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Juan de los Muertos caminará por festivales de Sitges, Toronto y La Habana

El segundo largometraje escrito y dirigido por Alejandro Brugués intenta acercarse a la cotidianidad, y a un contexto muy específico, muy cubano, pero desde el divertimento y el absurdo, que puede colindar incluso con lo real maravilloso

Autor:

Joel del Río

Los muertos vivientes, torpes y hambrientos caníbales, y las comedias satíricas del cine de terror, apenas ocuparon espacio en la cinematografía cubana, a pesar de que constituyeron todo un filón temático en otras latitudes. Ahora se anuncia el estreno internacional de la primera película cubana de zombis en los influyentes festivales de Sitges (España), Toronto (Canadá) y La Habana. El segundo largometraje escrito y dirigido por Alejandro Brugués se titula Juan de los Muertos, y cuenta la dispersión, en la capital cubana, de una epidemia de insaciables zombis o muertos vivientes. El pánico se apodera de la gente, pero entonces llega un héroe salvador, quien descubre la única forma de matar a las criaturas monstruosas, y se da cuenta de que esta situación tiene una ventaja: puede hacer dinero con relativa facilidad.

En el aval de Alejandro Brugués se cuentan varias incursiones en el cine de género. Además del melodrama en perfil bajo que fue Personal Belongings, escribió los guiones de dos filmes retro y musicales: Tres veces dos (segmento Lila, 2004) y de la comedia cáustica Frutas en el café (2005). Respecto a su cambio de registro, Brugués ha declarado que «en realidad la película atípica en mis intereses es Personal Belongings, pues siempre he tirado más a los zombis que a los dramas, me pareció que llenar La Habana de zombis tenía que ser absurdo y divertido…».

Según nos contó el joven cineasta, cuando conversamos en diciembre pasado, mientras se rodaba la película en pleno Malecón, frente al Hotel Nacional, «el protagonista se convierte en héroe a su pesar, primero está lucrando, pero luego decide defender a los suyos, y en lugar de escaparse, opta por permanecer entre los suyos, luchando contra los zombis en un gesto de último minuto. El arco dramático del personaje atraviesa tres etapas a la hora de enfrentar dificultades: convivir con el problema sin tratar de resolverlo, hacer negocio con él, y en tercera instancia, olvidar el problema, abandonarlo, darle la espalda».

El guión fue escrito por Brugués para que lo interpretaran Alexis Díaz de Villegas y Jorge Molina, en los papeles respectivos de Juan de los Muertos y su amigo Lázaro. Luego, aparecieron otros actores cuyos personajes se acomodaron a ellos, como Andros Perugorría, en el papel de Vladi California, además de Jazz Vila y Eliecer Ramírez, como la China y el Primo, respectivamente. Para el papel principal fue seleccionado Alexis Díaz de Villegas, figura esencial en algunas obras teatrales dirigidas por Víctor Varela, Carlos Díaz y Carlos Celdrán. En el cine, intervino en la comedia Entre ciclones, dirigido por Enrique Colina, donde interpretaba al meditativo y conformista amigo del protagonista; la también comedia El cuerno de la abundancia, de Juan Carlos Tabío, donde encarnó al bobo del pueblo a la espera de una herencia; pero también ha interpretado papeles dramáticos, dirigido mayormente por Esteban Insausti, como el tercer cuento de Tres veces dos, y el músico frustrado de Larga distancia.

Respecto al difícil trabajo con los actores, colocados en situaciones bizarras y farsantes, que deben cumplir con la emoción y la burla al mismo tiempo, Brugués cuenta que estuvo preparando cada personaje, y analizando el guión, durante un par de meses: «Todos los actores incorporaron a la película situaciones de su experiencia personal. Molina tuvo mucha libertad para improvisar, y la mayoría de sus aportes contribuyeron a mejorar su personaje. Con otros actores tuve que controlar la improvisación para que no se distanciaran demasiado de las ideas originales. Con Alexis no tuve ningún problema, porque él es un actor más de método, de atenerse al guión y a las marcas. Pero unos y otros elevaron la temperatura de los gags (situaciones hilarantes) y yo mismo me sorprendí riéndome de la escenificación de ciertos chistes que yo mismo escribí».

