Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Tres reyes para un trono

Siempre tu voz, de Omara Portuondo & Orquesta Failde, es un extraordinario homenaje al Benny Moré en su centenario, propiciado por la Egrem

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

He estado por estos días disfrutando en grande: Juego de Tronos, en su octava y última temporada, me trae corriendo detrás de cada capítulo, mientras que el disco Siempre tu voz, de Omara Portuondo & Orquesta Failde, se ha convertido en mi banda sonora diaria, desde que mis oídos descubrieran este extraordinario homenaje al Benny Moré en su centenario, propiciado por la Egrem, que se ha autorregalado un obsequio de altos valores musicales, culturales.

Ando tan entusiasmado con Siempre tu voz, que tal parece que todo apunta a que vuelva constantemente a sus diez pistas, seleccionadas con total tino y buen gusto por Pedro Pablo Cruz, quien se encargó además de la producción general y ejecutiva. Me ocurrió con la ya mencionada serie que no ha tenido miramientos a la hora de romper los récords que antes habían impuesto sus homólogas, y que es mucho más que acción, sangre y fantasía. Los diálogos, por ejemplo, con frecuencia alcanzan notable altura, como los que sostuvieron Bran Stark y Samwell Tarly, cuando en el segundo capítulo de esta octava entrega, el primero dio la solución de cómo atraer al Rey de la Noche.

En el intenso episodio el hermano menor de la Casa Stark de Invernalia le explicaba al fiel amigo por qué aquel iría directo en su búsqueda: «Quiere una noche sin fin. Quiere borrar este mundo, y yo soy su memoria». Entonces Sam lo comprendió todo de un golpe: «Eso es la muerte, ¿verdad? Olvidar. Ser olvidado. Si olvidamos dónde estuvimos y lo que hicimos ya no seremos seres humanos, solo animales. Tus recuerdos no vienen de los libros».

¿Y a dónde querrá llegar este «loco»?, se preguntará el lector, ¿qué tendrá que ver esa historia con Siempre tu voz? En que ambos insisten en una idea esencial: ¿adónde pensamos ir si no sabemos de dónde venimos?

La verdad es que siento el privilegio de haber coincidido en el mismo tiempo con la enorme Omara Portuondo; de quedar siempre deslumbrado con su voz infinita, poderosa, tan llena de colores y matices, que cuando se expande por el éter es como si nunca antes se hubiera asomado el arcoíris.

Sin embargo, me preocupa tremendamente que las nuevas generaciones no desarrollen la capacidad de emocionarse mirando cómo se pinta de vida el cielo, aunque en el fondo me quede la esperanza de que se puede recapacitar, quizá porque también me sucedió en un momento de mi joven existencia en que me dio por renegar de lo nuestro, obnubilado por el dancing y las lights, dándole la espalda, por ignorancia, a aquella música que nos ha hecho un imperio. Fue así que me perdí a una pléyade de «monstruos» que el mundo venera, porque todavía hoy sigue bebiendo de su impresionante legado.   

Y ya solamente por eso bastaría con poner en un altar a un disco como Siempre tu voz: por traernos aquí y ahora al Benny multiplicado en otras voces, en sonoridades que pertenecen a este siglo XXI. Por negarse a presentarlo como si fuera una pieza antigua, solo museable, cuando todavía nadie le ha podido arrebatar ante su Cuba el bien ganado título de El Bárbaro del Ritmo; por esa versatilidad que lo distinguió como intérprete, por hacer que en su voz un bolero, un son montuno, un chachachá, lo que fuera, sonora como obra maestra. Porque en sus composiciones, en esa manera tan suya de actuar, de dirigir su orquesta, de vivir, se encierra la síntesis de la cubanía.

Hubiera podido pensarse que el equipo creativo se metía en camisa de 11 varas al elegir piezas que clasifican entre las que Benny Moré hiciera más populares, como esos bolerones inmortales al estilo de Cómo fue (Ernesto Duarte), Y hoy como ayer (Pedro Vega) u ¡Oh, vida! (Luis Yáñez y Rolando Gómez); sin embargo, no tienen que pasar muchas pistas para percatarnos de que bien sabía lo que traía para los Estudios 18 de la Egrem este presentador de conocidos espacios como Lucas en la televisión o De 5 a 7, en la radio. Se percibe en cuanto Te quedarás (Alberto Barrero) nos da la bienvenida al universo sonoro del ilustre cienfueguero que naciera en Santa Isabel de las Lajas, el 24 de agosto de 1919.

No se intenta ni se quiere aquí repetir lo que el Benny ya llevó a la cúspide. Se trata de presentarnos esos temas que siguen inspirando y que forman parte de nuestra rica historia musical. Que Omara los defienda, significa que no los entregará solo después de que su elevadísima clase de vocalista excepcional se note en cada frase que nos diga ese inmenso corazón. Mas, pudiendo ser la única protagonista, su bondad no le permite quedarse con todas las palmas, sino que, por el contrario, como auténtica maestra, se disfruta en ese rol en el cual se hace más luz       en tanto también brillan quienes la acompañan.

Yurisán Hernández está entre los que más destellan. Es enfrentarse a un notable hallazgo escucharlo en el magnífico arreglo que hiciera José Antonio González de Te quedarás (su acompañamiento a Omara en el piano en Rezo en la noche, de Francisco Escorcia, contribuye a que se emocione de principio a fin quien escuche esa sentida canción), como también lo consigue en Cómo fue y en Y hoy como ayer.

Es prodigiosa la garganta de ese muchacho; una maravilla lo mismo cuando establece un diálogo cómplice con esa flauta de Ethiel Failde en la que se resumen el virtuosismo, la creatividad, la musicalidad, el sentido exacto de lo justo y lo elegante, ese sabor a Cuba que ha sabido heredar de esos inmensos que le han precedido como Richard Egües, José Luis Cortés «el Tosco», Orlando Valle «Maraca»...; que cuando muestra su vena de sonero verdadero en Bonito y sabroso, una de esas piezas que pone en evidencia la autoridad musical que ha conquistado en tan poco tiempo la Orquesta Failde, conducida por el tataranieto del autor de Las alturas de Simpson; responsable además de la dirección y de la producción musical de Siempre tu voz, que comparte con Orlando Vistel.

De lujo son también las intervenciones que en el piano se gasta Alejandro Falcón, tanto en el famoso mambo que compusiera el Benny como en Las muchachas del chachachá (Evelio Landa), Mata siguaraya (Lino Frías) y La múcura (Toño Fuentes)... Mis reverencias para el director de la agrupación Cubadentro, capaz de hacerse de una voz propia dentro de la contundente y competitiva pianística cubana, al tiempo que se ha transformado en un arreglista en mayúsculas, como se puede comprobar en la frescura, la actualidad y la fuerza que consiguen esos tres temas (y otros más en el disco) que ofrecen un más que eficaz valor agregado: en cada uno atrapan la gracia y el saber hacer de William Vivanco, Telmary y el maestro Johnny Ventura; invitarlos resulta un sello de garantía absoluta. 

Ya se los dije: ando fascinado con Siempre tu voz, un disco equilibrado que recorre con verdad y elegancia varios géneros de la música popular cubana y tiene la doble cualidad de dejarse escuchar una y otra vez y, al mismo tiempo, tentar como un imán al bailador. Sin dudas constituye un tributo de corazón al Sonero Mayor de Cuba. Siempre tu voz lo sitúa de nuevo en el trono, acompañado por Omara, la Diva; y por la Orquesta Failde, que bien anclada en el presente, no para de avanzar, porque aprende y vive orgullosa de su pasado.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.