de los animales. «Una vez le reclamé a uno porque lo hizo delante de mis ojos y me contestó que a mí me pagaban por limpiar la calle. Fue una falta de respeto muy grande», comentó.

Dayana Cedeño Rodríguez, quien lleva cinco años en este duro oficio, explicó que «varias veces, generalmente por las noches y madrugadas, hay coches que se desvían de las rutas establecidas y ensucian» zonas que otrora no conocían de excrementos y orines.

En una esquina de la avenida Felino Figueredo, Mirles Viquiñón Morales remató: «Nos desgastamos barriendo y recogiendo para que otros nos echen a perder el trabajo. Eso decepciona».

Tales quejas preocupan, sobre todo porque desdibujan la notoriedad alcanzada por la llamada Ciudad de los Coches, llevada a un famoso son cantado por «Tiburón» Morales y cuyo autor es Adalberto Álvarez: «Yo quiero ir a Bayamo montando…».

Sin embargo, no solo los encargados del saneamiento tienen inquietudes vinculadas con ese medio de transporte, imprescindible en un territorio en el que se mueven, según cálculos aproximados de la Dirección Integral de Supervisión (DIS) del municipio, unos 45 000 usuarios por día mediante estos «carros sin humo».

Relinchos por los pesebres

En 2017 circulaban por Ba-yamo más de 320 «cativanas»   —como se les llama en esta porción de Cuba a los vehículos de tracción animal que tienen forma rectangular y usan bancos laterales— y cerca de 230 coches. A este número se suman otros 200 medios —de ambos tipos— que transitaban ilegalmente por la ciudad. Es decir, había casi 800 caballos (no se permite usar hembras) empleados para tirar de «carruajes pú-blicos».

Para Manuel Calzada Deyundé, presidente del Gobierno en Bayamo, uno de los grandes problemas que origina tal población ecuestre radica en la búsqueda de sitios de descanso para los animales.

«Existen cuatro pesebres en zonas periféricas de la ciudad, y sabemos que son insuficientes; lo que provoca que muchos caballos duerman en el patio de las casas. En ese sentido, una de las proyecciones es crecer en la cifra de establos colectivos, a pesar de que hay personas que se resisten a mover a los equinos de sus viviendas», refirió.

Ese criterio fue remarcado por Luis Alfonso Guerra Cordero, jefe del Departamento de Higiene Comunal del Centro Provincial de Higiene y Epidemiología, quien reconoció que «no faltan los que llevan a dormir los caballos a los cuartos de sus hogares, como si fueran mascotas, algo que puede generar enfermedades. En las heces del caballo habitan parásitos y bacterias, como la que genera el tétanos (Clostridium tetani). Es una suerte que nuestra población esté inmunizada contra esa enfermedad».

Guerra Cordero expuso que para mejorar esta «coexistencia social» con los corceles deben coincidir varios factores estatales, que van desde las autoridades gubernamentales, Servicios Comunales, las entidades encargadas del control veterinario hasta las personas dedicadas a la inspección.

«No es una tarea fácil porque en Bayamo, digamos, nuestra institución solo tiene siete inspectores, con múltiples tareas. Entonces en muchas ocasiones no pueden enfocarse exclusivamente en vertimientos fecales, pero sí aplican multas cuando ven el problema», especificó.

También pueden penar a los infractores las 23 parejas de inspectores de la DIS, tal como arguyó Faustino Blanco Álvarez, jefe de grupo de esa entidad en la capital provincial de Granma, aunque reveló que «ellos también se dedican a controlar más de 20 actividades vinculadas con diferentes esferas de la vida social».

«En los primeros seis meses de 2017 aplicamos cerca de 300 multas, por distintas causas: muchos cocheros que no poseían el doble saco para recoger los desechos, por circular sin la documentación requerida, andar sin rótulo identificativo, arrojar estiércol a la vía pública, por pesebre en mal estado técnico, el colector mal colocado, entre otras contravenciones», puntualizó.

Asimismo tienen la potestad de multar a los transgresores los llamados «azules», como nos detalló Dionis Cabrera Ferrales, jefe de grupo que atiende el Departamento Automotor de la DIS, un núcleo integrado por seis personas muy competentes.

¿Un polvo «asesino»?

Es una mujer pulcra, nombrada María Isabel Ayala y trabaja vendiendo alimentos ligeros en la citada calle Ocho. Ella lava una y otra vez las vasijas, las tapa con paños… limpia repetidamente el mostrador.

