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Cuando no es posible la despedida

Luis Orlando Pantoja Veitía, premio nacional de Periodismo José Martí y premio nacional de la Radio, falleció con 87 años, dejando una estela de sabiduría

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

«Pido la palabra», decía, y del otro lado de la radio se esperaban sus palabras certeras, su criterio oportuno. No fue en balde catalogado como el Quijote del Periodismo, porque estaba justo allí, donde fuese necesario defender una causa justa, y para ello contaba con su talento como periodista y su sensibilidad desbordante.

El Panto, como le decían algunos, no fijaba horarios a su labor incansable, no se amedrentaba ante el esfuerzo, no coqueteaba con el desgano. Luis Orlando Pantoja Veitía, como la prensa cubana lo reconoce, fue excepcional como puede serlo un hombre de cuna humilde que dedicó su vida al bienestar social.

«Hubo tanto de martiano digno en su existencia que a esas alturas casi no le cabía en la fragilidad de su cuerpo», escribió Ricardo Ronquillo Bello, presidente de la UPEC, quien estuvo a su lado durante su cumpleaños 86 y hoy, un año después, tras la triste noticia de su fallecimiento, se resiste a creerlo.

Hay hombres imposibles de despedir, y Pantoja Veitía es uno de ellos. Reconocido con el Premio Nacional de Periodismo José Martí y el Premio Nacional de la Radio, es también un ejemplo como revolucionario intachable desde que, siendo joven, se unió a la lucha clandestina contra la dictadura de Fulgencio Batista, razón por la que estuvo encarcelado en varias ocasiones.

En el centro del país, donde nació y creció su entrega desinteresada a la Revolución, se recuerda su pluma atinada en el periódico Vanguardia, su desempeño como primer secretario del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC) e ideológico de la Comisión de Orientación Revolucionaria (COR) en el Comité Provincial del Partido en Las Villas.

La UPEC lo tuvo entre sus filas como presidente de esa provincia central, y en la radio camagüeyana y tunera, así como en Radio Progreso, se atesora con orgullo su desempeño profesional.

Cumplió misión internacionalista en la República Popular de Angola, fue primer cónsul de Cuba en Ecuador y fue acreedor, entre otros reconocimientos, de más de 20 condecoraciones, como la Orden Número Uno del Comandante en Jefe; la Medalla Jesús Menéndez, que otorga el Consejo de Estado; la Distinción Majadahonda, de la Uneac; el Premio Juan Gualberto Gómez, de la UPEC, y las órdenes 40 Aniversario y 50 Aniversario de las FAR.

En coherencia con su pensamiento y actitud revolucionaria, las cenizas del Panto fueron esparcidas en el monumento que perpetúa la acción contra el tren blindado. No es posible una despedida.

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