De acendrada inspiración posmoderna, en cuanto a la consciente y múltiple asimilación de referencias anteriores, la nueva producción cubana se vale de «referencias cinematográficas como las indispensables Night of the Living Dead y Dawn of the Dead, de George Romero o de la trilogía Evil Dead, de Sam Raimi —confiesa con absoluta honestidad el director y guionista—, pero también asimila ciertas situaciones de las películas de artes marciales de Bruce Lee, o los western spaghetti de Sergio Leone, sin olvidar alguna señal, más o menos obvia, al cine de Tomás Gutiérrez Alea, creador de comedias en la vena de La muerte de un burócrata o Los sobrevivientes. Si bien existe una tendencia a sobrevalorar la lectura sociológica de ciertas películas de terror, porque Guillermo del Toro o Stephen King insisten en aludir temas sociales, el racismo, la violencia, el consumismo…, tengo que decirte que el personaje principal está inspirado en mi hermano Juan, y que en la película quedaron muchísimas anécdotas tomadas de la vida real».

En torno al modo en que se resolvió el rodaje y el trabajo del equipo técnico-artístico, Brugués relata que «a diferencia de Personal Belongings, se trataba solamente de filmar lo que estaba escrito. Y la calidad de esa filmación puede decirse que estaba garantizada por la calidad del equipo. Del diseño visual se encargó Carles Gusi, el catalán que fotografió grandes éxitos del cine español, y me encanta lo que hizo, con una visualidad compleja y totalmente al servicio de la historia, que incluye numerosos momentos de cámara en mano, y planos generales, todo debe verse más grande y espectacular de lo que es. Gusi tiene experiencia en comedias extravagantes como Acción mutante o Torrente, el brazo tonto de la ley, así como en otro tipo de cine: Vacas, Te doy mis ojos, Celda 211».

«Daniel de Zayas, en el sonido —continuó el director explicándonos sobre el trabajo en equipo— se enfrentó al reto de reproducir primero los ruidos de La Habana y luego construir la atmósfera sonora de un pueblo fantasma. Mientras que de la música se encargó Sergio Valdés, quien trabajó para Personal Belongings, y buscó una sonoridad muy funk, de los años 70, la década en que alcanzó apogeo el cine de zombis. Mercedes Cantero fue editando en la medida en que se filmó, con dos cámaras y dos unidades de rodaje. En posproducción se afinaron las dos horas y 45 minutos que filmamos, y se añadieron los efectos especiales».

De vuelta al tema sobre el tratamiento artístico de personajes y situaciones muy inéditas en el cine cubano, Inti Herrera, uno de los productores ejecutivos de la película y egresado, como Brugués, de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, confirma que «el tratamiento de los personajes no es burlesco, pero la situación resulta tan delirante que provoca una sonrisa, y el efecto cómico procede de una elaboración intelectual del filme que esperamos se haga extensiva al público». Brugués insiste en subrayar que Juan de los Muertos intenta acercarse a la cotidianidad, y a un contexto muy específico, muy cubano, pero desde el divertimento y el absurdo que puede colindar incluso con lo real maravilloso.

En la conversación sobre los propósitos, la premisa, los actores y el género de Juan de los Muertos, llegamos a la falsa polémica respecto a la inserción, o no, de un filme tan inusual en las tradiciones y los arquetipos del actual cine cubano. Asegura el director que si bien se refleja algún tipo de preocupación social, el filme se resuelve en los tonos burlescos: «Siempre me pareció que un zombi era más cómico que aterrador. Es casi un personaje de dibujos animados, como el Correcaminos, al cual se le puede golpear o matar volándole la cabeza, porque sabemos que la violencia tiene un propósito humorístico. Esa es la razón por la cual no espero que existan lecturas extremas del costado social, circunstancial, de la trama, puesto que la interpretación aberrada suele aparecer ante películas que hablan sobre cierto desmoronamiento ético, sobre la marginalidad, la crisis de valores y sobre gente que ya no puede ni quiere cambiar nada».

«Aunque es una película que tampoco elude cierto dramatismo en el tratamiento de algunos personajes y situaciones —concluye el director, tal vez preocupado porque alguien piense que nos encontramos ante un divertimiento desprovisto de cualquier trascendencia— de ningún modo se trata del desencanto o la crisis de valores compactados en hora y media de cine. Lo que más quiero es que el público se divierta, pues a pesar de los matices muy sombríos, lo concebimos todo en clave de comedia. Esperemos que el público disfrute el optimismo con que trabajamos, esa alegría, la mucha “bomba” que le pusimos, el cariño y las ganas».

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