Sin embargo, ese afán del detalle también es golpeado, de manera indirecta, por los caballos que ahora circulan por Bayamo. Sucede que, cuando las heces fecales de los equinos se secan con el sol, producen un polvillo que, suspendido en el aire, puede llegar a los alimentos o, peor aún, a los ojos, bocas y narices de los seres humanos.

«Las personas siempre compran algo porque ven el esmero y la decencia, pero no debo negar que cuando surge ese polvo resulta complejo trabajar para los clientes», reconoció.

El de María es apenas un caso. Estremece saber que, en las cercanías de una de las rutas más transitadas por los coches, desde la piquera del hospital Carlos Manuel de Céspedes, hasta la calle Milanés, funcionan ¡52! establecimientos privados o estatales que venden alimentos, desde carne y viandas hasta pizzas o refrescos.

Incluso muy cerca de la terminal de ferrocarriles de Bayamo opera la piquera más concurrida de la ciudad; esta queda bien próxima a la denominada «candonga», en la que venden disímiles productos gastronómicos.

A estas alturas, cuando a muchos les parece normal tal proximidad, se antoja difícil resolver el «choque», pero, como observó el Presidente del Gobierno en el municipio, hay que ir pensando en variantes para que la comida no se exponga a gérmenes.

Al respecto Luis Alfonso Guerra manifestó que, por fortuna, las carnes y viandas pasan por el proceso de cocción y eso elimina los peligros, algo que no puede aplicarse a los alimentos ligeros.

¿Se debe desviar el trayecto de los coches? La respuesta probable es no. Porque los puntos de expendio surgieron después de la ruta tradicional de los carruajes.

No obstante, hay otros conflictos ligados al referido polvo, que no se pueden soslayar en estas líneas.

Omar Moreno Suárez, vecino de la calle Osvaldo Herrera, y Ariel Palacios Gutiérrez expresaron que en ocasiones deben cerrar puertas y ventanas todo el día porque las partículas de las heces entran a la sala o a los cuartos.

Moreno aboga por el cumplimiento de medidas de circulación establecidas para los coches. «Aunque nuestra calle es de doble sentido, para estos vehículos es de un solo sentido; sin embargo, se viola sistemáticamente lo estipulado, algo que hemos planteado en numerosas rendiciones de cuenta y no ha sido resuelto».

Claro, hay otros asuntos que van más allá de polvos y lamentos.

Explosión contra los coches

¿Cuándo los coches pulularon en Bayamo? Al contrario de lo que piensan muchos, estos se convirtieron en transporte público en el siglo XX, pues antes eran exclusivos del transporte de las familias adineradas.

Así lo explicó el historiador de la ciudad, Ludín Fonseca García, quien acotó que aún después del triunfo revolucionario y de la famosa canción de Adalberto Álvarez, circulaban por la urbe decenas de estos vehículos, no cientos.

«La explosión vino a raíz del período especial. El oficio se mercantilizó y empezaron a perderse ciertos hábitos. Antes el cochero se distinguía por su prestancia al vestir, sus modales y la manera impecable en que mantenía el coche; lamentablemente la tradición empezó a deteriorarse. Además, llegaron las cativanas, que tergiversaron la estética habitual del coche», remarcó Fonseca.

Mientras, Samuel Calzada Deyundé subrayó que el coche «debe seguir siendo un símbolo de Bayamo»; por eso «hemos estudiado varias medidas como la pintura de algunos carruajes, la colocación en la parte trasera de estos del escudo de la ciudad y la selección, cada 5 de noviembre (Día de la fundación de la villa), del mejor cochero, atendiendo a su disciplina, trato a los clientes, su ética y estética».

No ha de obviarse que contra ese emblema de la Ciudad Monumento conspiran otros fantasmas. A uno de esos se refirió Lorenzo Naranjo Rojas, presidente de la Asociación de Cocheros de Bayamo, fundada el 12 de enero de 1959: «Muchas personas de otras provincias, como Matanzas, han venido a comprar coches, han ofrecido un buen precio y se los han llevado. Así han disminuido los coches y crecido las cativanas, que reportan más ganancias económicas porque les caben diez y hasta 12 personas, casi el doble que a los primeros».

Por cierto, la Asociación radica en un lugar lúgubre, con condiciones precarias, las cuales desdicen del importante gremio. Sus afiliados tendrán que galopar con urgencia para darle mejor forma.

