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Eliécer Jiménez Almeida: Me interesa la esencia del ser humano

Este realizador audiovisual participó en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de diciembre útlimo con las propuestas Usufructo y En un paquete de espaguetis

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

La última vez que conversé con el intranquilo estudiante de Periodismo y realizador audiovisual Eliécer Jiménez Almeida, fue durante la pasada cita habanera del Nuevo Cine Latinoamericano, donde presentaba, en la sección Hecho en Cuba, dos de sus obras: Usufructo y En un paquete de espaguetis. Entonces me dijo: «Estoy superfeliz. No sé qué estará haciendo un cineasta de la región que no haga hasta lo imposible por participar en este Festival de tanta historia y tradición. Por aquí han pasado nuestros cineastas más importantes e interesantes, y el hecho de haber nacido en Vertientes y estar aquí, con mis 28 años, es muy significativo».

En aquella ocasión, Eliécer también me contó que Usufructo era, hasta la fecha, su documental más personal, donde asumió casi todas las especialidades. «Se centra en mi papá, y tomé como pretexto la entrega de tierras en usufructo. Lo realicé en el 2011 y con él obtuve seis premios, antes de llegar al Festival. Pero lo más importante es que me permitió, sobre todo, descubrir la hondura humana, motivaciones, sueños, miedos y frustraciones de este campesino que es mi padre, a quien, hasta ese instante, había subvalorado de alguna manera. Pero para mi gran satisfacción, con este trabajó él adquirió ante mí una estatura enorme.

«Por su parte, En un paquete de espaguetis resulta una obra mucho más compleja, porque no es tan clásica como Usufructo, que es un documental de representación. Este, en el que mejor me he sentido, es la experimentación misma, porque intenté utilizar con entera libertad todos los recursos cinematográficos que tuve a la mano.

«Realicé En un paquete... en un momento muy difícil de mi vida y fue como mi tabla salvadora, pues me ocupé mucho en investigar sobre el corto Cosmorama (1964), de Enrique Pineda Barnet, que fue precursor del videoarte y permaneció tanto tiempo olvidado en los archivos del Icaic, hasta que apareció, años después, en un paquete de pastas para terminar en el Museo Reina Sofía, de España.

«En un paquete de espaguetis me dio la oportunidad de estudiar una década tan importante para Cuba como la de 1960, y analizar, a través del pasado, cómo se está comportando el presente».

El caso es que no me había encontrado más con Eliécer Jiménez Almeida, hasta que recientemente regresé a Camagüey, invitado al Festival Nacional de Teatro. Entonces, supe que sigue siendo tan hiperactivo como siempre, y por ello ahora trabaja en Persona, su primer largo documental.

«Persona tiene su raíz en varios momentos y circunstancias muy especiales de mi existencia. Quizá su génesis esté en Usufructo. Toma como referentes históricos a clásicos de Robert J. Flaherty, como pueden ser Nanook, el esquimal y Hombres de Aran, mientras que también bebe de la tradición cinematográfica cubana, por medio de obras emblemáticas al estilo de Ociel del Toa, de Nicolás Guillén Landrián, y Suite Habana, de Fernando Pérez. De ahí que mi mayor desafío sea, a pesar de que existen esas evidentes influencias, hacer un documental con vida propia. Por eso he estudiado detenidamente, a conciencia.

«Me interesa mucho la esencia del ser humano, el ser social cubano individual y colectivo. De hecho, todo mi trabajo siempre trata de indagar sobre esta importante cuestión, por eso los protagonistas de Persona son cinco individuos en situaciones extremas, muy humildes, alejados de cualquier tipo de comodidades. Con cada uno de ellos estoy concibiendo un corto de diez minutos, que funcionará como una unidad independiente, a diferencia de Suite..., donde se pasa de un personaje a otro por medio de transiciones dramáticas.

«Ahora mismo Persona anda en búsqueda de sponsor y presupuesto. El productor es Ricardo Figueredo, conocido por los cuentos del Decálogo de Nicanor, de Eduardo del Llano. Me alegra mucho que se haya fijado en mi quehacer y se haya interesado en producirlo. Entonces en eso estamos, porque el cine es arte, pero también industria, de modo que exige recursos».

—¿Cuánto te ha aportado el Periodismo para volcarte en el cine?

—Ha sido fundamental, pues me ha dado las herramientas para llevar adelante la siempre necesaria investigación. Y bueno, al cine he llegado de una manera autodidacta, viendo mucho, pero mucho cine, probando una y otra vez, equivocándome y aprendiendo, pero sin detenerme ni un segundo. Y te puedo asegurar que lo disfruto infinitamente, convirtiendo la cámara, como decía Néstor Almendros, en un bisturí que raje la realidad en dos.

«¿Cómo comencé? Como estudiante de Periodismo anhelaba publicar, sentía que tenía cosas que decir, pero se me hacía muy difícil por una cuestión de espacio. Incursioné en la radio, pero encontré en el audiovisual mi vía de escape. Que además es ideal cuando deseas desarrollar una obra que de cierta manera perdure».

—Supe que tuviste el privilegio de recibir un taller en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV)...

—Esa fue una experiencia tremenda, la más intensa y rica que he recibido en mi vida, la que más me ha aportado y enseñado. Llegué allí porque en el pasado Festival Internacional de Cine Pobre gané el premio especial que otorga la EICTV, que consiste en una beca por un mes para realizar un taller de dirección de documentales.

«Sin duda esta ha sido mi experiencia académica más importante. Comprendí por qué se ha definido como el lugar de la utopía. Es una comunidad internacional integrada por personas muy inteligentes, tanto estudiantes como profesores, con un sistema de enseñanza muy práctico, que te posibilita aprender todo el tiempo, incluso hasta en los momentos de ocio.

«El taller estuvo dividido en tres módulos: Historia del documental, La estructura y el guión del documental, y un ejercicio final, a partir de que la EICTV es, al mismo tiempo, una entidad productora de cine. Así surgió Mal llevados, que cuenta una historia muy simpática, que concebimos cuatro realizadores que provenimos de culturas diferentes, lo cual me aportó mucho. Fue un curso muy intenso y provechoso, que me enseñó, además, cómo producir, cómo trabajar en equipo... Quedé tan entusiasmado que quiero aspirar el próximo año para ver si consigo matricular en su curso regular, porque ese es un lugar para quien quiera soñar».

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