Tienen la palabra los cocheros

«Hay un grupo de cocheros indisciplinados, es cierto, pero casi todos cumplimos nuestras obligaciones; de lo contrario la ciudad fuera un caos». De este modo reflexionó Julio César Pompa Matamoros, a quien JR entrevistó en la piquera aledaña a la terminal de trenes.

 Esa opinión fue respaldada por otros «camaradas», consultados por nuestro diario. Geovanis Pérez Pérez, por ejemplo, planteó que sería incapaz de verter de manera intencional los desechos animales, aunque es imposible evitar que caigan a la vía.

Todos hablaron de los innumerables trabajos que ha de sortear un cochero. En esa cuerda, José Martínez contó que debe pagar por día 80 pesos de hierba, además de 200 de patente e igual cantidad al mes por el corral, sumados a una lata de miel a la semana, que cuesta 110 pesos.

«Antes, por la Asociación, nos vendían una lata de miel a siete pesos, pero ahora tenemos que comprarlo todo, desde una herradura, un clavo hasta cualquier arreglo y todo cuesta demasiado caro», advirtió Carlos Castillo Rodríguez.

Otros, como Pedro Zamora Pantoja, hicieron notar que los cocheros «somos constantemente chequeados, no solo por la policía, sino también por los compañeros de registro pecuario, los azules, los de higiene…».

Sin trote final

Ningún control será suficiente mientras existan problemas y conflictos. Uno de los desafíos de Bayamo es que sigue creciendo y necesitaría, en hipótesis, una mayor cifra de cocheros, algo que complicaría el panorama, pues los caballos existentes hoy expulsan en su conjunto casi una tonelada de estiércol diariamente, como calculó Luis Alfonso Guerra.

A eso debemos sumar los residuos de la yerba que no se comen los animales. Parte de esos desechos va a parar a montes aledaños, pero también a «escondites» cercanos a la ciudad.

¿Qué pasará mañana si sigue aumentando la masa equina? Algunos proponen una reducción de los coches; mas tal acción traería desempleo para cientos de personas. Además, solo sería posible concretarla con una crecida de ómnibus y de otros medios de transporte alternativos.

 De cualquier manera, las autoridades no deben permitir que decenas de coches se sigan desbocando. Eso significa atajar al máximo las indisciplinas, atender a los cocheros y sus demandas, emplear los medios para seguir analizando el problema, pensar en todas las alternativas posibles… continuar haciendo por la gente que llamamos de a pie. 

Pare cochero

Samuel Calzada, presidente del Gobierno en Bayamo, sentenció que la política con los cocheros que trabajan (irregularmente), sobre todo por las noches, no consiste en arremeter contra ellos con «todos los hierros», sino propiciar, con advertencias, que se incorporen a la legalidad. Eso ha disminuido el número de «ilícitos», aunque, cuando hay violaciones reiteradas, se ha decretado el decomiso del coche y del caballo.

Este funcionario, como muchos bayameses, está preocupado por varias indisciplinas que cometen algunos en la vía, como llevarse la señal de Pare, invadir la senda contraria cuando circula una motocicleta o una bicicleta, maltratar a los caballos, ingerir bebidas alcohólicas o demoras en el tributo a la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT).

«Hemos pensado en la posibilidad de uniformarlos. Tenemos que mejorar las vías por donde transitan y señalizarlas, ser sistemáticos con este tipo de transporte», dijo.

Por otro lado Ángel Rubén Pérez, subdirector de Servicios Comunales, enumeró varias gestiones que se han concretado en la ciudad para tratar de evitar la congestión en los sacos de los cocheros. Una de estas es la colocación de grandes cajas en algunas de las rutas de los conductores de carruajes.

Claro, como avisó él, «por mucho que hagan nuestros trabajadores en las calles e implementen medidas, no se logra mucho si no se toma conciencia colectiva sobre un problema que golpea a todos».

 

 

 Antes había menos excremento en las calles, pero hoy cualquiera puede encontrarse varios montones a la hora de comenzar a barrer, lamentan quienes realizan este oficio. 

En 2017 circulaban por Bayamo más de 320 «cativanas» —como se les llama en esta porción de Cuba a los vehículos de tracción animal que tienen forma rectangular y usan bancos laterales— y cerca de 230 coches.

Hay cocheros indisciplinados, pero otros afirman que serían incapaces de verter de manera intencional los desechos  de los animales, aunque se hace imposible evitar que caigan en la vía

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